domingo, 24 de noviembre de 2019

Castillo de Burgos (Burgos)


El Castillo de Burgos se encuentra en la capital de la provincia homónima en la Comunidad de Castilla-León. Se alza en el llamado Cerro de San Miguel, dominando la bella ciudad castellana y desde el que hay una bellísima vista de la espectacular Catedral de Burgos. El castillo tuvo un papel importante en el devenir histórico de la capital burgalesa.

La pequeña fortaleza levantada durante el reinado de Alfonso III, en 884, año de la fundación de la ciudad. Se convirtió en gran alcázar Real, lugar de prisión, y lugar de alojamiento para notables huéspedes. La reconstrucción final del castillo fue a finales del siglo XV o a principios del siglo XVI. En 1813 los soldados de Napoleón lo volaron antes de abandonar la ciudad. 

Parece que edificó esta desaparecida fortaleza, a fines del siglo IX, el conde Diego Rodríguez Porcelos, por orden de Alfonso III el Magno, sobre el cerro que domina el valle del Arlanzón y la antigua calzada romana, para vigilar el paso de los musulmanes y oponerse a su avance hacia los territorios de Cantabria y de León. 

Después, a medida que las circunstancias lo exigieron, fue acomodándose la construcción militar a las necesidades palaciegas, convirtiéndose en lujoso alcázar en tiempos de Alfonso VII y de Alfonso VIII. En el siglo XV, durante la Alcaidia del Conde de Plasencia, aún se conservaba espléndidamente en una era de su prosperidad, pero, a finales del siglo XVI ya se acusa su decadencia, tiene que soportar varias reparaciones e incendios, y prosigue paulatinamente su ruina, hasta la completa destrucción el día 13 de junio de 1813, cuando queda desguarnecido de tropas y volado con explosiones de pólvora al abandonarle las fuerzas de Napoleón. 

Esta antigua fortaleza, levantada en lugar estratégico sobre la calzada romana que iba de Zaragoza a Astorga, para vigilar los movimientos de los sarracenos, no fue erigida precisamente para defender a la Corte de Castilla, sino como atalaya emplazada en un puesto avanzado para impedir el paso enemigo hacia el reino de León, y su origen primitivo; acaso proceda del siglo VIII, cuando Alfonso I y su hermano D. Fruela iniciaron la expansión de los cristianos en el territorio ocupado por los árabes. 

No queda nada visible de los principales elementos de esta fortaleza, solamente restos de algunos lienzos de murallas, cubos y puertas del recinto edificado después para completar la seguridad de su guarnición, la tranquilidad de sus vecinos y la solidez de una plaza militar. Los cubos son obras recientes, iniciadas con idea de reconstruir el grandioso castillo que presidió la historia burgalesa durante diez siglos. 

Las murallas de la fortaleza conforman dos recintos concéntricos. El interior está constituido por una muralla de gran potencia (2,30 metros de ancho) con torres distribuidas en su contorno, que actúan como elementos de defensa y contrafuerte. Hay torres de planta circular y rectangular, adosadas a la muralla y exentas (torre albarrana). 

La torre albarrana se unía a la muralla en su parte superior por un paso de madera o un arco. El recinto exterior es de menor altura y su función es dificultar el ataque directo al recinto principal. Esta muralla se complementa con otros elementos defensivos, como torre, foso y la propia topografía del terreno. 

El castillo carece de torre del homenaje, el elemento emblemático de los castillos medievales, y en su lugar se levantó un palacio que sirvió como residencia real (Palacio de Alfonso X). Los viajeros de otros tiempos describen el palacio como un edificio porticado con tres pisos abiertos al patio de armas; el interior esta decorado con motivos estucados mudéjares, algunos de los cuales podemos contemplar actualmente en el Arco de Santa María, entrada principal de la antigua ciudad medieval de Burgos. 

El pozo, una verdadera obra de ingeniería medieval, abastecía de agua a los moradores del castillo. Está formado por un cilindro central de 63,5 metros de profundidad, circundado por seis husillos con escaleras de caracol que se comunican entre sí mediante pequeños pasillos concéntricos al pozo, y cuya finalidad era el descenso al fondo del pozo para su limpieza y mantenimiento. Está realizado en su totalidad con sillares perfectamente escuadrados. 

Su fábrica es de piedra de sillería, quizás labrada entre los siglos XII y XIV. Las galerías, abiertas a una profundidad de entre 6 y 10 metros, tienen su origen en las minas y contraminas construidas con motivo de los asedios. Las más antiguas se remontan al siglo XV, pues se excavaron durante el sitio de 1476. Las galerías están conectadas con el pozo y la escalera de caracol. 

Frente a la puerta principal del castillo se levantaba el templo de Nuestra Señora la Blanca. Cuenta la tradición que el conde Diego Porcelos, fundador de la ciudad, mandó construir una pequeña iglesia en el lugar donde una imagen de Nuestra Señora, oculta en una cueva en lo alto del cerro, fue encontrada por su hija, doña Blanca. Muy pronto alcanzó, por sus milagros, gran fama y devoción entre los burgaleses, quienes dejaron pruebas de su fe en las numerosas tumbas y capillas labradas a su costa. Durante la Edad Media fue una de las parroquias más importantes de la ciudad. La iglesia permaneció activa hasta la Guerra de la Independencia (1808-1813). 

La voladura del castillo arrastró consigo al templo, quedando después agregados sus restos arquitectónicos y gran parte de sus bienes muebles a la parroquia de San Pedro de la Fuente, que se reconstruyó en estos años y en donde aún pueden contemplarse. Excavaciones arqueológicas recientes han permitido reconocer la planta románica de la iglesia y extraer materiales artísticos y de guerra que se exponen en el pabellón arqueológico del castillo. En los últimos tiempos viene celebrándose una romería en honor de esta Virgen, trasladando en procesión su imagen del siglo XVII desde la parroquia de San  Pedro de la Fuente hasta la campa de su antigua ubicación. 

Hasta mediados del siglo XX, el Cerro del Castillo y el cercano Cerro de San Miguel carecieron de cualquier tipo de cobertura vegetal, como correspondía a su condición de terrenos militares. Sin embargo, en 1954, estos montículos fueron declarados “zona forestal de utilidad pública”, iniciándose, en 1956, la plantación de árboles, sobre todo de coníferas. 

Fuente: Castillos del Olvido

Galería:









No hay comentarios:

Publicar un comentario