El Castillo de Torija se halla situado en la población homónima de la provincia de Guadalajara (Castilla-La Mancha).
Situado
en lo alto de un cerro formado por el valle donde discurre el arroyo
Torija, arroyo que da nombre también al municipio y al castillo. La
palabra Torija, procede de la palabra latina turrícula, o
torrecilla. Fue ya desde tiempos de los romanos un lugar de
vigilancia de un camino que a lo largo de los siglos se ha mostrado
fundamental en la comunicación entre dos regiones netamente
definidas como Aragón y Castilla.
Con
el carácter de pequeña torre de vigía permaneció siglos. Apenas
quedan noticias de su etapa árabe. Tras la reconquista de la zona
por Alfonso VI en 1085, dice la leyenda que tuvo la posesión de
Torija la Orden de los Templarios, quienes aquí instalaron convento
y mejoraron algo la fortaleza.
En
el siglo XIII, el Alfonso XI entrega el lugar a Don Alonso Fernández
Coronel, uno de los valerosos capitanes que actuaron en la batalla
del Salado. Muerto este caballero por orden de Pedro I el Cruel, pasó
a posesionarse de Torija Don Iñigo López de Orozco, gran magnate de
la Alcarria hacia la mitad del siglo XIV. El nuevo rey Enrique II
entregó Torija en premio a Don Pedro González de Mendoza. En 1380,
figura Torija en el mayorazgo que este magnate funda a favor de su
hijo Don Diego Hurtado, futuro almirante de Castilla.
En
el reinado de Juan I, y ante las continuas demandas de su derecho,
pasó nuevamente castillo y lugar a la casa de los Coronel, en la
persona de doña María Coronel, hija del primero de sus dueños. Ya
en el siglo XV Don Fernando el de Antequera, regente de Castilla,
donó Torija a su copero mayor Pedro Núñez de Guzmán, de quien
pasó a su hijo Gonzalo de Guzmán, conde de Gelves.
En
1445, los inquietos infantes de Aragón, primos del rey Juan II de
Castilla y poderosísimos señores feudales en este reino, se
apoderaron de Torija y de su fortaleza, haciendo la guerra desde él
a otros lugares importantes de la Alcarria, llegando a sitiar
Brihuega, y a bajar amenazantes hasta el mismo Alamín de
Guadalajara. Juan de Puelles, capitán del ejército de los
revoltosos infantes, defendió el castillo cuando fue atacado por el
arzobispo toledano Alfonso Carrillo y el marqués de Santillana,
Iñigo López de Mendoza. Los ejércitos de ambos señores
mantuvieron un cerco de varios años, tras los cuales se rindió
honrosamente el navarro, en 1452.
Pasó
luego a la casa de los Mendoza: su primer señor, el marqués de
Santillana. Uno de sus descendientes, Don Bernardino de Mendoza,
encabezó un mayorazgo que incluía sus títulos y la villa de Torija
y su castillo fortaleza. Esta estirpe mendocina, aunque habitualmente
residió en Guadalajara y posteriormente en Madrid, mantuvo siempre
un gran cariño por su castillo alcarreño, manteniendo un alcaide a
su cuidado. Todavía en 1810, una avatar histórico impuso su casi
total hundimiento. En ese año, encendida la Guerra de la
Independencia contra los franceses, el guerrillero Juan Martín el
Empecinado lo dinamitó para evitar que pudiera ser utilizado por el
enemigo.
El
edificio es de planta cuadrada, con tres torreones esquineros de
planta circular y una torre cuadrada, la de mayores dimensiones, que
es la del Homenaje. Un recinto exterior servía de defensa a todo el
conjunto. Las cortinas laterales se rematan en una airosa cornisa
amatacanada, formada por tres niveles de mensuladas arquerías, hueca
la más saliente, que sostenía el adarve almenado, del que solo
algunos elementos quedan hoy a la vista. A lo largo de sus muros, se
abren puertas, ventanas de remate semicircular en el suroeste y
saeteras en el nivel inferior. También los torreones esquineros
ofrecen en parte su cornisa amatacanada, aunque ya desprovistos del
almenaje que en su día tuvieran. Muestra en el centro de los muros
unos garitones apoyados sobre círculos en degradación, que le dan
un aspecto defensivo.
La
gran Torre del Homenaje es el elemento más llamativo de este
castillo. Se alza en el ángulo oriental, como un apéndice de la
fortaleza, con la que sólo tiene en común el cubo circular de ese
ángulo, a través del cual se penetra en la referida torre. Es de
gran altura, con sus muros apenas perforados por escasos vanos, y
unos torreoncillos muy delgados adosados en las esquinas, que en las
meridionales son apenas garitones apoyados en circulares basamentos
volados. Se remata la altura de esta torre con una cornisa
amatacanada forma da también de tres órdenes de arquillos, y sobre
ella aparece el adarve del que apenas quedan algunas almenas.
Al
comedio de sus muros aparecen garitones, y la cornisa también
continúa sobre las torrecillas esquineras. Se podía llegar a ella
por el primer piso. A la parte superior, se accedía por una escalera
de madera que se movía pero que ahora está fija. El interior de
esta Torre del homenaje muestra hoy todos sus pisos primitivos. En
ellos se alberga el Museo del Viaje a la Alcarria, el libro que
escribiera Camilo José Cela hace 50 años describiendo esta comarca
castellana.
La
fortaleza de Torija tenía, y todavía se ven algunos restos, un
recinto exterior o barbacana de no excesiva altura, que seguía el
mismo trazado que el castillo propiamente dicho. En la parte norte,
que da sobre la plaza, al ser más llana y por lo tanto más
fácilmente atacable, estaba dotado de un foso por fuera de dicha
barbacana, que recientemente se ha excavado. La entrada a la
fortaleza se hacía por esta cara norte, atravesando el foso por
medio de un puente levadizo.
El
material utilizado a lo largo de esta imponente construcción es la
piedra. Se usa la técnica del sillarejo trabado muy fuerte, es
decir, piedra labrada toscamente uniendo unos pedruscos con otros por
medio de cal. Al haber sido restaurada, se puede distinguir
perfectamente la parte más moderna de la más antigua ya que la
tonalidad de sus piedras es distinta.
En
el siglo XIX, con la guerra de la Independencia, el castillo fue
prácticamente destruido. Posteriormente, el edificio fe siendo
restaurando parte por parte. A finales del siglo XX, se derrumbó una
de las estructuras de los ángulos pero ya está restaurada. La
restauración de la Dirección General de Bellas Artes en los años
sesenta y de la Diputación de Guadalajara más recientemente, ha
posibilitado la recuperación de la antigua prestancia y carácter de
esta fortaleza, que hoy luce entre las más bonitas de la provincia
alcarreña.
En
1995, el castillo acogió entre sus muros, concretamente en la torre
del homenaje, una recopilación de los aspectos más importantes del
premio Nobel de Literatura Camilo José Cela y a su libro Viaje a la
Alcarria. Desde entonces, se encuentra ahí un museo dedicado a Cela,
autor de títulos como La familia de Pascual Duarte o La Colmena. Hoy
en día, está totalmente restaurado, es de propiedad municipal y
alberga un museo y es sede de actos culturales.
Fuente: Castillos del Olvido
Galería:
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