jueves, 16 de abril de 2020

Murallas de Trujillo (Cáceres)


Las Murallas de Trujillo se encuentran situadas en el casco antiguo de la ciudad del mismo nombre en la provincia de Cáceres (Extremadura). 

Su origen musulmán parece incontestable, sin embargo, de este período no se conservan más que el trazado original, quizás con ciertas reformas, y parte de su basamento. La historiografía local ubica temporalmente su realización en el siglo XI, hecho que puede venir avalado por las descripciones recogidas en las fuentes árabes y por la disposición típica de medina, estructura urbana habitualmente fortificada. 

Con bastante seguridad, podemos afirmar que en Trujillo existió un recinto fortificado más antiguo, cuya traza se asentaría próximo a la alcazaba. A ella responderían los muros situados al Este (con dos torres semicirculares macizas, muy reformadas) y al Sur de aquella: en la torre de planta trapezoidal que en la actualidad avanza como balcón sobre la Plaza Mayor. 

Si los primeros paños de la muralla podemos situarlos cronológicamente entre los fines del califato de Córdoba e inicios de los Reinos de Taifa, época marcada por la inestabilidad ante la ausencia de un poder suficientemente fuerte como para aglutinar todo el territorio andalusí bajo un mismo mando, el resto de sus lienzos pueden ser datados entre fines del periodo Taifa e inicios del dominio almorávide, es decir, en torno a la segunda mitad del siglo XI. 

La muralla está jalonada por 22 torres, la mayoría cuadradas y aisladas o forman parte de otros edificios medievales, dispuestas a lo largo de todo el perímetro. Su altura es superior a la de los lienzos de los que parten, las plantas más frecuentes son la cuadrada y la rectangular, a ellas habría que añadir las dos semicirculares, ya mencionadas. 

De entre estas torres podemos destacar la albarrana que se une al muro mediante una coracha alargada en el sector oeste. Los paños de la zona norte sorprenden por la ausencia de torres; en este espacio apreciamos la existencia de un edificio adosado, convertido en convento franciscano en el siglo XV, que por su solidez pudiera reforzar la denominada Puerta de Coria. 

La muralla conservada actualmente –en una gran parte de su trazado- es legado no islámico, sino herencia cristiana de los siglos XII-XV. Su estructura arquitectónica y sistema constructivo nos confirman diferencias obvias con las realizaciones musulmanas de la Alcazaba y del Albacar. 

El material constructivo sigue siendo el mismo, el granito, no obstante su tratamiento difiere del de fases anteriores. La fábrica es de mampostería, aunque en zonas bajas de los paramentos y en las esquinas de las torres se emplean sillares, la piedra es unida con abundante cal y arena gruesa tanto en las caras externas como en su interior. En ocasiones se observa la presencia del ladrillo y pizarra como niveladores de las sucesivas hiladas pétreas. Muros y torres se coronan con un remate cuadrado piramidalmente. 

Si en la muralla reconocemos la huella de las obras realizadas tras la definitiva conquista castellana (año 1232), serán las puertas de ingreso al recinto las que marquen claramente la periodización del mismo. De este modo, todas ellas, al menos todas las conservadas, responden a unas tipologías propias de las tres últimas centurias del Medievo. Actualmente son apreciables cuatro de las siete que poseía el recinto; posiblemente no todas serian medievales y, quizás habría que añadir alguna poterna hoy desaparecida tras las modificaciones sustanciales a que el conjunto murario ha sido sometido (derribo de algunos lienzos, variadas estructuras adosadas a los mismos, etc.). 

Fuente: Castillos del Olvido

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