El Castillo de Castrillo de Villavega se encuentra situado en la localidad del mismo nombre en la provincia de Palencia (Castilla-León).
El
castillo está articulado en torno a una gran torre del homenaje
rodeado por una cerca de hormigón y se encuentra en estado ruinoso.
Restos vacceos encontrados durante el asfaltado de las calles del
pueblo, así como el cruce de dos vías romanas, atestiguan el
antiguo poblamiento de Castrillo. La calzada que venía desde Osorno
la Mayor hasta Saldaña, vadeaba el río Valdavia justo en la base
del pueblo, cruzándolo en sentido Sureste-Noroeste en dirección
Itero Seco. La otra vía era la que subía por el valle de La
Valdavia hacia la zona de La Peña, cruzándose con la anterior vía
justo en lo que hoy es el casco urbano de la localidad.
Esta
importancia estratégica no pasó desapercibida durante la época de
la Repoblación. Desde el Castillo de Saldaña, se dirigió la
repoblación del valle de La Valdavia a partir del Castillo de Agüero
en Buenavista de Valdavia, 24 km río arriba. Fue desde este castillo
desde donde se ofreció protección a las familias de foramontanos
que abandonando su refugio montañoso en la Cornisa Cantábrica,
fueron poblando las orillas del río Valdavia.
Se
erige el Castillo de Castrillo con un doble objetivo. Primero como un
elemento avanzado que protegiese al Castillo de Agüero de posibles
ataques musulmanes en su flanco Sur, y segundo, para garantizar el
vado del río Valdavia a su paso por Villavega de Castrillo.
Estamos
a finales del siglo IX o principios del siglo X, durante los procesos
de repoblación de los reyes asturleoneses Alfonso III y su nieto
Ramiro II. El primero rescata a los mozárabes que vivirían en
Tierras Sarracenas, y el segundo, con tras la victoria en la Batalla
de Simancas, consigue alejar el peligro árabe hacia el Sur,
permitiendo la repoblación definitiva de esta zona.
Dada
su antigüedad y tipología, éste es uno de los más escasos y
valiosos ejemplos de la arquitectura militar alto-medieval en toda
España. La cita más antigua del castillo, y por consiguiente del
nombre del actual pueblo la proporciona el primer testamento de
Alfonso VIII en 1204, unos 300 años después de su fundación,
cuando ordenaba la entrega del Castillo de Villavega a la
Orden Militar de San Juan de Jerusalén, conocida como Orden del
Hospital, lo que revela su importancia estratégica.
El
26 de abril de 1279 Alfonso X hacía merced del castillo a Juana
Gómez de Manzanedo y a su hijo Luis. Juana era hija de Gómez
Rodríguez de Manzanedo—hijo de Rodrigo Rodríguez Girón—y de
Mencía Pérez, que ya en 1275 se encontraba viuda del infante Luis
de Castilla, hijo de Fernando II. El 21 de julio de 1305, al no tener
descendencia después de la muerte de su hija Berenguela, Juana donó
Castrillo a su sobrina Mencía de Manzanedo, hija de su hermano
Gonzalo y esposa de Arias González de Cisneros. Estos últimos
fueron los padres de Juan Rodríguez de Cisneros, adelantado mayor de
León, esposo de Mencía de Padilla, y padre de Mencía de Cisneros,
la madre de Leonor de la Vega la Ricahembra, madre del
poeta marqués de Santillana y origen del linaje de los duques del
Infantado, en quienes recae el señorío del lugar en 1514. En el
siglo XV con la amenaza árabe ya olvidada, y el sistema feudal en
decadencia, la fortaleza ya se hallaba deteriorada.
En
1832 es cuando se emplean sus materiales más nobles en la
construcción de la torre parroquial, dada la calidad de sus
sillares, así como la dificultad para encontrar materiales del
estilo en la zona. Hoy sólo queda un muñón. Mide unos 20 metros de
largo por otros tantos de ancho. La parte inferior de los restos
actuales está formada por tierra apisonada. Un túnel de perfil
ligeramente apuntado la atraviesa de parte a parte. Los lienzos
superiores fueron construidos a base de conglomerado de canto rodado
y barro.
La
torre es de planta rectangular con unas medidas interiores de 6,30 ×
6,7 m. Conserva parte del lienzo sudoeste, el noroeste completo,
mientras que del nordeste falta una esquina, y el sudeste
prácticamente ha desaparecido quedando únicamente la esquina sur
del mismo. Está construida con muros de cal y canto rodado de trece
dm de espesor, sin que se conserven vestigios de su revestimiento de
mampostería de sillares calizos de color blanco, utilizados en la
construcción de la torre parroquial como se ha mencionado.
En
la parte sur del montículo se encuentran parte de una fuerte barrera
de hormigón macizo, con dos metros de espesor y varios de altura,
que seguramente rodeaba la base del montículo excepto por el este
donde el propio talud y el río servían de barrera natural.
Probablemente la parte superior de dicha barrera estuviera reforzada
por alguna empalizada de madera, de adobe o de cal y canto.
Fuente: Castillos del Olvido
Galería:
No hay comentarios:
Publicar un comentario