Los restos actuales del Castillo de Soria se encuentran situados en el llamado Cerro del Castillo, que corona por el sur la ciudad de Soria, capital provincial de la Comunidad de Castilla-León.
Fue
lugar de asentamiento desde tiempos remotos. La ciudad y por supuesto
dicho cerro fueron durante varias centurias la clave para el control
de los caminos que se dirigían a los altiplanos castellanos a través
de valle del río Duero. Aunque se descubrieron restos de un castro
celtibérico dependiente de Numancia de carácter defensivo, y existe
una dudosa referencia escrita de época árabe (868), cuando Sulayman
Ibn Abdus se sublevó contra el poder de Córdoba y se refugió en
Medina Soria, los primeros datos que nos constan sobre Soria y su
castillo es del año 1119, año en el cual los Anales Compostelanos
relatan que Alfonso I de Aragón, el Batallador, fue quien impulsó
y amplió el torreón y el recinto exterior, pues era punto
estratégico para el control fronterizo.
En
1196, Sancho el Fuerte de Navarra devasta Soria y Almazán y este
hecho es lo que probablemente le hizo determinar la necesidad de
fortalecer tanto el Castillo como la muralla. En los Siglos XIII y
XIV la fortaleza sería principal refrendatario de las rivalidades de
los reyes de Castilla y sus habitantes además de las guerras civiles
entre castellanos.
Fue
en el siglo XV cuando los nobles luchaban por el favor del rey y a
veces el dominio del Castillo, pues el alcaide del mismo era nombrado
por la Casa Troncal de Linajes de Soria. Esta situación fue
cambiando cuando una vez entrado el siglo XVI la relevancia que tenía
la buena situación de la ciudad y su fortificación era menor al
disiparse los conflictos existentes en los límites de Castilla,
Navarra y Aragón.
A
principios del siglo XVIII muralla y Castillo vuelven a ser
protagonistas durante la Guerra de Sucesión, retomando la ciudad su
papel fronterizo con Aragón. Durante la Guerra de la Independencia
el general Durán lo recupera de manos francesas pero ordena la
demolición de la fortaleza y las murallas para evitar que volviese a
caer en poder de otros enemigos. Después de la guerra todo el
recinto quedó deshauciado.
Actualmente
se ubica dentro del parque al que le da nombre, encontrándose
alrededor de él un verdadero mirador de la ciudad, un balcón
privilegiado donde poder contemplar y disfrutar de las distintas
vistas panorámicas: desde la zona más nueva con la Universidad y el
Estadio Municipal de Los Pajaritos, pasando por las márgenes del
Duero con la Ermita de San Saturio hasta la zona más monumental y
céntrica de la ciudad. En este parque se encuentra también el
Parador Nacional Antonio Machado y una original galería expositiva
en el antiguo depósito de aguas, actualmente en desuso. La gran
variedad de especies vegetales junto con sus habitantes – aves,
lagartos, ardillas, etc.- contribuyen al deleite de cualquiera que
visite este punto de zona de la ciudad.
Los
pocos restos que se conservan no permiten imaginar lo que fue una
enorme fortaleza. El recinto amurallado ocupaba toda la parte
superior del monte donde en caso de necesidad se podía cobijar gran
parte de la población, sobresaliendo cuatro pequeñas torres, la del
homenaje y el lienzo de muralla que bajaba hasta el río. La torre
del homenaje, era rectangular, de mampostería, con muros de tres
metros de espesor, y el interior dividido dos pisos mediante bóvedas
de ladrillo.
La fortaleza tenía en el lado oriental el alcázar con
torre del homenaje, graneros, almacenes y dependencias para el uso
como residencia señorial. En el patio central estaba el aljibe. La
entrada principal se localizaba en el este y quedaba defendida por la
torre central y las otras dos laterales. Este acceso se protegía por
una barbacana con otras dos puertas, una al sur y otra al oeste. El
flanco norte del conjunto estaba reforzado por una barrera que lo
rodeaba desde el oeste hasta el este.
Fuente: Castillos del Olvido
Galería:
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