La Torre de Masegoso se encuentra situada en el despoblado del mismo nombre, perteneciente a la población de Pozoalmuro, en la provincia de Soria (Castilla-León).
El
torreón esta datado en la primera mitad del siglo X, tras la toma de
Agreda por Sancho Garcés de Navarra y el momentáneo abandono de la
ciudad por los árabes, formando parte del sistema de autodefensa de
varías poblaciones situadas en la comarca del Araviana. En
el despoblado de Masegoso nos encontramos con esta torre exenta y
aislada en la vega del Rituerto, al estilo de otras muchas de la zona
como Noviercas, La Pica o Aldealpozo. Al igual que éstas, se trata
de una torre de origen bereber y con las típicas características de
este tipo de construcciones defensivas.
Pascual
Madoz, en el siglo XIX, no da noticia de la torre, si bien dice que
la aldea cuenta con “algunos
manantiales de buenas aguas” y
no la da como despoblado. Esto nos recuerda la leyenda que dice que
la población de esta aldea se extinguió al ser envenenada el agua
por un vengativo joven. La Leyenda del Fantasma, novelada por el
escritor decimonónico Manuel Ibo Alfaro, cuenta la desaparición del
pueblo. Según ésta leyenda, vivían aquí dos familias, una
ganadera y otra agricultora, enemistadas por la posesión del
torreón.
Sin
embargo, dos de sus hijos, Manuel y Adela, se enamoran pero son
descubiertos y delatados ante sus respectivos padres, cortando el
romance de raíz. Manuel contrata a Tía Avedícula para que
interceda por ellos ante el cura, quien finalmente convence a las
familias para celebrar el matrimonio. Mientras tanto retorna al
pueblo Lázaro, nieto de Avedícula, quien se enamora de Adela. Junto
a su abuela maquina un plan para suspender la boda, haciendo que del
torreón salga todas las noches un fantasma que amedrenta al pueblo.
Manuel decide salir armado al paso del fantasma, pero es asesinado
por el espectro, que en realidad era Lázaro disfrazado y que, antes
de ser detenido por la justicia, envenenó las aguas del manantial y
obligó a la gente a abandonar el pueblo.
El
torreón, de 18 metros de altura, presenta planta rectangular y
silueta troncopiramidal muy inclinada. Está construido con tendeles
de mampuestos y mortero alternados con hiladas de lajas para mejorar
su estabilidad. Los muros se levantaron con la ayuda de andamios de
madera anclados en la pared mediante almojayas. El basamento es
macizo con pronunciada escarpa hasta casi los 3 metros.
A
partir de esta altura las esquinas se redondean para entorpecer la
zapa. En el interior, los cuatro pisos más la terraza quedan
remarcados por retranqueos donde se apoyaban las vigas de las
techumbres, actualmente desaparecidas. La comunicación entre ellos y
con el exterior se realizaba mediante escaleras de mano.
La
entrada, que atraviesa el muro por medio de una bóveda de cañón,
está realizada a base de sillares, formando un arco de medio punto.
La fachada muestra un estrecho ventanal al sur. Cuatro plantas tuvo
esta torre, que no cuenta con bóvedas, sino que conserva la original
disposición de los mechinales y apoyos para las vigas de los
suelos.
La planta baja, totalmente cerrada, se utilizaba como almacén o calabozo improvisado. En el primer piso, que servía de cuerpo de guardia a una pequeña guarnición, se abre la puerta de acceso hacia el sureste, constituida por un arco de medio punto en sillería. El veno se arma con una bóveda de cañón, igualmente de sillería.
En
el segundo piso, una aspillera orientada al oeste facilita su
ventilación e iluminación. La terraza, desde donde se harían las
funciones de vigilancia y comunicación, no conserva restos de sus
almenas.
El
estado de conservación es lo suficientemente bueno como para que
merezca la pena una restauración, aunque sea básica. Requiere
trabajos urgentes para proteger su fachada oeste, que presenta la
piedra más suelta, y el contorno de la torre en su base, incluida la
puerta de acceso.
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