El Castillo de Magacela se encuentra situado en las cercanías de la población del mismo nombre en la provincia de Badajoz (Extremadura).
Desde
los orígenes de la obra militar, pobladores íberos hicieron frente
a los romanos al abrigo de sus muros ciclópeos. Algunos autores,
como hemos señalado, defienden la hipótesis de que las tropas de
Viriato se hicieron fuertes en Magacela, dominando desde su atalaya
todo posible movimiento y aproximación de las tropas romanas hasta
que en el siglo II a. C. tomaron la plaza y el dominio del vasto
territorio que desde allí se controla. Por aquellas fechas, el poder
romano empezaba a florecer en toda la península.
En
la etapa de ocupación musulmana, que gracias a las referencias
literarias de Bakrí y Yaqut en los siglos XI y XIII respectivamente,
sabemos de la ya existencia del castillo beréber de “Umm Gazala”,
los árabes arman la fortaleza y defienden cada metro de su
territorio, levantando una plaza inexpugnable al enemigo. Será en
tiempos de ocupación almohade cuando la plaza adquiera cierta
relevancia, construyéndose en esta época la mayoría de los
elementos defensivos que nos han llegado del castillo.
Con
la reconquista cristiana, y tras la toma de la plaza definitiva en
1234, la raza guerrera y el clima físico-bélico se va desipando
poco a poco, pues una etapa de cierta estabilidad bélica y un cambio
de mentalidad de los nuevos ocupantes de la fortaleza, contribuyen a
ello. Con los nuevos moradores, continúa el carácter militar en sus
obras, aunque poco a poco, los elementos residenciales se van
abriendo paso en detrimento de lo fuerte, factor que se ve acentuado
sobre todo en época moderna. No obstante, nunca dejaron de otorgar
elementos defensivos a la fortaleza en vista de posibles conflictos
bélicos venideros. Es importante señalar que tras la reconquista,
ya ocupada la fortaleza por los cristianos, siguió viviendo un gran
número de musulmanes junto a éstos, por lo que, como veremos, la
mano de alarifes de origen musulmán queda patente en determinadas
zonas del castillo.
La
edificación se adapta totalmente a las condiciones topográficas del
terreno y domina a la población desde lo más alto del cerro. Su
fábrica, compuesta por ladrillo y mampostería en su mayor parte
deja al granito algo de protagonismo en parte de sus muros como
ángulos y basamentos de torres, en los que parece que las piezas han
sido reutilizadas de otras construcciones anteriores.
El
perímetro fortificado del castillo abarca la máxima superficie que
permite el desnivel de la alargada cresta rocosa en que se asienta.
De este modo, ocupando una extensión de más de 250 metros por 65
metros de anchura en algunas partes, los muros se levantan a desigual
altura, acondicionados por la irregularidad de las cotas orográficas
que marca el terreno.
Consta
esta fortaleza de tres cuerpos o recintos; el llamado primer recinto,
en la parte más oriental, en sus orígenes tuvo que albergar un
importante número de población; el segundo, inmediato al primero y
más a poniente, es de dimensiones mucho más reducidas que éste;
por último, en la parte más occidental, se encuentra el cuerpo
principal del castillo, que fue centro administrativo y funcional de
la fortaleza.
En
su terraza, de pavimento de ladrillo y accesible desde las escaleras
que arrancan del anden, se conservan aún tres merlones con sus
saeteras que más tarde se habilitaron para poner las campanas de
llamada al culto del templo parroquial que alberga la fortaleza, de
ahí su segunda denominación.
Poco
más adelante, una coracha corre ladera abajo del cerro desplazándose
unos 35 metros. De ésta no queda prácticamente nada más que el
arranque de los cimientos que aún afloran en el suelo. En el lienzo
de la fortaleza contiguo a esta coracha, se puede ver la tipología
ciclópea de su fábrica en su parte inferior, así como los
diferentes estratos sobrepuestos formando aparejos de distinta
cronología y artífices.
Ya
en muros del segundo recinto, nos encontramos con una torre maciza de
tapial y argamasa, forrada con mampostería que el tiempo ha hecho
que se pierda casi en su totalidad. Es esta torre otra huella
defensiva almohade y a su lado se encontraba la segunda puerta de la
fortaleza, formada con arco de piedra labrada, hoy un gran vano
circular. Unos metros distante, destaca el tercer cuerpo o cuerpo
principal de la fortaleza, cuyo elemento más destacado es la torre
poligonal o del Homenaje.
El
lienzo meridional no presenta tanta complejidad. Mélida ve la
inutilidad de hacer torres defensivas, ya que el terreno, mucho más
inclinado que la zona septentrional, se encarga de cumplir su función
defensiva. Actualmente, este muro ha desaparecido prácticamente,
pero tenemos referencias documentales que pueden ayudar a
reconstruirlo en parte.
El
lienzo de muralla de levante se construyó mediante enormes bloques
de cuarcita siguiendo la tipología ciclópea prerromana. El enorme
tamaño de los bloques de piedra hace pensar que se arrancaron de los
canchales más altos de la arista de la sierra, y se desplazaron,
siempre en línea descendente, hacía su ubicación actual.
Actualmente
se encuentra en ruinas, pero gracias a las trazas que Diego Martín
hizo con motivo de unas obras en 1615, lo podemos reconstruir en
parte. Estas fueron sacadas a la luz por el profesor Navareño del
Archivo Histórico Nacional y muestran las dependencias a comienzos
del siglo XVII. Las excavaciones de los últimos años en esta parte,
han sacado a la luz todo lo que recoge el campanariense Diego Martín
en 1615 con motivo de las obras de reparación y que pasamos a
detallar.
Al
lado de la torre del Homenaje, adosadas al muro de levante, se
encontraban dos dependencias seguidas: una era el pajar o gallinero
mencionado, y la otra, más al sur, tahona para el pan. Contiguos al
muro meridional se sucedían: un recinto utilizado como panera,
caballerizas con piso arriba y una dependencia con horno. A poniente
encontrábamos una sala con chimenea de campana en un extremo y una
alacena en el otro.
La Torre del Homenaje, datada a finales del siglo XII, tiene ocho caras y planta irregular, presentando en la parte media inferior una más por haberse achaflanado una de las que miran al norte. Así, se ha creado otro vértice en la parte inferior que se ha solucionado mediante una pequeña bóveda de ladrillo en saledizo. Es esta torre de mampostería con ladrillos en los ángulos, actualmente maciza, rellena de barro y argamasa, y fue construida en fechas similares a las de entrada en recodo y hechas de tapial.
El
castillo era centro neurálgico de la administración y sede del
poder desde su construción. En 1504 y perteneciendo a la Mesa
Maestral, se abastecía y recibía la cantidad de 86.667 maravedís
para necesidades. Bien avanzado el siglo XVI, se hace mención de un
importante arsenal en la fortaleza, coso rara en las demás plazas de
la Orden, que, en el «caso de aparecer armamento se declara como
viejo, anticuado y escaso». Con motivo de la toma del cargo de
Alcaide por Juan de Ynestrosa, se hace una relación del armamento
existente desde que fue mandatario de la Alcaidía Juan de Castilla,
en 1584, y de las piezas que fueron recibiendo sus sucesores como
Cosme de Meneses.
A
finales del siglo XVIII, la Alcaidía del ya arruinado castillo se
adjudica al juzgado de iglesias de la Orden. En esta fecha es el
Prior D. Manuel Feliciano de Silva y Pantoja la cabeza del Priorato
de Magacela, aunque dirigido desde Villanueva de La Serena.
Fuente: Castillos del Olvido
Galería:
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