lunes, 24 de febrero de 2020

Torre de Aragón (Molina de Aragón, Guadalajara)


La Torre de Aragón se encuentra situada en el término municipal de la localidad de Molina de Aragón, en la provincia de Guadalajara (Castilla-La Mancha). 

Es una torre de planta pentagonal alta y fuerte, con varios pisos, rodeada por recinto rectangular de murallas. Estaba unida al castillo o alcazaba por un camino cubierto o coracha subterránea, en zigzag, cuya traza aún se observa hoy perfectamente. 

Es uno de los edificios más altos que se levantan en la Edad Media castellana, 30 metros mide desde el nivel del suelo hasta la terraza. Con los sistemas de ataque practicados en la época de su construcción, aquel bastión era inexpugnable. A pesar de diversas batallas y ataques sufridos, nunca ningún ejército pudo conquistar la Torre de Aragón. 

Fue construida, sobre un primitivo castro celtíbero dominante del valle del río Gallo, por los árabes, que en ella fundamentaron la esencia de un reino taifa, pero con su personalidad propia. A mediados del siglo XI, cuando el Cid Campeador pasa por aquellas alturas, en su camino desde Burgos hacia Valencia, le recibe Abengalbón, rey moro de Molina, y le alberga en su castillo-palacio, posiblemente en esta misma torre. 

Tras la reconquista del territorio, por parte del rey aragonés Alfonso I el Batallador, y de su paso a pertenencia de la familia Lara, que aquí fundamentan su señorío, en la primera mitad del siglo XII, esta torre sería reconstruida. 

Probablemente fuera el rey don Ramiro de Aragón quien iniciara esta construcción, con idea de fortificar y dominar el paso de su reino al de Castilla, pues sólo con ese edificio bastaba para sus fines. Pero con seguridad sería el primer conde, don Manrique, y desde el momento -año 1129- de su asentamiento definitivo como señor de Molina, comenzó a levantar torres y murallas. 

Sus descendientes, los condes don Pedro, don Gonzalo y doña Blanca, se dedicaron a reforzarlo e ir completando detalles. Esta última, quinta en la lista de los señores molineses, puso su energía bien patente en muchas actividades de la ciudad del Gallo. Fundó templos y construyó monasterios. Peleó cuando hizo falta y no cejó en la tarea de engrandecer a Molina y su territorio por todos los medios a su alcance. 

El elemento superior de la fortaleza, su torre, es un fortín singular por sí mismo, semejante a una torre albarrana y lo más antiguo del edificio. De planta pentagonal apuntada hacia el norte, guarda tres altos pisos unidos por una escalera y coronados por terraza almenada. Se rodea con un recinto externo de alto murallón, y se comunicaba con la torre por una sinuosa coracha o túnel, ya hundido y hoy con visos de trinchera. La silueta inmensa, coloreada de rojos sillares en cada una de sus múltiples esquinas de este alcázar medieval, es un estandarte magnífico que puede llevar la tierra molinesa como explicativo de su historia.

Su capacidad defensiva es pareja a la función de vigía. Es curioso señalar que su planta pentagonal no se corresponde con su interior, que tiene cuatro paredes. Esto significa que el fragmento de torre que mira al norte-nordeste, el que apunta hacia Aragón, y que está peor defendido por tener frente a sí las llanuras de la Sexma del Campo, está construido en forma de proa, muy macizado y por lo tanto resistente a los bombardeos. 

La torre, hoy convertida en “Centro de Interpretación” del conjunto de la alcazaba, se rodea de un alto muro que la convertía en “donjon” de estilo francés. Se penetra a ese recinto interior, que puede recorrerse en todo su trazado, descubriendo además elementos aparecidos durante la restauración: niveles salvados mediante escaleras de piedra, subida al adarve almenado, horno para cristal, acequias talladas y otros curiosos detalles que nos hablan claramente de la historia de la torre, en la que fueron protagonistas los Lara, pero que también sufrió avatares durante las guerras fronterizas con Aragón, en la Guerra de la Independencia, que fue ocupada por el ejército de Napoleón, y en las guerras carlistas. 

El interior, al que se accede hoy por su auténtico portón de entrada, aunque en épocas de guerra solo podía entrarse a través del orificio abierto en el primer piso, por medio de escalas móviles de mano, es un delirio espacial, por el asciende, entramada en madera, la escalera que con sus 78 escalones nos permite subir a la terraza. 

Fuentes: Castillos del Olvido
                castillos.net
                garcilanga (Fotos)

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