lunes, 16 de diciembre de 2019

Castillo de la Peña (Martos, Jaén)


El Castillo de la Peña está situado en la parte superior del monte homónimo, situado en las cercanías de la población de Martos, en la provincia de Jaén (Andalucía). 

Martos ubicado a las faldas de la Peña, cima troncocónica de 1003 metros de altitud, está situada en una estribación final de las cordilleras Béticas, desde donde se puede contemplar una gran panorámica del Valle del Guadalquivir. En la Edad Media, Martos contó con una de las fortalezas más impresionantes de Andalucía articulada en dos castillos: uno, construido en la Peña, del que recibió su nombre; y otro el de la Villa, levantado en pleno recinto urbano. 

En el primitivo recinto ibero-romano, los musulmanes levantaron una primera fortaleza, consolidaron el recinto como plaza fuerte que se conoció como hisn Tuss, ampliando el perímetro delimitado por los romanos y rodeándolo de murallas y torres. 

A finales del siglo IX, se produjo una rebelión de los encastillados muladíes contra el poder central de Córdoba, a la que se sumaron castillos como el de Tuss, con Fihr ben Asad, su jefe muladí al frente, pero una vez fue sofocada la rebelión y tomada la plaza de Martos, fue hecho prisionero y trasladado a Córdoba, donde fue crucificado en el zoco de las carnicerías. Después de aquellos sucesos, en el 912, Martos prestaba juramento de fidelidad al califa Abd al-Rahman III. 

Cuando, a principios del siglo XI, caído el califato, al-Andalus se fragmentó en reinos de taifas, Martos quedó incorporado al reino de Granada bajo la dinastía zirí hasta que el aventurero y poeta, Ibn Ammar, se la arrebató al rey granadino Abn Allah y la incorporó al reino árabe de Sevilla, contando para ello con la ayuda del rey castellano Alfonso VI, tan necesitado de dinero para sus campañas, al que Ibn Ammar ofreció un alto precio por colaborar en la operación. 

La fortaleza árabe de la Peña era considerada en la Edad Media como inexpugnable, debido a la altura de la posición y las dificultades para escalar hasta el castillo, así como por la sólida muralla que la defendía vertebrada por varias torres. 

Unos años después de la victoria de Las Navas de Tolosa, en 1225, ‘Abd al-Mu ‘min al-Bayyasi, jefe almohade de Baeza, con el objetivo de declararse independiente del califa ‘Abd al-Adil, rindió vasallaje al rey cristiano, Fernando III, al que le entregó Martos y Andújar, a cambio del apoyo del rey castellano contra el califa cordobés. En 1226, el rey cedió el control de Martos y sus términos a don Alvar Pérez de Castro. A partir de 1228, Martos se convirtió en centro de la Encomienda de la Orden de Calatrava en el reino de Jaén. Los calatravos, fortalecieron las defensas de la Peña y levantaron la torre del Homenaje y dotaron la fortaleza de capilla, aljibe, horno, molino y lagar. 

La fortaleza, por encontrarse en territorio musulmán, sufrió continuos ataques árabes como el que, en 1227, le dirigió Abul-l-Ula, rey almohade de Sevilla, quien cercó la villa, el de 1243, cuando al-Hamar la atacó y dio muerte a su comendador, don Isidro, o el de 1325, cuando el rey nazarí, Ismael I, utilizó artillería de pólvora y logró que el aguerrido ejército granadino asaltara la alcazaba dando lugar a un cruento episodio. 

Durante las guerras civiles entre Pedro el Cruel y el pretendiente Trastamara, el rey envió a Córdoba al maestre de Calatrava con el encargo de ajusticiar a don Gonzalo Fernández de Córdoba, pero el condenado puso tierra por medio. Sospechando el rey que el propio maestre podía haberle avisado, determinó matarlo y encargó de ello al entonces comendador de la Peña de Martos, Pedro Girón. Éste citó al Maestre para una entrevista con el rey en el castillo de Martos y lo apresó. Conquistada Granada y perdida su función militar, el castillo de la Peña fue abandonado en el siglo XVI. 

Las ruinas del castillo de la Peña que hoy conocemos no son las construidas por los musulmanes sino que corresponden a la fortaleza que los calatravos construyeron a partir del 1340. 

La planta del castillo es trapezoidal adaptada a la superficie de la meseta sobre la que se asienta y su entrada, por motivos de seguridad, marcaba un dibujo en zigzag. El recinto estaba dividido en alcázar y patio de armas protegido por un recinto amurallado. 

El alcázar, donde se levanta la Torre del Homenaje, aprovecha un podio natural que lo eleva unos tres metros por encima del patio de armas, separado por un ancho foso, también natural. La torre, de base rectangular, se alza en el sureste en el sector más elevado. Tenía capacidad para albergar una amplia guarnición y está separada del resto del castillo por un foso artificial que recorre la cima de este a oeste. 

La fábrica de la torre es de mampostería colocada en hiladas regulares y trabada con mortero, aunque sus esquinas son de sillares de buena calidad y están bien labrados. Constaba de tres estancias, la primera, actualmente enterrada aunque conserva sus bóvedas de medio cañón y tres saeteras para su iluminación interior, la segunda, se dividía en dos naves longitudinales y disponía de tres vano, y la tercera, casi derruida, disponía de al menos tres saeteras. 

En el noreste, ubicado en la parte más baja del castillo, hubo un aljibe para recoger el agua de lluvia vertida sobre la superficie de la explanada, de planta rectangular y fabricado en mampostería. Se accede a su interior a través de tres arcos de ladrillo de medio punto, que sostienen las bóvedas de arista también de ladrillo. 

Adosado al aljibe hay una alberca con dos canalizaciones para la distribución de agua, también de planta rectangular y hecha a base de mampostería revestida con mortero. La alberca tenía capacidad para recoger el agua infiltrada en el terreno y aumentaba el potencial acumulador de agua del aljibe. 

Los constructores aprovecharon al máximo la superficie de la meseta de la Peña y trazaron los muros allí donde el desnivel del terreno era mayor y permitía la construcción de una muralla similar a un muro de contención con el parapeto a nivel del patio de armas, mientras que en el lado sur, que se asoma al impresionante precipicio de los Carvajales, bastó un simple parapeto del que apenas quedan restos. 

El número de torreones del recinto es escaso ya que las excelentes condiciones defensivas del lugar hacían innecesarias mayores defensas. A excepción de la torre cilíndrica esquinera, que es hueca y que tuvo dos pequeños aposentos cubiertos con bóveda de ladrillo, las otras, macizas, fueron construidas después de los muros, a los que sirven de contrafuertes. 

El castillo de la Peña estaba unido al castillo de la Villa por un lienzo de murallas con numerosas torres vigía. 

Fuente: Wikipedia

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