Los restos del Castillo de Villafuerte, también llamado Castillo de Don Álvaro de Luna, se encuentran situados en un cerro que domina la población de Cañete, en la provincia de Cuenca (Castilla-La Mancha).
Cañete es una de las poblaciones desgraciadamente más desconocidas de las que son villas y además están declaradas como Conjunto Histórico-Artístico de la Comunidad de Castilla-La Mancha. Cañete se enclava en el centro de la Serranía de Cuenca, cercada de montañas y profundos barrancos surcados por el río Cabriel y sus afluentes.
Durante los primeros años de la dominación árabe –inicios del siglo VIII-, se mantuvo la antigua circunscripción territorial conocida como la Cora de Santaver (mantenida de los tiempos romanos y visigóticos) que llegaría a ser controlada por pastores bereberes de la poderosa familia de los Banu Zennun, asentada en las inmediaciones de Cañete. Hacia el siglo X los califas de Córdoba aumentan su control sobre esta zona, ampliando la alcazaba y sus importantes murallas (que han quedado en su configuración original hasta nuestros días).
Entre 1187 y 1190 Cañete cayó en poder del feroz Señor de Albarracín -Pedro Ruiz de Azagra- que entregó la fortaleza al rey Alfonso VIII de Castilla y fundó una iglesia que hizo depender del obispado de Cuenca; la Orden de Calatrava y el Señor de Molina de Aragón fundaron otras dos iglesias. Huidos muchos musulmanes y siendo lugar fronterizo en continuo peligro, en 1218 recibió el Fuero de Moya para incentivar su repoblación.
Su situación de plaza fronteriza debió de llamar la atención del rey Alfonso X el Sabio, que mencionó a Cañete en dos de sus bellas cantigas. En 1285 Sancho IV le concede el acta de villa, pero no un término municipal suficiente. Este hecho consolida el problema de campos de cultivo, pastos y leña, que debían de proceder de tierras comunales de la villa de Moya o de poblaciones del reino de Valencia, manteniendo los pobladores de Cañete continuos enfrentamientos con los de aquellos lugares.
Ya en la segunda mitad del siglo XIV, Enrique II entrega la ciudad a Don Álvaro Martínez de Luna, noble aragonés y Copero Mayor del rey. En 1390 nace en Cañete Don Álvaro de Luna, hijo bastardo del señor homónimo de la villa, que luego acumularía los honores de Condestable de Castilla, Gran Maestre de la Orden de Santiago y valido del rey castellano Juan II.
A finales del siglo XIV Cañete pasa ser controlada por la familia Hurtado de Mendoza, de cuyo linaje nacerá el marquesado de Cañete en 1490. Se trató de la época de mayor esplendor de la villa, construyéndose los monumentos más importantes que atesora.
En el siglo XVI dos marqueses de Cañete –Don Andrés y Don García Hurtado de Mendoza– fueron virreyes del Perú, fundando con el nombre de Cañete poblaciones en las actuales repúblicas de Perú y Chile.
Cañete fue una población que simpatizó con el pretendiente carlista, siendo ocupada por el general Cabrera entre 1834 y 1837, fortificándose y defendiéndose reiteradamente frente a los liberales. La villa de Cañete no sufrió destrucciones considerables durante la guerra de 1936, aunque en sus alrededores se conservan numerosas trincheras y otras fortificaciones del período. Durante la Guerra Civil fue guarnición republicana de retaguardia del cercano frente de Teruel, siendo pieza importante en la logística de las operaciones en torno a la ciudad.
Su castillo es de origen andalusí que tuvo varias ampliaciones, sobre todo tras la conquista castellana. Las últimas reformas son del siglo XIX, de las Guerras Carlistas. Se alza en lo alto de un escarpado, estrecho y largo cerro, dominando la población, junto al río Mayor del Molinillo.
Un castillo enorme, por sus dimensiones y su historia. A cien metros de altura sobre la población, y con un recinto de más de doscientos metros de largo. Está datado en el siglo X, siendo una fortaleza islámica, pensada para constituir una ciudad militar. El castillo corona la cima de encrespados peñascos. Desde el castillo descienden las murallas que defendían y cerraban totalmente la villa y son de mampostería cuidada. Muy interesante y original es la Puerta de San Bartolomé o del Portillo, del siglo X, único ejemplar que queda en la provincia en forma acodada de tipo bizantino-musulmán.
Fue construido en época visigoda, a comienzos del siglo VII. En 1390 nació en él el condestable don Álvaro de Luna. El castillo es una ciudadela medieval de planta poligonal a distintos niveles. Pero la inmensa mayoría de los restos visibles datan básicamente de los años del Califato cordobés, quizás primera mitad del siglo X. En los siglos XIV y XV, bajo los Hurtado de Mendoza, marqueses de Cañete, se ampliaron y reforzaron muros y se abrieron troneras y buzones para artillería y armas de fuego. La fortaleza estuvo en perfecto uso hasta muy avanzado el siglo XVI.
Comenzó después un largo proceso de abandono interrumpido por el episodio de las guerras carlistas. Durante 1874, el ingeniero militar carlista Augusto Von Goeben efectuó una serie de profundas transformaciones. Tras el conflicto se reanudó el expolio de sus materiales por parte de los vecinos, convirtiéndolo en la inagotable cantera de la población y acelerando la ruina en la que ha llegado a nuestros días. Se encuentra en estado de ruina progresiva.
Fuente: Cuenca,Cultura y Naturaleza
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