domingo, 1 de diciembre de 2019

Castillo de Cifuentes (Guadalajara)


El Castillo de Cifuentes, también conocido como Castillo del Infante Juan Manuel, está localizado en las cercanías de la población homónima de la provincia de Guadalajara, en la Comunidad de Castilla-La Mancha. 

Fue empezado a construir en 1324, sobre una alcazaba musulmana, por el Infante don Juan Manuel, que pasó algunas temporadas en esta fortaleza perteneciendo durante siglos a sus herederos. También permanecieron en ella Fernando de Antequera y Juan II de Castilla cuando el primero esperaba el fallo de Caspe. Luego fue señorío de los Silva, condes de Cifuentes, durante siglos. 

En la Guerra de Sucesión, a comienzos del siglo XVIII, el castillo debía ser ya un viejo caserón, aunque aún podía cumplir cierto papel como recinto para la defensa, debió ser ocupado y saqueado varias veces. Durante la Guerra de la Independencia fueron desmochados los restos de las almenas originales, siendo sustituidas por otras de barro y cantos. y sirvió como alojamiento a fuertes destacamentos franceses, expulsados en 1810 por el Empecinado, aunque tardaron poco en volver las compañías a las órdenes del General Rugo, saqueando la región y convirtiendo el castillo en depósito. Al año siguiente el Empecinado recobró de nuevo el pueblo y la fortaleza. 

La situación del castillo y sus elementos de defensa tienen una disposición muy eficiente, si atendemos a las técnicas militares de su época. Está diseñado en función de las características del terreno sobre el que se asienta y cada elemento defensivo corresponde a una necesidad impuesta por el mismo. Las estructuras defensivas que se dispusieron en el castillo, denotan numerosas influencias de las construcciones islámicas e incluso de técnicas anteriores, asumidas por los musulmanes y luego utilizadas en la Península. Hay un primer conjunto defensivo que protege la mitad oriental, compuesto por el foso y la torre del homenaje, destinado a impedir el acceso desde la parte más accesible, una meseta de suave pendiente y cierta extensión no defendida por los muros del albacar. 

Hoy es poco visible el foso del castillo aunque en las fotografías antiguas se puede reconocer perfectamente. Se extiende a lo largo del costado oriental del castillo y las huellas de su construcción pueden encontrarse en las marcas de talla visibles en los afloramientos de roca de la escarpa. La cárcava finaliza a la altura del torreón circular macizo del noreste, donde la pendiente del cerro es mucho más acusada y hace innecesaria su existencia uniéndose a una vaguada natural que garantiza la inaccesibilidad por ese costado; por el sur rodearía la torre del homenaje, aunque hoy prácticamente no se aprecia debido a la regularización del terreno en ese sector. 

Este conjunto defensivo se completa con la misma torre del homenaje. Estas torres pentagonales en proa, en el caso de defensas urbanas, son un complemento a la cerca y se sitúan en los lugares de más fácil acceso, en los vértices del recinto, con el fin de entorpecer el asalto a los muros, atacando por la espalda y los flancos al asaltante. Esta torre del homenaje participa de varias características de las torres albarranas, si bien no está totalmente aislada del resto del conjunto, sí es en cierto modo independiente, incrementando su inaccesibilidad en el interior con una puerta de ingreso muy alta, que obligaría a alcanzarla con una escalera, posiblemente de madera, que podría retirarse o destruirse en caso de asedio y dejar la torre aislada del resto del recinto. 

La Torre del Homenaje tiene un arco apuntado en su puerta, que da acceso a la estancia con bóveda de piedra y nervios que se cruzan en su centro. La escalera de caracol, al fondo, da acceso a la planta superior, con bóveda de ladrillo mudéjar. En la zona superior hay marcas de cantero. 

En el interior se disponen dos habitaciones cuadrangulares, la inferior cubierta con bóveda de crucería cuyos nervios apoyan en unas columnas situadas en cada uno de los rincones de la estancia con cabezas humanas talladas. La superior está cubierta por una bóveda baída de ladrillo. La comunicación entre ellas se hace mediante una escalera de caracol de piedra instalada en el ángulo saliente, o proa, de la torre.

Fuente: Castillos del Olvido

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