jueves, 27 de febrero de 2020

Castillo-Palacio de Galiana (Toledo, Toledo)


El Castillo-Palacio de Galiana se encuentra situado en la llamada Huerta del Rey, a las afueras de la ciudad de Toledo, capital de la Comunidad de Castilla-La Mancha. 

El edificio que conocemos hoy en día como Castillo-Palacio de Galiana se corresponde casi con total seguridad con la almunia del rey de la Taifa de Toledo al-Ma´mun (1043-1075), cuyos verdaderos palacios regios se asentaban en la zona donde hoy se sitúa el Convento de Santa Fe. 

Tras la conquista cristiana pasó a denominarse almunia real o Huerta del Rey, nombre que aún conserva. El primitivo edificio islámico sufrió grandes y sucesivos destrozos por causas diversas, entre las que destacan, debido a su situación en la vega extramuros de la ciudad fortificada, las incursiones de ejércitos almohades y almorávides en los siglos XI y XII, o también de tropas cristianas que allí acamparon en 1212 para hacer frente a los almohades. 

Pero según parece el edificio original no fue completamente destruido de modo que el palacio mudéjar que ha llegado hasta nuestros días utiliza en gran medida la estructura de la edificación islámica, de tal forma que la obra mudéjar fechada en el siglo XIII -a la que siguió probablemente otra posterior en el XIV- consistió básicamente en la reparación de los lienzos más deteriorados y, sobre todo, en labores decorativas entre las que destacan yeserías, zócalos y arquillos de ventanas. 

Todo ello se deduce de la observación detallada de la planta del edificio, típicamente islámica, compuesta por salas de recepción conectadas con una espaciosa alberca y todo ello rodeado de jardines. Las fuentes documentales islámicas citan a Ibn Wafid y a Ibn Bassal como diseñadores de los jardines. 

La propiedad del Palacio de Galiana pasó en 1385 al Convento de Jerónimos de la Sisla por donación del rey Juan I. Los monjes venden el edificio en 1394 a Beatriz de Silva -esposa de Alvar Pérez de Guzmán-, fecha en la que debió hacerse la segunda reforma mudéjar pues se conservan escudos de los Silva y de los Guzmán en la yeserías. 

Pero lo que convierte a este lugar en un emplazamiento legendario y de bellísimas evocaciones es la leyenda que narra los amores de Carlomagno con Galiana, la hija del rey musulmán Galafre. La leyenda tiene su origen en el cantar de gesta francés denominado Mainet o Mainete, en la que se narra la llegada de Mainet con sus franceses a Toledo -Mainet es el nombre que toma el joven Carlos para vivir de incógnito en Toledo, donde va desterrado- y que el rey moro lo hospedó “...en su alcázar menor, que llaman agora los palacios de Galiana, que él había hecho muy ricos a maravilla, en que se toviese viciosa aquella su hija; e este alcázar o el otro mayor eran de manera hechos que la infanta iba encubiertamente de uno al otro cuando quería...”. Se refería pues a los verdaderos palacios regios, hoy Convento de Santa Fe. 

Según Menéndez Pidal, el nombre de Galiana hace referencia a la Vía Galliana, es decir, el antiguo camino romano que unía Toledo con las Galias -Francia- arrancando en los mencionados palacios regios para salir de la ciudad por la Puerta de Perpiñán y el Puente de Alcántara, y que pasaba por Guadalajara y Zaragoza hasta cruzar los Pirineos en el Summo Portu (Somport) de Canfranc. 

Pero es en el siglo XVI cuando tal vez por las modificaciones en estos palacios convertidos en conventos y por el arraigo de la leyenda carolingia de Mainet se menciona por vez primera a la almunia real o Huerta del Rey, también junto a la senda Galiana, como los Palacios de Galiana. 

El recuerdo de los ingenios árabes presentes en esa almunia, donde algunos autores ubicaban las clepsidras de Azarquiel y las albercas que se llenaban o vaciaban en ciclos perfectos de 29 días según los meses lunares, o la cúpula o “qubba” por la que se deslizaba el agua creando maravillosos reflejos hicieron acrecentar su fama legendaria. 

También en el Palacio de Galiana se localiza otra leyenda, la de la Mano Horadada, que cuenta cómo estando Alfonso VI alojado como huésped de Al-Ma´mun en esta almunia, escuchó una conversación del rey árabe con sus ministros sobre cuál era el flanco más débil de la ciudad. Alfonso se hizo el dormido y Al-Ma´mun quiso asegurarse de ello, por lo que en voz baja para no despertarle pero suficientemente alta para que lo oyera si se hacía el dormido pidió que le trajeran plomo fundido. Le acercaron el metal hirviendo y logró no inmutarse hasta que le derramaron el plomo, momento en el que gritó de dolor por el agujero que ello le provocó en la mano que tenía extendida. Al-Ma´mun quedó tranquilo pensando que no les había escuchado, pero según la leyenda, poco después Alfonso entró a la ciudad por ese flanco. 

Fuente: Castillos del Olvido

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