El Castillo de la Yedra se encuentra situado en la localidad de Cazorla, en las estribaciones de la Sierra de Cazorla, a 9 km. al norte de la localidad de Quesada, en la provincia de Jaén (Andalucía).
El castillo, también conocido como Castillo de las Cuatro Esquinas para diferenciarlo del vecino Castillo de las Cinco Esquinas, ofrecía seguridad y protección a la localidad, una población que aún conserva tipologías atquitectónicas y estructuras urbanas de clara ascendencia castellana.
En
la Edad Media, su estratégico emplazamiento, no tan cerca de la
frontera del reino nazarí y defendida de ataque por sorpresa por el
vientre de la serranía, el cauce del Guadalquivir y el macizo de
Pozo Alcón.
Cazorla
ha estado continuamente poblada desde época romana, donde se han
encontrado una termas, posteriormente, durante el periodo de
dominación árabe, fue una pequeña alquería de escasa importancia.
Fernando III vislumbró la importancia que podría tener este enclave
y su territorio para detener un posible avance hacia Sevilla, a
través de Baza y Cazorla, de tropas árabes procedentes de Almería
o de Granada, así que encargó su conquista al arzobispo Ximénez de
Rada, un buen estratega y militar, que contaba con el respaldo de la
rica, poderosa y comprometida iglesia toledana.
El
arzobispo espada en mano, asumió el mando de las tropas toledanas y
la conquista de un amplio territorio, desde Quesada a Hinojares,
introduciendo una cuña en un territorio de extraordinaria
importancia para las expectativas de reconquista castellana de
al-Andalus. El castillo de Cazorla se convirtió así, en sede de la
capital del Adelantamiento y el rey le asignó al adelantado la ardua
misión de planificar y llevar a cabo el asalto a una plaza, tan
valiosa para el reino árabe de Granada como bien encastillada y
protegida, Baza.
Terminada
la reconquista, el Adelantamiento, ya sin valor militar ni
estratégico, asumió la condición de señorío jurisdiccional. En
1694 se produjo una tremenda inundación, debido a ello, el arzobispo
mandó reparar el castillo donde se habían refugiado más de
quinientas personas de las que habían perdido sus casas. A
principios del siglo XIX el castillo seguía teniendo una cierta
operatividad puesto que los invasores franceses recogieron algunos
cañones antiguos que se conservaban en la fortaleza.
La
primera fortificación fue árabe y se remonta a los siglos XI y XII,
pero la imagen que hasta nosotros ha llegado del castillo de la Yedra
se corresponde más bien con la construcción castellana de los
siglos XIII y sobre todo XIV, durante el pontificado de don Pedro
Tenorio. El castillo conserva elementos de ambas civilizaciones que
sucesivamente lo ocuparon y conformaron su perfil y sus defensas. En
él se pueden distinguir tres recintos sucesivos: alcázar, recinto y
albacar.
El
alcázar, mandado levantar por los arzobispos toledanos a finales del
siglo XIV, coincide con la actual entrada del castillo, y consta de
torre del Homenaje y un reducido patio de armas, que la circunda.
Este pequeño recinto se ciñe a la forma que lo sustenta. Se accede
por un pasaje tortuoso y doblado, casi una poterna que serviría
además para facilitar la aguada de la fuente vecina.
La
Torre del Homenaje está construida con mampostería regular, tiene
planta cuadrada con una altura de treinta metros. La torre consta de
tres estancias superpuestas, la planta baja pavimentada sobre una
bóveda, debajo de la cual se encuentra un aljibe cubierto por bóveda
de medio cañón; la primera planta cubierta por techumbre de obra
sobre armazón de madera e iluminada por troneras; y la planta
segunda que dispone de tres amplios ventanales y está cubierta por
una bóveda. La puerta del recinto del castillo, abierta a la
albacara, es de mampostería encuadrada con sillares y reparos de
ladrillo. La entrada es de herradura apuntada cubierta por arco de
descarga de medio punto sobre el que campea el escudo de armas de
Sandoval y Rojas.
La
parte más antigua es la muralla que los almohades obraron a base de
tapial y cantos. Sobre ella los cristianos levantaron torreones de
sillería y dispusieron dos patios con la pretensión de impedir el
avance de los enemigos por la parte más desprotegida.
Finalmente,
la albacara o recinto exterior, parcialmente destruida, es obra
castellana de la segunda mitad del siglo XIII, en la que el tapial
alterna con la mampostería y la cantería. En el interior del
recinto, la rusticidad del suelo y la analogía de la función
militar no obstan el recurso a elementos decorativos como el ajimez,
la ventana partida de lexicografía gótica con parteluz o la
estilizada columna que apuntala el centro del pequeño porche
cubierto.
Fuente: Wikipedia
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