martes, 7 de abril de 2020

Castillo de Magacela (Badajoz)


El Castillo de Magacela se encuentra situado en las cercanías de la población del mismo nombre en la provincia de Badajoz (Extremadura). 

Desde los orígenes de la obra militar, pobladores íberos hicieron frente a los romanos al abrigo de sus muros ciclópeos. Algunos autores, como hemos señalado, defienden la hipótesis de que las tropas de Viriato se hicieron fuertes en Magacela, dominando desde su atalaya todo posible movimiento y aproximación de las tropas romanas hasta que en el siglo II a. C. tomaron la plaza y el dominio del vasto territorio que desde allí se controla. Por aquellas fechas, el poder romano empezaba a florecer en toda la península. 

En la etapa de ocupación musulmana, que gracias a las referencias literarias de Bakrí y Yaqut en los siglos XI y XIII respectivamente, sabemos de la ya existencia del castillo beréber de “Umm Gazala”, los árabes arman la fortaleza y defienden cada metro de su territorio, levantando una plaza inexpugnable al enemigo. Será en tiempos de ocupación almohade cuando la plaza adquiera cierta relevancia, construyéndose en esta época la mayoría de los elementos defensivos que nos han llegado del castillo. 

Con la reconquista cristiana, y tras la toma de la plaza definitiva en 1234, la raza guerrera y el clima físico-bélico se va desipando poco a poco, pues una etapa de cierta estabilidad bélica y un cambio de mentalidad de los nuevos ocupantes de la fortaleza, contribuyen a ello. Con los nuevos moradores, continúa el carácter militar en sus obras, aunque poco a poco, los elementos residenciales se van abriendo paso en detrimento de lo fuerte, factor que se ve acentuado sobre todo en época moderna. No obstante, nunca dejaron de otorgar elementos defensivos a la fortaleza en vista de posibles conflictos bélicos venideros. Es importante señalar que tras la reconquista, ya ocupada la fortaleza por los cristianos, siguió viviendo un gran número de musulmanes junto a éstos, por lo que, como veremos, la mano de alarifes de origen musulmán queda patente en determinadas zonas del castillo. 

La edificación se adapta totalmente a las condiciones topográficas del terreno y domina a la población desde lo más alto del cerro. Su fábrica, compuesta por ladrillo y mampostería en su mayor parte deja al granito algo de protagonismo en parte de sus muros como ángulos y basamentos de torres, en los que parece que las piezas han sido reutilizadas de otras construcciones anteriores. 

El perímetro fortificado del castillo abarca la máxima superficie que permite el desnivel de la alargada cresta rocosa en que se asienta. De este modo, ocupando una extensión de más de 250 metros por 65 metros de anchura en algunas partes, los muros se levantan a desigual altura, acondicionados por la irregularidad de las cotas orográficas que marca el terreno. 

Consta esta fortaleza de tres cuerpos o recintos; el llamado primer recinto, en la parte más oriental, en sus orígenes tuvo que albergar un importante número de población; el segundo, inmediato al primero y más a poniente, es de dimensiones mucho más reducidas que éste; por último, en la parte más occidental, se encuentra el cuerpo principal del castillo, que fue centro administrativo y funcional de la fortaleza. 

En su terraza, de pavimento de ladrillo y accesible desde las escaleras que arrancan del anden, se conservan aún tres merlones con sus saeteras que más tarde se habilitaron para poner las campanas de llamada al culto del templo parroquial que alberga la fortaleza, de ahí su segunda denominación. 

Poco más adelante, una coracha corre ladera abajo del cerro desplazándose unos 35 metros. De ésta no queda prácticamente nada más que el arranque de los cimientos que aún afloran en el suelo. En el lienzo de la fortaleza contiguo a esta coracha, se puede ver la tipología ciclópea de su fábrica en su parte inferior, así como los diferentes estratos sobrepuestos formando aparejos de distinta cronología y artífices. 

Ya en muros del segundo recinto, nos encontramos con una torre maciza de tapial y argamasa, forrada con mampostería que el tiempo ha hecho que se pierda casi en su totalidad. Es esta torre otra huella defensiva almohade y a su lado se encontraba la segunda puerta de la fortaleza, formada con arco de piedra labrada, hoy un gran vano circular. Unos metros distante, destaca el tercer cuerpo o cuerpo principal de la fortaleza, cuyo elemento más destacado es la torre poligonal o del Homenaje. 

El lienzo meridional no presenta tanta complejidad. Mélida ve la inutilidad de hacer torres defensivas, ya que el terreno, mucho más inclinado que la zona septentrional, se encarga de cumplir su función defensiva. Actualmente, este muro ha desaparecido prácticamente, pero tenemos referencias documentales que pueden ayudar a reconstruirlo en parte. 

El lienzo de muralla de levante se construyó mediante enormes bloques de cuarcita siguiendo la tipología ciclópea prerromana. El enorme tamaño de los bloques de piedra hace pensar que se arrancaron de los canchales más altos de la arista de la sierra, y se desplazaron, siempre en línea descendente, hacía su ubicación actual. 

Actualmente se encuentra en ruinas, pero gracias a las trazas que Diego Martín hizo con motivo de unas obras en 1615, lo podemos reconstruir en parte. Estas fueron sacadas a la luz por el profesor Navareño del Archivo Histórico Nacional y muestran las dependencias a comienzos del siglo XVII. Las excavaciones de los últimos años en esta parte, han sacado a la luz todo lo que recoge el campanariense Diego Martín en 1615 con motivo de las obras de reparación y que pasamos a detallar. 

Al lado de la torre del Homenaje, adosadas al muro de levante, se encontraban dos dependencias seguidas: una era el pajar o gallinero mencionado, y la otra, más al sur, tahona para el pan. Contiguos al muro meridional se sucedían: un recinto utilizado como panera, caballerizas con piso arriba y una dependencia con horno. A poniente encontrábamos una sala con chimenea de campana en un extremo y una alacena en el otro. 

La Torre del Homenaje, datada a finales del siglo XII, tiene ocho caras y planta irregular, presentando en la parte media inferior una más por haberse achaflanado una de las que miran al norte. Así, se ha creado otro vértice en la parte inferior que se ha solucionado mediante una pequeña bóveda de ladrillo en saledizo. Es esta torre de mampostería con ladrillos en los ángulos, actualmente maciza, rellena de barro y argamasa, y fue construida en fechas similares a las de entrada en recodo y hechas de tapial.

El castillo era centro neurálgico de la administración y sede del poder desde su construción. En 1504 y perteneciendo a la Mesa Maestral, se abastecía y recibía la cantidad de 86.667 maravedís para necesidades. Bien avanzado el siglo XVI, se hace mención de un importante arsenal en la fortaleza, coso rara en las demás plazas de la Orden, que, en el «caso de aparecer armamento se declara como viejo, anticuado y escaso». Con motivo de la toma del cargo de Alcaide por Juan de Ynestrosa, se hace una relación del armamento existente desde que fue mandatario de la Alcaidía Juan de Castilla, en 1584, y de las piezas que fueron recibiendo sus sucesores como Cosme de Meneses. 

A finales del siglo XVIII, la Alcaidía del ya arruinado castillo se adjudica al juzgado de iglesias de la Orden. En esta fecha es el Prior D. Manuel Feliciano de Silva y Pantoja la cabeza del Priorato de Magacela, aunque dirigido desde Villanueva de La Serena. 

Fuente: Castillos del Olvido

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