El Castillo de Lopera se ubica en el centro de la población homónima de la provincia de Jaén (Andalucía), sobre un antiguo recinto amurallado islámico, y dispuesto para el control del valle del Guadalquivir y de la rica zona agrícola de la campila baja.
El
castillo es de construcción cristiana de la segunda mitad del siglo
XIII, aunque se practicaron importantes reformas a lo largo del siglo
XV. En Lopera hubo asentamientos romanos y visigodos, hasta que fue
conquistada por los árabes a principios del siglo VIII, aunque se
mantuvieron los asentamientos de población anteriores.
En
época del Emirato de Córdoba, se creó una fortificación sobre el
antiguo oppidum del cerro de San Cristóbal, para refugio de los
campesinos en caso de peligro, sin embargo durante los siglos IX y X,
la población se trasladó al actual solar municipal, próximo al río
Salado, donde se formó una pequeña alquería árabe que, en los
siglos XI y XII, se fortificó para defenderse de los ataques
castellanos.
Una
vez conquistada por los cristianos, en 1242 fue cedida por el rey
Fernando III a la jurisdicción de la Orden de Calatrava, la cual
construyó el castillo que ha llegado hasta nosotros. La Orden
constituyó la Encomienda de Lopera, que aseguraba a la marca
calatrava de Martos una salida hacia el Guadalquivir.
En
el siglo XV, el castillo se vio involucrado en las luchas civiles
entre el rey Enrique IV y la nobleza. El 14 de octubre de 1466, las
tropas del concejo de Andújar, mandadas por el alcaide don Pedro de
Escavias y partidarias del rey Enrique IV y de sus representantes en
Jaén, el condestable don Miguel Lucas de Iranzo y don Beltrán de la
Cueva, atacaron y saquearon Lopera, según detalla la Crónica del
Condestable, como represalia por su fidelidad al bando rebelde que
capitaneaban, don Pedro Pacheco, marqués de Villena y don Pedro
Girón, marqués de Calatrava.
En
1856, el castillo fue adquirido por Alonso Valenzuela, alcalde de
Lopera y diputado a Cortes. Desde principios del siglo XXI, su
propiedad es pública, si bien anteriormente fue bodega y fábrica de
vino.
El
castillo, de grandes proporciones y fabricado con mampostería en
hiladas y el mortero de cal, tiene una base pentagonal irregular,
defendida por cinco torres en sus esquinas, cilíndricas unas,
prismáticas otras, y singulares balcones amatacanados para
garantizar la mejor protección de las puertas y de alguno de los
torreones.
El
espacio interior se organiza en torno a un patio de armas que incluye
la peculiaridad de contar con dos magníficas torres de Homenaje,
unidas entre sí por dos lienzos de muralla. Son de planta
rectangular, esquinas achaflanadas y matacanes de ladrillo. La torre
de Santa María tiene su entrada por arco apuntado, al nivel del
patio de armas y un remate en el parapeto almenado. Está
estructurada en dos cuerpos y contiene una preciosa capilla cubierta
con bóveda esquifada. En la parte central de cada uno de los lados
destaca un balcón amatacanado, mientras que en merlones alternos hay
saeteras que llegan hasta el parapeto. La torre de San Miguel dispone
de su entrada en el primer piso, y aunque parece contemporánea de su
compañera no se aprecia el remate almenado porque está desmochada.
Se utilizaba para controlar el acceso al alcázar.
En
la subida a las torres destaca el modelo de escalera de caracol, de
piedra, un elemento funcional que permite aprovechar al máximo el
espacio, sin concesiones al ornato, en consonancia con la austeridad
y funcionalidad de los muros. En el lado menor del pentágono murado
se encuentra la puerta principal, protegida por dos torreones
cilíndricos.
La puerta la forma un arco de medio punto con dovelas,
pilastras y fustes reutilizados de viejas columnas romanas y está
ligeramente elevada sobre el entorno con una ligera cuesta empedrada
que añade cierta monumentalidad a esta fachada del castillo, por lo
demás sencilla y bien proporcionada. En la parte opuesta, había
otra puerta que conducía a un pasadizo con bóveda de medio cañón
y arco trilobulado gótico.
De
la muralla que señalaba el perímetro del conjunto apenas se
conserva un torreón muy restaurado. En sus muros se encuentran
estilizados vanos con grandes sillares irregularmente dispuestos a
soga y tizón y cubiertos con arcos de medio punto compuestos también
de grandes sillares, a veces, remendados con ladrillo.
En
el interior de la torre de Santa María, en 1535, se construyó una
capilla-oratorio en estilo gótico. Un friso en yesería nos recuerda
la fecha y el nombre del comendador que la patrocinó, don Pedro
Pacheco. Destacan en ella los haces de columnillas rematados por
capitel gótico, el arco apuntado y la bóveda esquifada.
Fuente: Wikipedia
Galería:
No hay comentarios:
Publicar un comentario