El Castillo de Langa de Duero, también conocido como Torre del Cubo, se encuentra emplazado en lo alto de una pequeña muela repleta de subterráneos, situada a muy poca distancia de la localidad del mismo nombre en la provincia de Soria (Castilla-León).
De
lo que fue recinto fortificado y airoso castillo, queda una hermosa y
solitaria torre del homenaje, presumiblemente la única que tuviera
el recinto. Debemos imaginarnos nuestro “Cubo” rodeado en las
duras laderas de ascenso a las sucesivas murallas y empalizadas
perfectamente adaptadas al terreno, lo cual unido a lo escarpado de
sus partes más inaccesibles lo convertían en una plaza temible de
muy difícil asalto.
Referencia
de la importancia estratégica de Langa y sus alrededores son los
hallazgos de restos de asentamientos de pobladores celtíberos,
romanos, y visigodos, que habitaron estas tierras antes de la llegada
de los musulmanes y de su posterior reconquista por los cristianos.
El origen de la actual Langa puede remontarse a algún asentamiento
cristiano allá por comienzos del siglo X. A finales del siglo XI,
Alfonso VI de Castilla entregó la villa a Rodrigo Díaz de Vivar, El
Cid, pero no consta que hubiera por aquel entonces ningún castillo
en Langa.
El
castillo de Langa debió ser construido hacia el siglo XIV o XV. Fue
propiedad del Condestable don Álvaro de Luna desde el año 1441. En
el año 1506 los Reyes Católicos pasaron por Langa y se alojaron en
su castillo. En el siglo XVIII Langa era propiedad del conde de
Miranda. Fue de una importancia clave en la defensa de la frontera
del Duero durante las luchas entre musulmanes y cristianos, al igual
que otras poblaciones próximas como Alcozar, San Esteban de Gormaz o
Gormaz.
Solo
queda la torre, un aljibe y algunos restos de barreras. La robustez
de sus muros le ha permitido llegar a nuestros días conservando bien
sus calcáreos y gruesos muros e incluso las almenas caladas, una sí
y otra no, por saeteras. Todo el interior de material perecedero se
ha derrumbado y ha sido reconstruido. Está realizado de sillería de
arenisca, alcanzando un espesor de 1,7 m. que va disminuyendo en
altura. Presenta planta cuadrangular de 12 m. de lado y sus 18 m. de
altura se organizan en cuatro cuerpos:
El
primero ciego, posiblemente destinado a la guarnición. El segundo
tiene la puerta, que sin lugar a duda era levadiza, restos de
matacán al Oeste y dos ventanales al Este y Sur. El tercero
presenta tres saeteras y un balcón. Por ese lado es por el que se
escapó, bajando con un cordel o por sábanas anudadas, don Enrique
Enríquez, que había sido encarcelado en ese torreón por don
Álvaro de Luna, su propietario desde 1441.
El
último tiene una saetera en cada lado y se corona con almenaje
perforado por aspilleras. La azotea, donde aún pueden verse en buen
estado parte de las almenas, algunas con aspilleras alargadas. El
acceso se realiza en altura, y encima de la puerta, y a bastante
altura, quedan restos de un matacán.
De
los restos que fortificaban el cerro quedan pequeños vestigios y en
el exterior quedan claros restos de un aljibe trapezoidal rupestre,
excavado en la roca, a cielo abierto y así como restos de un recinto
defensivo. Parece que contaba con una serie de subterráneos, hoy
cegados, que servían de alojamiento de la tropa, caballerizas o
graneros.
Es
difícil determinar con exactitud la fecha de construcción del
“Cubo”, es seguro que se trata de una construcción cristiana ya
que las atalayas medievales son de forma circular y de mucha menos
consistencia y extensión. Casi con toda seguridad se construiría
durante el siglo IX y a sus faldas se fue extendiendo una población,
que iría creciendo según las distintas repoblaciones.
Fuente: Castillos del Olvido
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