El Castillo de La Guardia está situado en la localidad del mismo nombre en la provincia de Jaén (Andalucía).
La Guardia está
situado a unos 10 kilómetros al sureste de la ciudad de Jaén,
enclavado en la ladera este del Cerro de San Marcos a cuyo pie
discurre el arroyo de La Guardia formando una fértil vega.
El
castillo se alza sobre un espolón de caliza en un extremo del cerro
de San Marcos. Desde su emplazamiento domina toda la villa y un
magnífico horizonte sobre el valle del río Guadalbullón, paso
estratégico importante que hizo de La Guardia y su castillo una de
las ciudades más importantes de la zona hasta prácticamente el
siglo XI.
Se
ha identificado tradicionalmente a La Guardia con la ciudad romana de
Mentesa Bastia, fundada sobre un oppidum íbero, lugar de parada
obligada entre los viajeros de Acci (Guadix) y Castulo (Linares) y
Aurgi (Jaén), como lo atestiguan algunas inscripciones conservadas.
El oppidum de la antigua Mentesa, mencionado por Plinio, fue
destacamento romano de la Hispania Citerior.
Algunas
crónicas cuentan que Tariq durante la ocupación de la Península
dirigió sus ejércitos por la calzada romana que iba desde Astigi
(Écija) a Toledo por Mentesa, la cual tomó y arrasó en el año
711. Mantisa, según autores árabes, era una de las ciudades más
antiguas de la Cora de Yayyan, de la que llegó a ser su capital, y
rebautizada por los árabes como “Wâdi ‘Abd Allâh”, palabra
árabe de la que procede el término “guarda”.
Hacia
el año 741, los Ugaylíes, descendientes del gobernador de la Cora
de Yayyan, Al-Husayn, se asientan en La Guardia, estableciendo una
minoría aristocrática que ostentó el poder en la zona. Durante la
crisis del emirato a finales del siglo IX con la rebelión muladí,
Ishaq ben Ibrahim al-’Uqayli reconstruye el castillo, cuyas
primeras estructuras defensivas fueran construidas por Tariq al
inicio de la ocupación. Ishaq volvería a la obediencia de Córdoba
veinticinco años más tarde, cuando numerosos señores rebeldes se
acogieron al perdón de Abd al-Rahman III.
En
1244 La Guardia fue conquistada por Fernando III El Santo, como paso
previo a la conquista de la ciudad de Jaén. A partir de 1246 y, como
consecuencia del Pacto de Jaén, La Guardia se convirtió en un
castillo estratégico de primer orden. Durante dos siglos y medio
compartiría con la vecina Pegalajar la defensa del flanco de Jaén
expuesto a la penetración nazarí a través de la cuenca del
Guadalbullón.
Fernando
III la entregó a la familia Ruiz, de Baeza, quienes fundaron
mayorazgo en ella. De este señorío fueron despojados por Enrique II
de Trastámara, a finales del siglo XIV, al tomar posición por Pedro
I, en la guerra civil. El nuevo monarca Trastámara cedió el
Castillo y su término a Ruíz González de Mexía a finales del
siglo XIV.
El
castillo de La Guardia fue testigo de sucesos bélicos tales como la
batalla en 1425 donde cayó preso el obispo don Gonzalo o la
incursión árabe que en 1460 detiene el Condestable de Jaén, Miguel
Lucas de Iranzo. Una vez desaparecido el peligro nazarí, a partir de
finales del siglo XV, el Castillo de La Guardia sufre diversas
modificaciones que le hacen perder su función eminentemente militar
y estratégica, para convertirlo en residencia palaciega. La familia
Mexía (o Messía) lo tuvo en propiedad hasta la desaparición de los
señoríos en el siglo XIX, no así, las armas de los Mexía, que
datan del siglo XIV, son las que decoran los muros del castillo. El
castillo estaba todavía habitable cuando lo ocuparon las tropas
napoleónicas en 1812. Poco después sobrevendría su ruina, debido
al incendio que las tropas francesas provocaron en la fortificación
en su retirada.
