El Castillo de Ucero es una fortaleza medieval templaria situada en el municipio del mismo nombre en la provincia de Soria (Castilla-León).
Situado
sobre un promontorio rocoso en la orilla del rio Ucero, cerca de su
nacimiento, domina el amplio espacio de los valles de los ríos Lobos
y Chico, y se alza sobre la villa que le da nombre. Cerca se halla el
famoso Cañón del Río Lobos, cuya parte final es totalmente visible
desde la fortaleza.
El
acceso es tan impresionante como el propio castillo, que aún en la
actualidad y con el empobrecido estado de ruina en que se halla,
llama la atención por su inmensidad y espectacularidad, y sorprende
en cuanto se hace visible al bajar la Cuesta de la Galiana. Una
particularidad interesante del castillo es la similitud que guarda
con el Castillo de Villa Rey de MIranda del Castañar, debido
posiblemente a la construcción coetánea de ambos en el siglo XII
por la Orden del Temple. Desde el núcleo urbano de Ucero, se llega
al castillo después de cruzar el río por un camino que se va
hundiendo entre paredes rocosas sobre las que, a mano izquierda según
se sube, se alza la construcción de la fortaleza y de la ermita
asociada a la misma.
El
lugar aparece nombrado por primera vez en el año 1157cuando Alfonso
VII ubica la villa de Sotos de Suso entre Oxuma y Ucero, y hay datos
que indican que el castillo ya existñia en el siglo XIII. La
vinculación de los templarios con la zona es muy fuerte. Se estima
que el importante Convento de San Juan de Otero, ya extinguido,
estaba ubicado cerca de la Ermita de San Bartolomé, la cual es
también templaria. Hay constancia que en el año 1170 ya estaba
asentada la Orden del Temple en estos lares al estar documentado un
litigio entre la Orden del Temple y la de Calatrava, donde se cita el
Convento de San Juan de Otero.
Alejandro
Aylagas señala a Juan González de Ucero como primer Señor del
castillo en el año 1212 y asegura que era un asentamiento templario
desde Alfonso I de Aragón. Juan González de Ucero participó en la
Batalla de las Navas de Tolosa al lado de su rey Alfonso VIII, y fue
proclamado señor de la villa por aquella acción. La villa y el
castillo perteneció posteriormente a Juan García de Ucero, esposo
de María de Meneses, y a la muerte de aquel su esposa lo heredó y
se lo entregó a la hija ilegítima que tuvo con el rey Sancho IV de
Castilla, Violante Sánchez de Castilla.
En
un documento emitido el 13 de noviembre de 1325 en Aviñón, el papa
Juan XXII encomendó al arzobispo de Toledo, Juan de Aragón, que
siguiera el pleito que mantenían Violante Sánchez y el obispo de
Osma, Juan Pérez de Ascarón, por la posesión del señorío de
Ucero, que, según ella, le pertenecía legalmente por herencia de su
madre y había sido ocupado y retenido ilegalmente por el obispo de
Osma desde, según él, lo comprara el 23 de mayo de 1302 por 300.000
maravedís, junto con otras propiedades, a los albaceas de Juan
García de Villamayor, según una escritura de venta publicada en el
tomo II de las Memorias de Fernando IV de Castilla. Aún así,
Violante Sánchez continuó considerándose la propietaria legal del
señorío y en el año 1327 lo donó, junto a todas sus posesiones, a
la Orden de Santiago, obviando que el señorío de Ucero pertenecía
desde 1302 a los obispos de Osma.
En
el siglo XVI el castillo es reconstruido por orden del obispo Pedro
de Montoya. Otro obispo de Osma, Honorato Juan, coloca su escudo de
armas sobre la entrada principal de la fortaleza en el siglo XVII. De
esta manera la utilización del castillo por el obispado de Osma fue
muy dispar, desde mansión palaciega para los obispos, que acudían a
solazarse con la pesca de la trucha en el acotado río Ucero hasta
cárcel para clérigos.
La
fortificación consta de un triple recinto amurallado protegido por
un foso. El acceso se realizaba por una serie de rampas y un puente
levadizo. La defensa se completa por el lado sur con un muro. A ese
mismo lado, se construyó una ermita separada de la edificación
defensiva, pero relacionada con ella. El castillo disponía de una
puerta de acceso que queda enfrente de la ermita, que podría
corresponder a la de Nuestra Señora de la Villavieja. Poseía un
aljibe del que quedan restos, y una zona de estancias en donde hoy en
día se observan los encajonamientos de las vigas de los muros.
La
Torre del Homenaje se mantiene erguida y en relativo buen estado.
Tiene las esquinas de sillería y está rematada por una hilera de
ménsulas que soportaban el almenado. Hay una ventana ojival con
moldura decorada con dos gárgolas asimétricas. En el exterior hay
varias gárgolas: una de ellas tiene tres figuras y la otra tiene una
figura que está sujetando algo mientras que sobre ella se puede ver
un águila agarrando una serpiente. El techo de la torre es una
bóveda ojival que tiene restos de pinturas y está apoyada en
modillones decorados con cabezas y personajes. En la clave de esta
bóveda hay un “agnus dei ”, figura de un cordero que algunos
estudiosos encuadran dentro de la simbología templaria.
Hay un pasaje subterráneo que baja desde el castillo al río Ucero
recorriendo en zig-zag la ladera del cerro. La finalidad del mismo
era la de tener acceso al agua del río en caso de asedio. El pasaje
está en parte derrumbado, pero hay algunas secciones practicables.
Está construido excavando el hueco en el suelo y cubriéndolo con
lajas de sillarejo y calicanto, con una anchura de 1,16 m. y una
altura que varía entre los 2,13 y los 1,50 metros.
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