El Castillo de Villalba de los Alcores se encuentra situado en la localidad del mismo nombre en la provincia de Valladolid (Castilla-León).
Algunos autores incluyen esta
fortaleza dentro del grupo de las surgidas del proceso de
fortificación originado por las disputas fronterizas entre los
reinos de León y Castilla en el siglo XII, e integrado dentro de un
triángulo defensivo en el que también se encontraban los bastiones
de Montealegre y el ya desaparecido de Valdenebro de los Valles.
Todos los castillos que componen esta línea defensiva, se encuentran
situados entre sí a excasa distancia, a fin de poderse comunicar
visualmente y, en su caso, auxiliarse entre sí con la máxima
agilidad.
No
existe unanimidad a la hora de determinar el origen y autoría del
castillo, existiendo hasta la fecha diversas teorías que
sitúan su fundación en una franja temporal que va desde mediados
del siglo XII a mediados del siglo XV. Una de estas teorías,
mantenida desde mediados del siglo XIX, fecha la génesis de este
castillo en el siglo XII y atribuye su autoría a Larden de San Juan.
Entre sus defensores, destacan autores como Ventura García Escobar,
Norberto Santarén Gómez, Juan Ortega Rubio, Federico Carlos Sainz
de Robles y Lucio Zúmel Menocal. Frente a esta corriente se alega
que, como respaldo de su teoría, ninguno de ellos ha documentado
convenientemente sus afirmaciones, siendo esta ausencia suplida por
una interpretación del lenguaje de las piedras en su vertiente
artística, es decir, se han basado en las características
arquitectónicas y ornamentales de ambas obras.
Una
segunda línea interpretativa señala a la familia Meneses como su
promotor en el siglo XIII. Autores como Javier Bernard Remón,
Fernando Cobos Guerra y José Javier de Castro Fernández justifican
su teoría, entre otras razones, por la presencia del escudo de esta
noble familia castellana en las claves de las bóvedas del edificio.
Por último, otros autores como Edward Cooper, señalan que es
probable que, hasta mediados del siglo XV, Villalba fuera
simplemente otro pueblo más, de las llanuras del triángulo de
territorio entre Valladolid, Palencia y Medina de Rioseco. Sus
edificios importantes serían las dos iglesias y una casona de piedra
situada al extremo occidental de la población. Esta última, a pesar
de su robustez, no parece haber sido realmente fortificada, hasta que
fue transformada en el siglo XV, desapareciendo detrás de paramentos
de sillería torreados que duplicaron prácticamente el espesor de
las paredes, de forma que la silueta del antiguo edificio terminó
por convirtiéndose en la de un castillo.
Al
margen de las anteriores discrepancias sobre sus posibles
constructores, lo que resulta evidente es que Villalba ha contado y
aún disfruta de una de las obras más singulares de la arquitectura
hispánica. La primera referencia conocida data del 10 de junio de
1140, fecha en la que la Infanta-Reina castellano-leonesa Sancha
Raimúndez, fallecida en 1159, hermana, nombrada también Reina, del
Rey Alfonso VII de León, (1105 – 1157), entregó Villalba a la
Orden de San Juan de Jerusalén. Después de la primera cruzada,
regresaron a España los caballeros hospitalarios de la Orden de San
Juan de Jerusalén, la cual se fundó en el año 1020, y aquellos la
recibieron con el título de encomienda, realizando fuertes obras en
la villa a fin de ponerla a cubierto de sus enemigos, debiéndose
seguramente a ellos el castillo, las murallas y los torreones. Los
detractores del origen templario del Castillo de Villalba, alegan que
éstos, sin embargo, devolvieron los bienes donados un año después
de haberlos recibido.
A
finales del siglo XII los reinos de León y Castilla se encontraban
en lucha por el control de la Tierra de Campos, siendo entonces
frecuente la táctica de entregar a las órdenes militares los
dominios territoriales en litigio. En el caso de Villalba, sin
embargo, el Papa Celestino III impidió en 1193 que la Orden de San
Juan de Jerusalén se inmiscuyera en estas contiendas territoriales.
