miércoles, 19 de febrero de 2020

Castillo de Alcolea de las Peñas (Guadalajara)


El Castillo de Alcolea de las Peñas se encuentra situado en las cercanías de la población homónima de la provincia de Guadalajara (Castilla-La Mancha). 

La localidad de Alcolea de las Peñas, ha estado ocupado desde la prehistoria, ya que está documentado el asentamiento humano al menos desde el Calcolítico. Durante la Alta Edad Media va a tener un protagonismo significativo al formar parte de la frontera media de Al-Andalus. En las fuentes documentales de la época aparecen referencias a varias de las algaradas o razzias sobre este territorio por parte de los reinos cristianos, además Alcolea de las Peñas es un municipio localizado al norte de la provincia de Guadalajara, junto al límite con la vecina provincia de Soria. 

Dentro de este contexto surge el aprovechamiento de la eminencia rocosa de Alcolea como punto fortificado, cuya función sería la de controlar el paso del valle del río Alcolea, itinerario secundario para alcanzar el valle del Henares, dejando de lado los puntos fortificados más importantes como Riba de Santiuste y Atienza, pues se trata de uno de los pocos pasos que permiten cruzar la sierra en sentido norte- -sur, esquivando el control de estos otros enclaves. Atienza, que según rezan las fuentes fue centro del poder andalusí en esta época, habría de ejercer el control de todos los pasos del entorno, sirviendo como primer  “cortafuegos” ante cualquier incursión norteña. Este control, y la posible dotación de estos enclaves, debió ser poco efectiva a juzgar por las diversas razzias antes comentadas. 

El conjunto fortificado está localizado al este del casco urbano de Alcolea de la Peñas, configurándose como una eminencia de roca arenisca orientada hacia el valle del río Alcolea. Este punto fortificado, ofrece un alto nivel de control visual sobre el espacio circundante, al tiempo que supone un hito topográfico en el paisaje, ejerciendo su dominio sobre uno de los escasos pasos naturales de la sierra hacia el sur. La fortificación se compone de dos espacios diferenciados, uno exterior, localizado en la parte superior de la roca, y otro interior, horadado en el afloramiento de arenisca, bajo el primero. 

Exteriormente se observa como todos los bordes de la roca han sufrido modificaciones para acentuar su verticalidad, lo que pone de manifiesto un objetivo predominantemente defensivo. En el ámbito de estas actuaciones sobre la roca encontramos en el lado oeste del conjunto un acceso escalonado orientado a la plataforma superior, que se interpreta como el ingreso primitivo, ya que el otro acceso existente, que es directo al espacio interior, se ha efectuado en época contemporánea. 

La plataforma superior del conjunto está caracterizada por la localización de diversos sistemas de apoyo de construcciones de  tipo perecedero, fundamentalmente huellas para el encastre de grandes postes distribuidos a lo largo de los bordes exteriores del afloramiento, fundamentalmente en su lado occidental. La función de estos postes sería la de servir como apoyos fundamentales de una empalizada de madera que, junto a otras obras construidas en mampostería, supondría elevar la capacidad defensiva del sitio. 

Los restos conservados de muros de mampostería son muy escasos, encontrándose los más antiguos sobre el borde este de la roca. Por otro lado también se conservan  modificaciones de la roca que han servido como cimentaciones para muros aparejados en mampostería. Además de las obras de compartimentación, tanto muros como empalizadas, cabría destacar en la superficie de la roca las “sendas” excavadas que permiten el tránsito por el borde exterior del conjunto. Además, una de estas sendas conduce al acceso histórico que comunica con el interior del conjunto fortificado. 

El espacio interior se compone de dos niveles excavados en la roca, comunicados entre si por un corredor descendente. El nivel superior (Nivel 1) presenta una planta irregular compuesta de una gran estancia, desde la que parten varios pasillos: dos de ellos comunican este espacio con el exterior, mientras que un tercer pasillo desciende hacia el nivel inferior o Nivel 2, conocido como popularmente como “El Calabozo”. Este Nivel 2 está compuesto por una única estancia, de planta más regular y reducidas dimensiones, que presenta un único punto de luz, excavado en la pared de la estancia. De la misma manera, en el extremo opuesto, se abre un orificio en el suelo a modo de letrina. 

La adcripción cronología altomedieval para este conjunto se fundamenta tanto el topónimo Al-qula’ya, (diminutivo de al-qal’a, castillo o fortaleza), que relaciona este enclave con el periodo andalusí, documentado por las fuentes y otros hallazgos arqueológicos. También se puede fundamentar esta cronología en la razón de ser de esta fortificación en este lugar determinado, puesto que su clara funcionalidad se adivinaría obsoleta a partir de que esta zona dejara de ser fronteriza a partir de finales del siglo XI, al no existir a priori la necesidad de proteger y fortificar todos los pasos norte-sur y, en especial, un paso secundario como este. 

En cuanto a su tipología y sus aspectos constructivos, como ocurre con todos los ejemplos de edilicia rupestre, es difícil hacer aproximaciones, puesto que la adaptación de la construcción a los recursos disponibles es crucial y condiciona enormemente la configuración de tipologías. Existen otros sitios de tipología similar localizados fundamentalmente en el Alto Aragón que, sin ser exactamente iguales, ya que carecen de fases subterráneas, presentan características análogas que apoyan esta aproximación cronológica. 

Fuente: Castillos del Olvido

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