El Castillo de Mequinenza se halla situado en la población del mismo nombre en la provincia de Zaragoza (Aragón).
En el año 1133, el rey de Aragón Alfonso I Batallador, después de años de
incansables e interrumpidas campañas reconquistando tierras a los
musulmanes desde que empezó a reinar en 1104, dedicando gran parte
de su vida a empresas militares, conquistando importantes plazas como
la ciudad blanca, Saraqusta, la ciudad más importante del reino
musulmán de Zaragoza, Calatayud (segunda en importancia y poder del
reino moro), Daroca, Tudela o Tarazona, entre otras muchas, se
embarcó en una de sus empresas más ambiciosas.
Todo lo que había
conquistado hasta ese momento no le era suficiente. Contaba con casi
sesenta años, y estaba en la etapa final de su vida. Su objetivo no
era nada mas y nada menos que llegar al mar, a la desembocadura del
Ebro, Tortosa. Para ello debía conquistar Mequinenza, plaza
musulmana bien defendida. Aun así, no tenia sentido seguir hasta el
mar si no se conquistaba la también cercana plaza musulmana de
Fraga, una de las mejores defendidas del distrito de Larida, la
Lérida musulmana, ya que al estar situada a orillas del bajo Cinca,
cerca de la confluencia con el Ebro, si no se tomaba, los musulmanes
podían interceptar las rutas de suministros o abastecimientos
cristianos.
Si la campaña tenía éxito sería un golpe maestro, y
Lérida, separada y aislada del resto de al-Andalus, caería también
con facilidad en manos aragonesas. Con Tortosa en sus manos, el
Batallador se aseguraba salida al Mediterráneo, el Mare Nostrum, y
podía servir de base para nuevas conquistas como el reino musulmán
de Valencia o Baleares. Es de suponer que el contingente de
hombres de las tropas del Batallador debió ser considerable, dada la
magnitud y los objetivos de la empresa.
Mequinenza contaba con
un importante castillo sobre una colina al borde de un barranco, en
una excelente situación estratégica dominando plenamente la
confluencia del Segre y el Ebro. Además de la gran fortaleza,
contaba con fortificaciones menores en los alrededores que la
complementaban defensivamente y servían para garantizar la seguridad
de la población y el castillo.
A finales del año 1033, el
Batallador penetró en territorio hostil desde los Monegros; había
empezado el sitio de Mequinenza. Después de semanas de asedio, el
rey aragonés propuso a la guarnición del castillo una rendición
con garantías para los habitantes de la población y sus bienes,
pero fue rechazada por los musulmanes. Durante las tres semanas
siguientes el cerco continuó, y los cristianos aragoneses tomarían
las defensas o fortificaciones exteriores menores de
Mequinenza.
Finalmente, los musulmanes almorávides decidieron
negociar una capitulación. El hambre y la falta de recursos les
obligó a hacerlo. El Batallador entró en cólera y rechazó las
negociaciones. No las aceptaría después de la negativa almorávide
semanas antes de su propuesta de rendición. Fue entonces cuando
decidió tomar al asalto el poderoso castillo de Mequinenza con todas
sus tropas y con sus máquinas de asedio. La plaza sería arrasada y
tomada por los aragoneses.
El Batallador había conseguido uno de sus
objetivos, Mequinenza ya era cristiana. A diferencia de sus otras
conquistas por tierras aragonesas durante años, esta vez no sería
benevolente. Tras tomar la fortaleza, mandó ejecutar a todos los
supervivientes, quizás para infundir temor a las vecinas poblaciones
musulmanas en caso de oponer resistencia en el futuro, o por el
endurecimiento del carácter del rey después de tantos y tantos años
en campaña contra los musulmanes. Este tipo de medidas y crueldad no
eran habituales en él.
El
castillo se alza en un enclave privilegiado, sobre un espolón de 185
m de desnivel, desde el que se divisa la confluencia de los ríos
Segre, Cinca y Ebro. La fortaleza queda protegida por su vertiente
sur por una escarpada ladera en la que son visibles los restos de una
larga muralla que desciende buscando el valle, mientras que por su
vertiente norte, más desprotegida, el castillo estaba protegido por
un foso artificial.
La
planta del castillo es irregular, reforzada en alzada por siete
torreones, todos rectangulares menos uno de planta pentagonal situado
en el centro del lado oeste, fruto de una reforma del siglo XVII. El
acceso al interior del recinto se realiza por su flanco meridional,
estando la puerta protegida por dos torres. La puerta presenta arco
de medio punto y el blasón de los Moncada.
La
organización interior es residencial, con salas alrededor del patio
central descubierto de planta cuadrilátera irregular y con aljibe
excavado en la roca. El ala sur tiene tres macizas arcadas de forma
apuntada. En el ala norte conserva una escalera que conduce a la
segunda planta, donde está la Sala de Armas cubierta por bóveda de
cañón apuntado. En el ala oeste está la gran sala, que conserva
los macizos arcos diafragmas que sustentaban la techumbre de vigas,
siendo el lugar donde se ubicaba la antigua capilla. La planta
superior está ocupada por dependencias modernas.
Fuentes: Wikipedia
castillos.net
aragonmedieval.com
miancema (Fotos)
Galería:
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