El Castillo de Cihuela, también llamado Castillo de Don Álvaro de Luna, está localizado en las cercanías de la población homónima de la provincia de Soria (Castilla-León).
El
castillo está situado sobre un cerro que domina todo la localidad
del mismo nombre, a 924 m. de altitud, aprovechando la topografía
del risco donde se encuentra ubicado.
En
1437, tras varios años de luchas entre Castilla y Aragón, se firman
las paces de Nápoles, por las que Deza, Cihuela, Ciria y Borovia
retornan a manos castellanas, mientras que otras poblaciones pasaban
a Aragón.
La
parte delantera del castillo, donde se sitúa la población, es la
más accesible, aunque una vez terminan las casas, la pendiente se
hace mucho más dura. Sin embargo, la parte trasera, es la más
complicada para acceder, puesto que la misma roca forma una auténtica
pared, que finaliza en el barranco de La Cerrada, desde donde emerge
la ladera del Picarzo. En este barranco podemos apreciar varias de
las moles de piedras que cayeron de la parte trasera del castillo,
así como impresionantes rocas lamidas, huecos profundos y cascadas,
vestigios del torrente de agua que en tiempos (y en la actualidad
cuando las lluvias son incesantes) por allí bajaba. Este bastión es
el clásico castillo roquero, o “castillo roquero tipo”, las
murallas se adaptan al terreno y aprovechan al máximo la topografía
del lugar.
En
el lado norte (a la izquierda de nuestra vista) estaba la puerta, que
era de doble hoja, al lado de ésta, protegiéndola, en el cuchillo
de la divisoria, había un tambor (pequeña torre vigía, con ventana
abocinada cuya vista daba directamente a la puerta). Desde allí
partía una muralla que llegaba hasta la punta sur, esta es la parte
que mira hacia el pueblo. En la cara contraria a Cihuela se extiende
un gran muro de roca a excepción de un pequeño trozo, en el lado
sur, donde la roca ya no es tan escarpada y se levanta de nuevo otra
muralla que va a enlazar con la anterior, formando una segunda
divisoria.
Es
notable el espesor de los muros, están realizados en mampostería
con piedra de enorme tamaño. La anchura entre estos es mínima, ya
que apenas dejan sitio al tránsito de los rondadores. En cuanto a
las almenas, son de punta de diamante prismáticas. Al mediodía (en
la mitad del castillo), hubo un torreón prismático, que defendía
ambos lados del castillo y que alcanzaba la vista de todo el término.
El aljibe (cisterna para el agua llovediza) se situaba a la derecha
del torreón, se ve que estaba excavado en la roca.
De
las murallas, se conserva el ala trasera en su totalidad, y del ala
delantera, aproximadamente un tercio de la que había, con un total
de 16 almenas bien pronunciadas (siete de ellas más altas que las
demás). Del torreón, sólo queda la base, aunque no es visible
desde el exterior del castillo. De la entrada, queda todavía el
tambor con la ventana abocinada, y un pequeño muro que ostenta
cuatro almenas, adivinando el lugar donde estaba encuadrada la
puerta.
En la muralla delantera existen cuatro agujeros que rompen la
limpieza del muro, sabemos que fueron ventanas, siendo agrandadas en
su contorno por los franceses para apostar sus cañones en la Guerra
de la Independencia. En el muro trasero nos queda una puerta que da
al formidable paisaje del barranco. Del aljibe, podemos advertir que
está medio cegado, aunque todavía es profundo.
Fuente: Castillos del Olvido
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