El Castillo de Torresaviñán, también llamado Castillo de la Luna, se encuentra situado en el término municipal de la localidad de Torresaviñán en la provincia de Guadalajara (Castilla-La Mancha).
Se
encuentra coronando un solitario cerro sobre el páramo mesetario,
junto a la carretera general de Barcelona, entre Torremocha del Campo
y Sauca. Su estampa fiera y melancólica a un mismo tiempo, le dejan
posar en nuestro recuerdo, y la imaginación se desencaja al
contemplar su erguida Torre del Homenaje, su tono pardo y guerrero,
su hondo lagrimón nostálgico de medievales escaramuzas.
Dio
este castillo nombre al pueblo que vigila: Torresaviñán. No más
que eso debió ser desde su origen. Un altozano que por virtud de la
piedra humanamente colocada, se elevó de categoría, y se hizo
torreón vigía, y aún castillo para repasar con la mirada un ancho
trozo de Castilla. De origen árabe, su actual, composición se
remonta a la época, ya cristiana, de la repoblación: del siglo XII
muy probablemente son sus muros y estructura.
Trazando
un breve esquema de su planta, vemos cómo se constituía el recinto
castillero por un lugar de forma cuadrilátera irregular, con
pequeñas torres esquineras, una mayor, la del homenaje, orientada al
sureste. No poseía recinto exterior este castillo, por lo que muy
escaso juego estratégico podría proporcionar. De ahí radica su
probable y único fin vigilante. Se rodeaba de dos círculos o fosos
concéntricos, ya muy rellenos por la erosión.
La
torre del homenaje, que aún alza su elegante silueta sobre la
llanura parda, está construida reciamente a base de sillarejo y
mampostería, con unos muros de 2 metros de ancho en su base, y
cuatro pisos, teniendo su entrada a la altura del primero, a donde se
llegaría con, ayuda de una escalera de mano, que también se
utilizaría para ascender sucesivamente a las estancias interiores.
Breves restos quedan solamente, de sus almenas.
El
aire avendavalado que contra sus esquinas suele chocar en cualquier
época, parece haber borrado toda huella de historia en su tomo. Solo
suposiciones cabe hacerse para explicarla: los castellanos, serían
los constructores y mantenedores de este castillo. Parece ser que,
dada la proximidad de la entrada al señorío de Molina, fuera don
Manrique de Lara, primer conde de este territorio independiente,
quien se preocupara en el siglo XII de su reconstrucción y
mantenimiento.
Andando
el tiempo, perteneció al obispo de Sigüenza, a quien se la donó el
rey de Castilla Alfonso XII, y aún más tarde, se sabe que fue
propiedad del guerrero infante don Juan Manuel. Andando los siglos,
al igual que gran parte del territorio, pasó este castillo de
Torresaviñán a la casa ducal del Infantado, y, finalmente, en
comienzos del siglo XVIII, fue desmantelado casi por completo al
paso de las vencidas tropas austriacas en la decisiva Batalla de
Villaviciosa, que puso punto final a la Guerra de Sucesión.
Este
castillo sigue acudiendo a su cita altiva, a su eminencia de
geografías y épocas, dando su luz y su estampa de somero
medievalismo, y fe de que una época tan remota pasó por estas
tierras, cuajo en sus campos, tuvo pálpito y sudor y palabras. Para
que ahora el caminante, por un momento, se detenga ante su lejana
presencia, y medite en ellas.
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