En plena Sierra de las Quilamas, macizo montañoso al sur de la provincia de Salamanca (Castilla-león), y dentro del término municipal de la localidad de Valero, se encuentra el recinto amurallado conocido en la zona como "El Castillo" o "Castillo Viejo", mencionado en la literatura arqueológica en los últimos decenios.
Se
ocupó de él inicialmente César Moran, quien llegó a valorarle
como "una fortaleza prehistórica de la Edad del Bronce, que
atravesó la Edad del Hierro, vio el paso de los ejércitos romanos y
que pudo servir de refugio al último rey de los godos, haciéndose
eco, en cuanto a esta última apreciación, de la hipotética Batalla
de Segoyuela de los Cornejos entre D. Rodrigo y Muza, que se hubiera
librado al pie de estas montañas".
El
monte en que se emplaza el «Castillo Viejo», del cual recibe su
nombre, es un relieve de perfil abombado, que culmina a los 1.379 m.,
dominando la abrupta ladera derecha del arroyo Quilamas, afluente del
Alagón, por donde penetraba hacia el norte la calzada romana de
Mérida a Astorga.
Por
debajo de aquella cota —entre 1.357 y los 1.258 m.— un muro, cuyo
perímetro total alcanza 2.700 m., cierra una superficie aproximada
de 25 hectáreas, dibujando una planta subtriangular con 1.113 m. de
eje mayor, orientado de S.E. a N.O. El espacio protegido se compone
de dos grandes unidades topográficas: la primera, una vaguada amplia
al norte de la superficie dominante, la cual junto a otra plataforma,
unos quince metros por debajo, forma la segunda. La topografía de la
zona se caracteriza por la existencia de fuertes pendientes, que
alcanzan el 30% en la vaguada y en todas las laderas del contorno. En
ambos costados la muralla disminuye de cota a partir del vértice
sur, primero lentamente, luego con mayor intensidad, adaptándose
siempre al relieve natural y buscando la rotura de pendiente de las
laderas, con la manifiesta intención de lograr una eficacia
defensiva máxima.
El
perímetro amurallado incluye al menos tres buenas fuentes en su
interior. La de mayor caudal es la del noroeste, hacia la cual baja
la muralla salvando desniveles de cincuenta metros. En los ángulos
sureste y oeste se abren sendas puertas, que distan 900 m. en línea
recta, consistentes en una discontinuidad del muro de 3 y 3,5 m., sin
que presenten otra estructura especial, como no sea el leve
engrosamiento de aquel que parece observarse en la primera de ellas.
Se trata respectivamente de las llamadas Puerta del Sol y Puerta del
Castro, nombres que sólo en el primer caso hemos podido confirmar en
el lugar. Próxima a la primera, unos setenta metros al sur, existe
otra aparente abertura en el lienzo, difícil de interpretar sin la
excavación correspondiente, ya que en principio parece tratarse de
una alteración reciente originada al realizar un cortafuego.
Otras
dos pequeñas interrupciones del muro, muy próximas, se observan en
el ángulo septentrional del recinto; quizá se trate de portillos,
aunque al igual que en el caso anterior su interpretación es
difícil. La muralla, en cuanto a su trazado, se caracteriza por
presentar grandes tramos rectos, que si consideramos junto a su
anchura uniforme ,en torno a 2,20 m., a tenor de las múltiples
medidas efectuadas por todo su recorrido, inclinan a considerar que
fue trazada a cordel, ajustándose a buscar el comienzo de la
inclinación fuerte de las laderas y a la conveniencia de englobar la
fuente baja. Su fábrica es de mampostería concertada. En los tramos
mejor conservados se observa el esmero del aparejo, llegando a formar
hiladas bastante regulares. Para asentarla se profundizó en el suelo
hasta alcanzar el sustrato firme, disponiéndose en primer lugar los
bloques mayores, frecuentemente de granito.
No
se han detectado estructuras defensivas claras asociadas al muro.
