domingo, 8 de diciembre de 2019

Castillo de las Guadalerzas (Los Yébenes, Toledo)


El Castillo de Guadalerzas se encuentra en el extremo noreste de los Montes de Toledo, a unos 17 km. de Los Yébenes, en la provincia de Toledo (Castilla-La Mancha). Se situa en un cerro junto al río Bracea. 

Pero esta fortaleza reúne además unas particularidades que la diferencian de las peculiaridades de estos conjuntos defensivos, nacidos con la clara finalidad de proteger un territorio o comarca previamente definido. Desde época romana pasaba por este lugar una calzada que unía Toledo y Córdoba. Conscientes los árabes del valor estratégico del lugar, construyeron una fortificación para defensa del desfiladero conocido por Congosto. Este recinto estaba formado por una muralla de planta cuadrangular, una torre en cada esquina y un patio de armas en el centro. En la actualidad los escasos restos que se han conservado permanecen ocultos bajo un montículo. 

Después de la conquista de Toledo (Alfonso VI, 1805) esta comarca se convierte en frontera y por tanto en área de continuos enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, prolongándose esta situación hasta principios del siglo XIII. Aunque el territorio de Guadalerzas perteneció durante un tiempo a los hospitalarios, quien construyó la nueva fortaleza, que pretendía consolidar la defensa del entorno fue, a finales del siglo XII, la Orden de Calatrava. La fecha de ejecución nos es hoy desconocida, pero en la década de los años setenta, los calatravos fundaron allí el hospital de «Godalferga», pues según documento fechado el 17 de enero de 1179, Alfonso VIII dona unas viñas en Aceca para dicho hospital. 

Después de la batalla de las Navas la línea defensiva pasa del Tajo a Sierra Morena, y por tanto esta tierra dejó de ser escenario de batallas. El hospital de Guadalerzas ya no servirá tanto para curar heridos, sino más bien para alojar tropas que irían a luchar al sur contra los musulmanes, y sobre todo para hospedar a los viajeros y mercaderes que cruzan estas tierras con sus productos de Toledo a Córdoba y viceversa. Los privilegios y derechos del hospital de las Guadalerzas no pararon de aumentar; así a toda una serie de Concordias a lo largo del siglo XIII que reafirmaban su posición, en el siglo XIV el monarca Fernando IV le concede al Comendador de los calatravos los derechos de montazgo a los ganados trashumantes a sus paso por el puerto de Guadalerzas y Enrique II otorga a la Orden de Calatrava quinientos maravedís sobre las aljamas de los judíos desde el hospital hasta el puerto del Muradal y Villa Real. 

La primitiva unidad de lo que es hoy el núcleo principal de la torre del homenaje de la fortaleza de Guadalerzas, fue una torre rectangular aislada, con escasos vanos, una altura que oscila en función de la nivelación del suelo entre los 18 y 20 metros y con insuficientes elementos defensivos. El aparejo que predomina es la mampostería, aunque el ladrillo aparece en las zonas más elevadas en los múltiples añadidos a través de diferentes encintados. El acceso a las diferentes dependencias de la torre estaría en alto, como es frecuente en las construcciones cristianas similares de la época. 

Las transformaciones y usos a lo largo de los siglos han imposibilitado la conservación de los principales elementos y distribución primitiva. Los pisos existentes en el interior de la torre del Homenaje nada tienen que ver con el siglo XII, que seguramente estarían realizados en madera. El arco de medio punto de acceso también es posterior, al igual que las demás ventanas que han llegado hasta nosotros, que por su elevado número y tamaño no son características del siglo XII. Las originales serían seguramente los dos huecos cegados que hay en el muro oeste del núcleo originario. 

Parece ser que es en el siglo XV cuando se reproduce la transformación total de la torre, realizándose la división de estancias, ejecución de bóveda de ladrillo de la planta baja y primer piso, y en el segundo se ejecutan los machones con arcos apuntados. Este consistiría en un gran pabellón dividido en cinco tramos con arquerías de ladrillo. El tercer piso tendría tres salas con sus correspondientes bóvedas. 

En el siglo XV, además de las reformas de la torre, se procedió al cerramiento amurallado del conjunto, seguramente por necesidad operativa al aumentar el número de servicios. De esa época debe ser la puerta en recodo, muy típica en esta centuria (XIV-XV) por sus excelentes condiciones defensivas. A finales del siglo XVI, en 1572, Felipe II vende el Castillo de Guadalerzas al Cardenal Siliceo para que instale allí el Colegio de Doncellas Nobles de Toledo, acondicinando las habitaciones de la parte de la vivienda. Seguramente es ahora cuando se abren los grandes ventanales de la torre. 

La muralla está a escasos metros de la Torre del Homenaje, destacando su pequeño tamaño para la envergadura del torreón, siendo una construcción (XIV-XV) muy posterior al edificio original. Tiene la planta cuadrada con torres circulares en las esquinas. El aparejo es de mampostería y ladrillo en las almenas del lado norte. En su interior un adarve recorre la totalidad del recinto, exceptuando el destruido con la construcción de la capilla. 

En el lado oeste se alza un recinto almenado construido en el siglo XIX, imitando la fábrica antigua y tratando de adaptar el edificio a las nuevas necesidades. Como elemento defensivo, existen unas troneras, aspilleras en las almenas y matacán sobre la puerta del muro sur. La muralla se realizó en su totalidad en varias etapas, constituyendo toda ella una planta cuadrangular con cuatro torres circulares y concéntricas a las esquinas que rodean la torre del Homenaje. La mampostería utilizada pretende unificar el conjunto del edificio, reservando la sillería para zonas muy determinadas, como la puerta de entrada y las troneras. A finales del siglo XVI el Cardenal Silíceo apenas realizó obras en la muralla, únicamente añadió un escudo a la puerta de entrada, probablemente sustituyendo algún escudo o cruz de Calatrava. En el siglo XIX se vuelven a retocar diferentes partes de lienzos de los muros, especialmente en el lado norte y este. 

El aparejo es de mampostería y ladrillo formando encintados. En el interior la nave está cubierta con una bóveda de cañón dividida en dos tramos por medio de un arco fajón. Sobre la nave se alza una cúpula que se adapta al espacio cuadrangular por medio de pechinas y descansa sobre cuatro arcos torales. Tiene tres grandes ventanas rectangulares con decoración y cuatro ojos de buey en la zona más alta de la cabecera. La decoración de la bóveda es de molduras imitando ocho gallones con cuatro óculos. La puerta adintelada en mármol negro, se construyó sobre un gran arco de ladrillo que se puede contemplar en la actualidad al desplomarse en el techo del vestíbulo.

Fuente: Castillos del Olvido

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