martes, 3 de diciembre de 2019

Castillo de Embid (Guadalajara)


El Castillo de Embid se encuentra localizado en la población homónima de la provincia de Guadalajara (Castilla-La Mancha). 

Se alza sobre un cerro, ubicación fronteriza de este castillo entre Aragón y Castilla que lo hizo escenario de numerosos enfrentamientos. ya que durante varios siglos tuvo una misión fronteriza, desde el año 1331. 

Fue erigido por Diego Ordóñez, criado de Alfonso XI. Durante la época de Pedro I fue parcialmente destruido, y tras su reconstrucción en el siglo XV, a partir de 1426, volvieron a tomarlo al asalto los aragoneses. En el s. XVIII los ejércitos de los austrias lo quemaron, en la Guerra de Sucesión. 

Es pentagonal su planta, bastante regular, con 22 metros de máxima dimensión, conservando en cuatro de sus esquinas sendos cubos coronados por las correspondientes almenas los tres que miran al norte y desprovisto de ellas el orientado al sudoeste; del quinto, solo quedan los cimientos. Algunas troneras propias para pequeños tiros de artillería perforan a escasa altura las mencionadas torres, así como las cortinas de cerramiento, en algunas de las que persiste alta ventana cuadrada provista en el interior de los consabidos bancos laterales de piedra; la cortina de poniente sólo en parte subsiste, no quedando de la que al mediodía, sino algún cimiento entre los peñascos; aquí pero incluida en el recinto del castillo, se alza la cuadrada torre señorial con entrada tan alta que era preciso el uso de una escalera de mano para alcanzarla, conservándose bien el piso bajo y aún el principal, fabricados con sillares y siendo sus paredes de gran espesor; de la parte alta edificada con posterioridad sin duda alguna, restan dos paredones menos robustos, advirtiéndose al lado de las incompletas almenas la existencia de saliente balcón de piedra para batir el basamento de la torre. 

Aunque esta parte del torreón se alzó ya en pleno siglo XV, las almenas no son voladizas, por cuyo motivo hay bajo ellas una línea de modillones sobre la que sin duda apoyarían en caso de sitio salientes buhardillas o balcones de madera a fin de suplir aquel defecto, y arroscándose al cerro, todavía se ve el camino para ascender al castillo de Embid contorneándolo hacía la izquierda hasta llegar a mediodía donde se abría entre dos cubos de puerta de ingreso: estos cubos (el de la izquierda muy arrumbado) con la parte baja de la torre del homenaje, es lo que subsiste del primitivo castillo, correspondiendo el resto a la reconstrucción hecha en la primera mitad del siglo XV; están provistos en cada uno de los pisos de tres saeteras alguna de las cuales corresponde al tiempo en que la artillería naciente y la ballesta de garrucha se disputaba la hege- monía en la lucha a distancia, por lo cual, a la perforación circular para el cañón con la rasgada mirilla vertical situada encima, se añade otra transversal para el uso de la ballesta, sólo queda un arranque del arco de entrada. 

Como la mayor parte de los castillos, el de Embid está totalmente arruinado en su interior; el minúsculo patio debió estar rodeado de habitaciones ordenadas en dos pisos a juzgar por las altas ventanas que lucen los clásicos bancos laterales de sillería y los cubos flanqueantes, están abiertos de arriba abajo por el interior; el del centro sustenta la almenada plataforma con bóveda en forma de cuarto de esfera, mientras en los laterales es de medio cañón, con el dovelaje de una sola pieza. Si tuvo o no tuvo este castillo recinto exterior con la correspondiente barbacana, nada puede afirmarse pues ni vestigios de ella quedan. 

El castillo fue testigo de un considerable número de acontecimientos bélicos y cambios de posesión, a los que sin duda se deben las diferencias apreciables en sus fábricas, sometidas a reparaciones y reedificaciones. Hasta el momento de su restauración, culminada el año 006, la torre del homenaje se encontraba bastante mutilada aunque la esbeltez de su figura seguía marcando el perfil del castillo. Eran claramente visibles algunos de los elementos que la distinguieron y que han servido de guía para su restauración, como las huellas de las estructuras de sus pisos, algunas de sus ventanas y troneras o el remate superior con sus almenas. Una de estas estructuras remanentes, son los tres canes conservados en el cuerpo superior del lado norte. Sabemos que, al menos, hasta los años sesenta del pasado siglo, el paramento norte de la torre se conservaba más completo, con un trozo de lienzo que conformaba un hueco como de ventana hacia el interior, pero que al exterior solo se correspondía con un pequeño ventanuco situado justo debajo de los mencionados canes. 

Es posible que el origen del castillo de Embid estuviera precisamente en una torre fuerte o en una torre vigía, lo que daría explicación bastante plausible a las diferencias entre las fábricas de la misma y, en especial, de las de los dos cuerpos inferiores con el resto. El deseo de controlar el espacio exterior y ampliar la línea del horizonte, parece ser la justificación de un ímpetu ascendente que llevó a sus poseedores a alzarla más y más. Recordemos cómo Juan Ruiz de Molina dejaba en el testamento (1453) a sus cuatro hijos la obligación de costear su elevación. Tal vez ese aumento de la altura sea el que de justificación a ese desdoblamiento del muro que parece verse en el cuerpo superior, como si se hubiera desdoblado o regruesado el peto para soportar una planta más. También, podría dar explicación a la forma- ción del matacán, de canes con modillones, situado justo encima de la hoy desaparecida ventana que parece estuvo cegada (al menos parcialmente). 

En los paramentos de la torre del homenaje, situados en el cuerpo inferior, el más primitivo, existen toda una serie de pequeños mechinales dispuestos en sucesión horizontal a lo largo de tres de sus caras. La mayoría de los huecos con- tienen restos de madera de pequeñas vigas. Podía pensarse que se trata del entramado exterior para la construcción de la torre, es decir del andamiaje, pero nos resulta extraño que se conserven justo a esa altura y no más arriba. Igualmente extraño, o aún más, es pensar en construcciones adosadas a la torre del homenaje, pues se trata de una disposición que en nada concuerda con su carácter de reducto defensivo, obligatoriamente libre de cualquier elemento que pueda facilitar su acceso por los atacantes. 

Cabe la posibilidad de que, efectivamente, se trate de los testigos de una construcción ligera, adosada a la torre, aunque levantada en época tardía, a pesar de que nos choca la formación de las cajas. Otra explicación sería la que habría de tener en cuenta que el origen del castillo puede estar precisamente en su torre y que ésta fuera, por lo tanto, una torre defensiva a la que con el tiempo se le incorporaron las murallas, convirtiéndola en torre del homenaje del castillo. Bajo tal premisa, se explicaría que en el cuerpo inferior de la torre se encuentren las cajas, bien formadas, de la estructura de madera de unas dependencias que la abrazarían por tres de sus lados (el cuarto está apoyado directamente sobre la roca). Aún así, nos queda la duda de si es correcto pensar en la existencia de un cuerpo de dependencias adosado a la torre. 

Hoy día, y tras la restauración, puede verse prácticamente en su totalidad: sus muros jalonados de cubos cilíndricos y la gran torre del homenaje, rematado todo ello con almenas bien conservadas.

Fuente: Castillos del Olvido

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