Las Murallas de Ayllón se encuentran situadas en el casco antiguo de la localidad del mismo nombre en la provincia de Segovia (Castilla-León).
Ayllón,
como muchas de las villas de la extremadura castellana, era una plaza
fortificada. La muralla, de forma tendente a elíptica, rodeaba el
enclave, adaptándose a la topografía del terreno.
Originariamente, el recinto amurallado de Ayllón estaba compuesto
por el antiguo castillo, el cual se encontraba sobre el cerro que
domina el pueblo (Cerro de La Martina) y del que hoy solo quedan los
restos de un murallón llamado Los Paredones y la Torre de La
Martina.
De
este primitivo recinto amurallado arranca el que rodeó la villa de
Ayllón, ubicada inmediatamente al oeste de esta primera
fortificación, también conocida como “El recinto alto”, que
protegía el castillo configurando una especie de acrópolis. La
otra fortificación, “El recinto bajo”, se deslizaba ladera
abajo rodeando la población, con un trazado que aun puede
apreciarse en la actualidad.
Desde
la Torre de La Martina, las murallas bajaban hasta la Iglesia de San
Juan para dar la vuelta al pueblo, coincidiendo su trazado con las
actuales calle de los Adarves y Avenida de Juan Murillo Valdivia,
para enlazar, muy posiblemente coincidiendo con el actual camino
Piqueras, de nuevo con el cerro del castillo.
Antiguamente
en Ayllón existían tres puertas de entrada en el recinto
amurallado: la puerta de San Juan (al sur), la puerta de Languilla
(norte) y la del Arco, quedando en pie en la actualidad únicamente
la última de ellas.
La
situación de las tres puertas en la muralla responde a la
disposición de los ejes que estructuran el núcleo urbano: dos de
ellas, San Juan y Languilla, en los extremos del eje principal
(actual calle Real), abriéndose la tercera (la del Arco) en el eje
que conduce al río, situándose inmediatamente frente al puente
que cruza el río Aguisejo. Aunque no han llegado hasta nuestros
días, se sabe que las puertas de Languilla y San Juan eran dos
arcos apuntados, construidos de tapial y revestidos de ladrillo. La
Puerta del Arco presenta nueve o diez hiladas de bien labrados
sillares que prestan apoyo a la mampostería.
Artigas
describe el estado de la muralla de Ayllón a comienzos de la
década de 1920: “De la antigua fortaleza bajan las murallas por
la áspera vertiente hasta San Juan, donde ahora sólo se
distinguen algunos restos a flor de tierra. Seguían y se conservan
todavía en relativo buen estado, con algunas ligeras soluciones de
continuidad por la parte de poniente, por terreno llano, dando la
vuelta al pueblo y frente al Aguisejo, desde un extremo a otro de la
calle Real, donde terminan hoy día, paras subir luego, desde el
camino de Languilla en adelante, por el cerro arriba, hasta enlazar
con el castillo, de cuyo último tramo ya sólo quedan ligeros
vestigios. Maltrecha y desfigurada esta muralla, por haberla rebajado
en algunos sitios para airear las huertas y haberla adosado casas en
otros, no conserva cubos ni detalles dignos de especial mención,
salvo en un lienzo denominado Los Adarves, cerca del convento de
monjas franciscanas de la Purísima Concepción, donde se pueden
apreciar unas cuantas almenas rectangulares, cegadas hasta la altura
de los merlones”.
Zamora
afirma que entre la muralla del recinto alto, en el frente sur, y el
inicio del declive del terreno, era posible seguir una depresión,
en la práctica totalidad de ese frente, que podría identificarse
como perteneciente a un foso, que fue rellenado, en parte, con las
tierras sobrantes de la limpieza de los muros, de modo provisional.
La pequeña vaguada hoy visible debe interpretarse, pues, como un
foso relleno para el que podrían aventurarse unas dimensiones de
entre 70-90 m de largo y 30 m de ancho, ignorándose cual sería su
profundidad total ya que unas catas efectuadas en el mismo por A.
Zamora alcanzaron una profundidad de 4 m sin alcanzar al fondo del
mismo.
En
cuanto al trazado de la muralla en su descender hacia el sur, en las
fotografías aéreas puede verse una alineación que coincide con
una calle y un camino, y que engloban a la iglesia de San Juan en su
interior. A. Zamora alude a un resto de hormigón de cal y canto de
considerable grosor que es aprovechado como límite de propiedad y
contención del camino, y aunque advierte que no puede afirmarse con
seguridad que pertenezca a la muralla, también estima que podría
tratarse de un resto de la misma. Además, remarca que toda la calle
se encuentra en una cota elevada con relación a las cercanas
huertas, lo que también podría ser indicio de muros ocultos.
La
iglesia de San Juan, como ya se ha dicho, quedaba intramuros. Desde
San Juan, la hipotética alineación sigue hacia la carretera de
Alcolea, donde confluye con un ensanchamiento que debió albergar la
desaparecida puerta de San Juan, derribada en el siglo XIX. Desde esa
puerta, los muros continúan por la calle de los Adarves. En el
grueso de este lienzo, donde debió abrirse el vano, sobre la acera
de la calle y adosados al interior del lienzo de la muralla se
reconocen unos restos de ladrillo junto con una llaga en la cal, que
podrían estar marcando el lugar donde se ubicó la puerta.
Los
adarves son perfectamente reconocibles en la pared de la huerta del
convento de la Concepción y en el límite de todo el camino hasta
el frente oeste de la villa. Zamora advierte de la escasa altura que
tendrían las defensas en esa zona, lo que es conocido gracias a que
fueron recrecidas sin derribar los merlones. Este autor plantea la
posibilidad de que la carretera esté sellando alguna acumulación
de sedimentos, quizás un desbordamiento del río o alguna
deposición de escombros para regularizar el pavimento del camino.
Ese recrecimiento de los niveles del suelo, de existir, debería ser
anterior a 1704, fecha en la que se cercó el convento de la
Purísima Concepción.
Además
de la Puerta del Arco, decorada con cuatro escudos pertenecientes a
las más ilustres familias del siglo XVI, y de los restos de muralla
visibles en la calle de los Adarves, también se ha conservado la
Torre de La Martina, que formó parte del primitivo recinto
fortificado de El Castillo y luego actuó como uno de los cubos de
la muralla de la villa. Se trata de una torre con almenas
rectangulares y con dos puertas en sus muros, que daban paso al
camino de ronda sobre las murallas. Esta torre ha tenido diversas
funciones a lo largo de la historia, habiéndose incluso utilizado
como campanario de la vecina iglesia de San Martín.
En
líneas generales, es bastante malo, ya que buena parte de los
lienzos y dos de las puertas del recinto no han llegado hasta
nuestros días. La Puerta del Arco, los tramos de paramento de la
calle Adarves y la Torre de La Martina presentan un buen estado de
conservación (ver esta torre en el post del Castillo de Ayllón).
Fuente: Castillos del Olvido
Galería:
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