El Castillo de Anguix se halla situado en las cercanías de la población homónima de la provincia de Guadalajara, Comunidad de Castilla-La Mancha.
Se
alza sobre un cerro de cierta altura, cercano al río Tajo y al
denominado Mar de Castilla, asentado en la roca, y recortada ésta
formando un desfiladero de amplias dimensiones, custodiando desde su
atalayada altura los caminos de la comarca que se extiende a poniente
de las Entrepeñas, en plena Alcarria, algo alejado de la localidad
de Anguix.
Su
historia se remonta a época árabe, que es cuando empieza a aparecer
en las crónicas. Abderramán III cita en sus famosas crónicas la
zona donde se sitúa la fortaleza de Anguix, haciendo referencia a la
impresionante morfología de la zona, con desfiladeros de gran
profundidad y peñas recortadas. Junto a esto destaca también la
referencia que hacen las fuentes al salto que realiza el Tajo a su
paso por la zona.
Su
reconquista acaeció entre los años 1085-1117. La historia de esta
fortaleza es la de su territorio en torno, que fue siempre disputado
entre diversos señores feudales y familias influyentes de la comarca
alcarreña. El término o heredad de Anguix pasó durante la Edad
Media, por donación del Rey Alfonso VII, al caballero toledano
Martín Ordóñez, quien llegó a poseer amplias propiedades en la
parte baja de la Alcarria. Se adueñó de este terreno en 1136, y por
entonces se levantó el primitivo castillo.
La
viuda de este Martín Ordóñez entregó la fortaleza, en 1174, a la
Orden Militar de Calatrava, que a la sazón ya comenzaba su
asentamiento también en estas norteñas tierras, y cuya encomienda
de Zorita extendía por el Tajo y sus afluentes una notable
influencia.
En
el siglo XIV, encontramos otra vez a Anguix en la propiedad del rey
castellano, incluido jurisdiccionalmente en el Concejo de Huete.
Alfonso XI se lo regaló a su montero Alfón Martínez, y su hijo
Lope López, al casar con una Carrillo, lo transmitió a esta familia
de poderosos y revoltosos nobles, vecinos de Huete. Así, a lo largo
del siglo XV, lo veremos en la posesión de Juan Carrillo y de su
hermano Luis. En 1464 toma esta fortaleza para sí el rey Enrique IV,
posiblemente por compra. Pero en 1474 se lo entrega a su camarero
mayor, Lope Vazquez de Acuña, también de la familia de los
Carrillo, y muy heredado por las riberas del Tajo.
Finalmente,
este noble se lo vendió, en 1484, al primer conde de Tendilla, Don
Iñigo Lopez de Mendoza. En la casa de estos magnates continuó ya en
pacífica posesión durante muchas generaciones y largos siglos. Fue
en 1847 que adquirió por compra el territorio entero, y la fortaleza
incluida, Don Justo Hernández, vecino de Brihuega. Luego pasó a ser
propiedad de una conocida familia mondejana.
Anguix
es un torrejón, en el sentido de fundamentar su estructura en torno
a la torre del homenaje o primitiva fortaleza. La planta actual es de
tipo pentagonal, y ofrece murallas muy elevadas, de unos seis metros
de altura, con restos de torreones cilíndricos en las esquinas, y
otro hacia el medio de la cortina de poniente, que abomba y amplía
con su desarrollo lo que fue primitivamente una estructura
paralepípeda.
Tenía
un recinto exterior con barbacana más baja que le circundaba por los
costados de poniente y mediodía, los más facilmente accesibles a la
hora de un ataque, mientras que por sus lados de levante y
septentrión, lo abrupto y pendiente del apoyo impedía cualquier
ofensiva a ese nivel.
En
el interior, muy irregular hoy por los sucesivos derrumbes y la
acción del tiempo, se encuentra aún la entrada a un aljibe que
ocuparía el patio central. Este patio era muy pequeño, pues la
fortaleza no llegaba a alcanzar los 25 metros de longitud en su eje
más largo.
Sobre
la esquina suroeste de la fortaleza se alza la fuerte torre del
homenaje, que constituye lo más destacado de todo el conjunto
arquitectónico. Esta torre se conserva hoy en una situación
bastante aceptable, y confiere al edificio su prestancia antañona y
fuertemente evocadora. Su planta es cuadrada, de elevación superior
que el resto de los muros del castillo, 18 metros, y posee en sus
cuatro esquinas otros tantos cubos circulares. Se supone que tuvo
cuatro pisos aunque en la actualidad sólo se conservan tres.
El
acceso a esta torre se realizaba por una puerta de estilo gótico, a
continuación de la cual había una escalera. En la torre aún quedan
algunos ventanales amplios, con asientos de piedra adosados al muro,
desde los que puede gozarse de una vista panorámica excepcional
sobre el curso del río Tajo. En el interior aparecen dos ventanas
con arco rebajado. Una escalera de caracol lleva a la terraza. En su
centro, todavía hoy se ve un orificio redondo por el que se podía
establecer comunicación con el recinto inferior, totalmente cerrado
en su origen, y hoy accesible gracias a un boquete abierto en la
parte baja de la torre. Se trataba de un aljibe, aunque también
pudiera ser un calabozo. Existía también un pozo que hoy se ha
perdido.
De
cualquier manera, y a pesar de no tener una excepcional importancia
en el aspecto arquitectónico, el castillo de Anguix es una de las
piezas más bellas del nutrido plantel de los castillos de
Guadalajara.
El
material que se utiliza para la construcción de esta maravilla
arquitectónica es la piedra, usando la técnica del sillarejo, es
decir la elaboración escasa o nula de la misma. La piedra se utiliza
en la mayoría de estos edificios pues es un material de enorme
dureza y de fácil adquisición debido a su abundancia en la
naturaleza.
Debido
a los avatares históricos nos ha llegado en evidente estado de
ruina. Con las tropas austriacas y concretamente con la batalla de
Villaviciosa, el edificio perdió algunas de sus partes. El piso
superior de la torre Homenaje se destruyó por completo al igual que
otras partes interiores y exteriores del edificio. A pesar de sus
pérdidas todavía se puede observar su majestuosidad.
Fuente: Castillos del Olvido
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