El Castillo de Guijosa se encuentra en la población homónima de la provincia de Guadalajara (Castilla-La Mancha).
Fue levantado, en el
lejano siglo XIV, por don Iñigo López de Orozco, uno de los
terratenientes más poderosos que ha tenido la tierra de Guadalajara
a lo largo de las pasadas centurias.
Si
al parecer fue dueña de Guijosa doña Beatriz, reina de Portugal e
hija de doña Mayor de Guillén, la amada de Alfonso X el Sabio; o lo
fue el infante don Juan Manuel, escritor y guerrero, español por los
cuatro costados, hoy no queda constancia documental de ello. La
pertenencia a los Orozco queda probada por el escudo en piedra
tallado sobre lo que fuera portalón de entrada al castillo. Muy
desgastado por tantos inviernos cernidos sobre el cascote de
arenisca, aún se ve el campo español centrado de una cruz
floreteada escoltada de cuatro lobos colmados de asombro, con la
bordura repleta de las cruces de San Andrés que prueban la
participación de su propietario en la conquista de Baeza.
Fueron
luego los marqueses y duques de Medinaceli, terratenientes de
aquellos fríos páramos que cubren entrambas Castillas, quienes se
instalaron señores de Guijosa, de su castillo que siempre tuvieron
por “casa fuerte” y al que nunca dieron otro cometido que
albergar servidores, alcaides cómodos y algún que otro caballo
restableciéndose de alguna herida. Lejos de sus palacios de Sevilla
o de Cogolludo, los Medinaceli no supieron de aquella posesión sino
por los recados de sus propios, que les pedían dineros para
arreglarlo. Sería en alguna de esas guerras terribles y reincidentes
que, con diversos nombres, han enfrentado entre sí a los españoles,
la que acabaría con su silueta valiente, y le dejara en la triste
figura en que hoy, desde la distancia, se ofrece a los viajeros.
De
planta cuadrada, los torreones semicirculares adosados a las
esquinas, las voladas cornisas y las almenas puntiagudas. Murallones
herméticamente cerrados, y en el interior una torre también
cuadrada, con entrada a la altura del primer piso. Tendría
estancias, chimeneas y escaleras interiores, pero todo se hundió con
el paso de los siglos, y ha quedado solo el cascarón exterior, que
no es poco. No tuvo Guijosa recinto exterior, y en torno a la
fortaleza actual hubo un pequeño foso ya relleno.
La
planta de este castillo es cuadrangular con torreones macizos
cilíndricos en cada una de sus cuatro esquinas y sobre ellos unos
cuerpos huecos sobre volados canecillos, a modo de garitones
almenados, al que se accede desde el adarve por una puertecilla de
arco semicircular. Estos forman, en cada esquina de patio un chaflán,
montados sobre una piedra cruzada y sostenida en su punto medio por
otra que hace de escuadra. Sus muros están almenados y en cada uno
de ellos hay un matacán. Al adarve se subía por una escalerilla
desde el patio interior. Rodeaba el castillo un foso, pero no contaba
con puente levadizo.
Su
puerta principal de entrada al castillo, hoy en día semitapada por
una casa y tapiada la otra parte, consta de un arco de medio punto,
sobre los que se ven dos de los tres escudos con los que contó,
representativos del señor que lo mandó edificar, Íñigo López de
Orozco. En la actualidad se accede al castillo por una puerta abierta
en este mismo muro y sin ningún valor arquitectónico. La Torre del
Homenaje se levanta en la mitad del patio, altiva y hermosa,
reconstruida recientemente. De planta cuadrada tenía la puerta de
entrada a la altura del piso principal. En sus cuatro muros se abren
ventanas y balcones en forma de matacán.
Fuente: Castillos del Olvido
Galería:
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