Unicamente, treinta metros al sur de la «Puerta del Sol» y también
hacia la mitad del lienzo que baja a la fuente principal desde el
extremo más septentrional, se observa la existencia de dos posibles
bastiones, si bien interiores en ambos casos, constituidos por un
posible muro semicircular adosado al principal, aunque sin llegar a
trabarse con él, de siete por cuatro y diez por siete metros
respectivamente, cuya verdadera identidad no puede determinarse sin
una excavación adecuada. Como antes se ha indicado, el empleo de
lajas verticales no caracteriza todo el recorrido, sino que se reduce
a un corto tramo de muralla.
Para
comprender mejor su naturaleza creemos que debe tenerse en cuenta la
existencia cerca del extremo septentrional de otro muro con 54 m. de
longitud y 0,7 m. de anchura, que parte del paramento interno de la
muralla y se dirige hacia la inflexión que la misma forma en las
proximidades de una casa y corral modernos, construidos con piedra
sacada de la muralla, desmantelada por esa causa en las
inmediaciones. Precisamente entre el arranque del muro secundario y
el recodo inmediato a la casa moderna se empleó este recurso de
clavar lajas a intervalos de uno a dos metros y medio, bien en el
paramento interno, en el externo, en ambos o sólo en la zona
interior, para contener el mampuesto. No parece improbable que este
diferenciado sector corresponda a una ampliación de la muralla,
motivada por la búsqueda del inicio de la rotura de pendiente,
siendo el muro ortogonal aludido resto del primitivo trazado que no
resultaba idóneo.
Bajo
esta hipótesis, creemos razonable considerar la posibilidad de que
el recinto fortificado de Valero pueda corresponder a alguno de los
momentos de inestabilidad militar que conoce la región entre los
siglos VIII y comienzos del XII. La sugestiva posibilidad de
encontrarnos ante un núcleo de resistencia visigoda a la invasión
árabe, carece por ahora de elementos concretos en que sustentarse.
La consideración de algunas fuentes árabes condujo a los
historiadores del siglo pasado a suponer la existencia de un foco de
resistencia visigoda en la Sierra de Francia, que hubiera sido
aplastado por Muza después de la toma de Mérida en el 713; pero
esta interpretación ha sido desestimada por la crítica histórica
reciente, al no considerar fiables los textos de referencia.
Si
ningún elemento material permite llevar con seguridad a estas fechas
la fortificación que nos ocupa, debe atenderse no obstante a la
existencia de frecuentes hallazgos de época visigoda en diversos
lugares de la Sierra de Francia, que implican una indudable ocupación
del territorio al menos hasta el siglo VIL Posteriormente, entre los
siglos VIII y XII, los movimientos de tropas en determinados momentos
y la naturaleza de frontera de la zona en otros, proporcionan nuevas
claves que podrían explicar la existencia de nuestra fortificación.
Estas
circunstancias pudieran darse ya en el reinado de Alfonso I, quien
poco después del 750 sobrepasaba por occidente el Sistema Central.
Posteriormente hay que señalar el establecimiento y fortificación
de Coria por Ordoño I hacia el 860 y las expediciones de Alfonso III
en las décadas siguientes en apoyo de los muladies rebeldes en
Mérida y otras plazas extremeñas, para las que debieron utilizarse
frecuentemente los pasos estratégicos inmediatos. Finalmente tras la
batalla de Simancas (939), durante el reinado de Ramiro II, las
comarcas próximas al Sistema Central constituyen uno de los ámbitos
frecuentes de confrontación entre musulmanes y cristianos, situación
que persistió hasta las repoblaciones efectuadas en tiempos de
Alfonso VI, desde fines del XII, que suponen el comienzo de la
definitiva normalización de la vida en la zona.
Entre
los primeros intentos de implantación bajo Ramiro II y la
estabilización que se alcanza con Alfonso VI, es posible suponer la
presencia de cierto número de pobladores, difícil de evaluar,
preferentemente dedicados a la ganadería, dadas las adecuadas
condiciones para ello de la región. Algunos autores admiten que en
puntos estratégicos se erigieron en estos momentos fortalezas
suficientemente amplias como para poder acoger en caso de peligro a
los habitantes de un extenso territorio y sus rebaños. Se trata de
los recintos con muralla de piedra, sin edificaciones importantes en
el interior, conocidos desde la Alta Edad Media en otros territorios
"y a cuyo modelo se adecúa bien el «Castillo Viejo» de
Valero.
Fuente:
M. Santonja, J. Cerrillo, et alli.
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