domingo, 8 de diciembre de 2019

Castillo de Guijosa (Guadalajara)


El Castillo de Guijosa se encuentra en la población homónima de la provincia de Guadalajara (Castilla-La Mancha). 

Fue levantado, en el lejano siglo XIV, por don Iñigo López de Orozco, uno de los terratenientes más poderosos que ha tenido la tierra de Guadalajara a lo largo de las pasadas centurias. 

Si al parecer fue dueña de Guijosa doña Beatriz, reina de Portugal e hija de doña Mayor de Guillén, la amada de Alfonso X el Sabio; o lo fue el infante don Juan Manuel, escritor y guerrero, español por los cuatro costados, hoy no queda constancia documental de ello. La pertenencia a los Orozco queda probada por el escudo en piedra tallado sobre lo que fuera portalón de entrada al castillo. Muy desgastado por tantos inviernos cernidos sobre el cascote de arenisca, aún se ve el campo español centrado de una cruz floreteada escoltada de cuatro lobos colmados de asombro, con la bordura repleta de las cruces de San Andrés que prueban la participación de su propietario en la conquista de Baeza. 

Fueron luego los marqueses y duques de Medinaceli, terratenientes de aquellos fríos páramos que cubren entrambas Castillas, quienes se instalaron señores de Guijosa, de su castillo que siempre tuvieron por “casa fuerte” y al que nunca dieron otro cometido que albergar servidores, alcaides cómodos y algún que otro caballo restableciéndose de alguna herida. Lejos de sus palacios de Sevilla o de Cogolludo, los Medinaceli no supieron de aquella posesión sino por los recados de sus propios, que les pedían dineros para arreglarlo. Sería en alguna de esas guerras terribles y reincidentes que, con diversos nombres, han enfrentado entre sí a los españoles, la que acabaría con su silueta valiente, y le dejara en la triste figura en que hoy, desde la distancia, se ofrece a los viajeros. 

De planta cuadrada, los torreones semicirculares adosados a las esquinas, las voladas cornisas y las almenas puntiagudas. Murallones herméticamente cerrados, y en el interior una torre también cuadrada, con entrada a la altura del primer piso. Tendría estancias, chimeneas y escaleras interiores, pero todo se hundió con el paso de los siglos, y ha quedado solo el cascarón exterior, que no es poco. No tuvo Guijosa recinto exterior, y en torno a la fortaleza actual hubo un pequeño foso ya relleno. 

La planta de este castillo es cuadrangular con torreones macizos cilíndricos en cada una de sus cuatro esquinas y sobre ellos unos cuerpos huecos sobre volados canecillos, a modo de garitones almenados, al que se accede desde el adarve por una puertecilla de arco semicircular. Estos forman, en cada esquina de patio un chaflán, montados sobre una piedra cruzada y sostenida en su punto medio por otra que hace de escuadra. Sus muros están almenados y en cada uno de ellos hay un matacán. Al adarve se subía por una escalerilla desde el patio interior. Rodeaba el castillo un foso, pero no contaba con puente levadizo. 

Su puerta principal de entrada al castillo, hoy en día semitapada por una casa y tapiada la otra parte, consta de un arco de medio punto, sobre los que se ven dos de los tres escudos con los que contó, representativos del señor que lo mandó edificar, Íñigo López de Orozco. En la actualidad se accede al castillo por una puerta abierta en este mismo muro y sin ningún valor arquitectónico. La Torre del Homenaje se levanta en la mitad del patio, altiva y hermosa, reconstruida recientemente. De planta cuadrada tenía la puerta de entrada a la altura del piso principal. En sus cuatro muros se abren ventanas y balcones en forma de matacán.

Fuente: Castillos del Olvido

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