Al año siguiente se paraliza, de momento, la contienda con la firma
del Tratado de Tordehumos, situación que es aprovechada por Alfonso
VIII de Castilla para donar Villalba al noble linaje castellano de
los Meneses. Será Alfonso Téllez de Meneses, hijo de Tello Pérez
de Meneses, el que, según unos autores, construya o el que, según
otros, reforme la fortaleza, incorporándole su escudo en las claves
de las bóvedas.
Tello
Pérez de Meneses recibió del monarca la villa como pago por su
participación en la conquista de Cuenca, fundando en ella el
monasterio cisterciense de Matallana. Existe otra referencia
posterior, situada durante el efímero reinado de Enrique I, en el
que se sucedieron diversas algaradas de éste monarca contra la
infanta Berenguela y sus partidarios, entre los que se encontraba
Alfonso Téllez de Meneses, señor de Villalba. Así en 1217 esta
villa es cercada y penetrada sin apenas resistencia por el rey, dada
la ausencia de su señor. Cuando este último vino, se animaron sus
servidores, y después de una lucha por las calles del pueblo, la
victoria se inclinó del lado local, teniendo el rey que retirarse a
Palencia.
A
mediados del siglo XIV, durante las luchas entre Pedro I de Castilla
y el infante don Enrique, Villalba fue tomada por las tropas del rey
al preferir los Meneses refugiarse Montealegre. En 1365, tras la
muerte del último de los Meneses, los bienes de esta familia son
donados por el rey Enrique II a su hermano Sancho. Su hija Leonor
casó con el infante Fernando, que en 1409 permutó Villalba y otras
propiedades por Castrojeriz a la familia Acuña que, a su vez, en
1456 se la venden a los Vivero. Villalba volvió a ser noticia como
consecuencia de los conflictos de poder en el reinado de Enrique IV
de Castilla, al ser tomada violentamente en 1469 por el conde de
Benavente, Rodrigo Alonso de Pimentel. Poco después, este noble
encargó al cantero Juan de Lierganes la reconstrucción del castillo
y muralla.
En
la guerra contra Portugal, tras la batalla de Baltanás en 1475
Alfonso V de Portugal se hizo con las fortalezas de Villalba,
Portillo y Mayorga como pago del rescate del conde de Benavente.
Acabada la guerra, Rodrigo Alonso de Pimentel recobró sus
propiedades. Inés de Guzmán pleiteará para recuperar su villa de
Villalba, pleito que continuó y ganó su heredera, María de Tovar,
junto a su marido el condestable de Castilla, Íñigo de Velasco, en
1500 ante el Consejo Real. Los condes de Osorno tuvieron el señorío
de la villa hasta últimos del siglo XVI.
En
tiempo de Felipe V, el conde de Castilnovo instruyó el oportuno
expediente sobre el señorío y jurisdicción que tenía de Villalba.
El rey Carlos III, por Real Cédula expedida en 27 de junio de 1773,
confirmó la posesión del conde. Quiso éste a su vez extender más
aún sus derechos, a lo cual se opuso el pueblo, terminándose el
pleito por ejecutoria de 18 de agosto de 1778. Habiendo sido abolidos
los señoríos y derechos jurisdiccionales por las leyes de 1811 y
1837, en este año acudió el conde de Castilnovo a los tribunales de
justicia, reclamando el derecho a percibir 60 fanegas de trigo y 60
de cebada que entre todos los vecinos le habían estado pagando
anualmente en concepto de foro.
La
Audiencia de Valladolid, el 20 de noviembre de 1851, falló en contra
del duque, esgrimiendo que no eran suficientes los títulos
presentados. Con posterioridad el de Castilnovo presentaría nueva
demanda el 14 de junio de 1857, esta vez frente al ayuntamiento
Villalba, volviendo de nuevo a ver rechazadas sus pretensiones. El
castillo permanecerá en poder de los condes de Castilnovo hasta su
venta en 1860 a Cipriano de Rivas, secretario del Rey, por 120.000
reales de vellón. En 1931 se declara al castillo monumento histórico
artístico, hecho que sin embargo no ha servido para salvarlo de su
situación de ruina progresiva.
Fuentes: Castillo del Olvido
edujoser
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