El
plano del castillo, con forma de triángulo irregular, se adapta a la
meseta del cerro de San Marcos, está inclinado hacia el este y
escarpado de forma natural por el norte. El recinto del castillo de
La Guardia se encuentra estructurado en dos espacios individualizados
y bien definidos: el alcázar y la alcazaba.
Situado
en la esquina noroeste del recinto, se encuentra el alcázar, obra
tardía del siglo XV, reformado y ornamentado en el siglo XVI. Es de
planta rectangular y está defendido por cuatro torres de diferente
fisonomía, una torre circular, dos torres cuadradas y la torre del
homenaje, que se adaptan a la orografía del terreno. Lo rodean
lienzos de muralla fabricados con mampostería unida por mortero de
cal y esquinas reforzadas, a veces redondeadas, con sillería a soga
y tizón.
La torre circular, localizada en la esquina suroeste, es una construcción islámica construida en mampostería, de la que parten dos lienzos de muralla elaboradas con tapial de tierra sobre basamento de mampostería. Tiene una estructura con tres niveles: los dos primeros habitables, están cubiertos por sendas bóvedas de media naranja y se comunican entre sí mediante una escalera embutida en el muro de la torre. La sala intermedia contaba, además, con vanos que permitían el tránsito y la comunicación entre torres y adarves. En la esquina sureste encontramos otra torre, de planta cuadrada y de pequeñas dimensiones recubierta con una bóveda de cañón.
La
torre que ocupa el extremo noreste presenta planta rectangular
estructurada en dos niveles, el inferior está muy alterado por las
restauraciones recientes, y el superior cubierto con una bóveda de
cañón apuntada con arcos fajones.
Finalmente,
el extremo noroeste estaba defendido por la Torre del Homenaje, de
unos 35 metros de altura, que tiene planta cuadrada dividida en tres
cuerpos. El nivel inferior es macizo y se adapta a la roca geológica
en la que se apoya. El segundo nivel está cubierto por una bóveda
gajada, configurando un espacio interno de planta octogonal, con
varias aspilleras, actualmente transformadas en balcones miradores.
Al tercer nivel y a la terraza almenada se accedía a través de una
escalera embutida en sus muros y cubierta con pequeñas bóvedas de
cañón. La estancia que se abre en el tercer nivel estaba cubierta
con una bóveda de nervios, iluminándose con cuatro vanos o
aspilleras.
Dentro
del alcázar hay dos aljibes enclavados en el sector más meridional,
de diferentes épocas y fueron construidos con diferentes técnicas
constructivas. Uno, de época islámica, construido en tapial de cal
y grava, y el otro, adosado al anterior y construido durante la
conquista castellana, encontramos gruesos muros de mampostería.
El
recinto murado de la alcazaba data del siglo XIII. Las murallas
presentan un trazado zig-zag o cremallera que hace innecesaria la
adición de torres para su defensa. En el lado norte sólo existía
un parapeto asomado al escarpe. En todo el trazado, sólo hay una
torre construida en el lienzo oriental, destinada a la defensa de la
puerta de acceso al conjunto. Para acceder a la fortaleza se creó un
camino que, adosado a las murallas, llegaba hasta las inmediaciones
de la puerta, y una vez atravesada ésta, se ingresaba en un espacio
cerrado de planta rectangular, que impedía el acceso directo al
recinto interior.
La
entrada principal a la fortaleza se realizaba por una monumental
puerta tardogótica, construida en el siglo XVI. La puerta,
ornamentada con las armas de Mexía Carrillo, es de gran belleza y
originalidad, y daba acceso a un amplio patio de armas que en época
medieval albergaría a la escasa población del lugar o a gran parte
de ella. Aparte de estos edificios de uso residencial y palaciego,
las excavaciones arqueológicas realizadas en el interior del
conjunto, han documentado una serie de dependencias construidas en
los siglos XVI y XVII, como bodegas, almacenes, patios de tránsito,
pasillos y cocinas, cuyo objetivo era el de dotar al Castillo-Palacio
de áreas de servicio.
Fuente: Wikipedia
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