martes, 3 de diciembre de 2019

Castillo de El Cañavate (Cuenca)


El Castillo de El Cañavate se alza sobre el cerro del Castillejo, dominando en altura la localidad del mismo nombre en la provincia de Cuenca (Castilla-La Mancha).

Aunque no se conoce el origen exacto de esta fortaleza, parece ser que fueron los árabes quienes la construyeron aprovechando las ruinas de algún emplazamiento o fortín ibérico, o de algún castro o fortaleza romana. Ubicado en los confines de la inmensa llanura de La Mancha, debió nacer como avanzadilla, atalaya y vigía del impresionante castillo de Alarcón con el que, sin duda, debió compartir orígenes, dueños y vicisitudes históricas. 

No es gratuita esta suposición sabiendo que, de los dos únicos sitios por los que a pie se puede entrar o salir del inexpugnable castillo de Alarcón, uno es la llamada Puerta de El Cañavate, defendida por una torre albarrana pentagonal, con murallas que se descuelgan a uno y otro lado del meandro hasta el mismo cañón del río Júcar, teniendo que cruzar a continuación el Puente medieval de El Cañavate, que se dice de origen romano, y otras dificultades más. Con estos datos y sabiendo que El Cañavate fue tierra y Aldea de Alarcón hasta 1480, fecha en que se le concedió el título de villa de realengo con término propio, podemos concluir que, desde los tiempos más remotos, los castillos de Alarcón y de El Cañavate pasaron por las mismas manos y corrieron la misma suerte. 

Quizás ya en el siglo VIII, año 887, al establecerse en Alarcón el rebelde Omar Ibn Hafsun, encarnizado enemigo de los emires de Córdoba, se iniciase la construcción de una atalaya o castillo en El Cañavate, aprovechando los restos de anteriores defensas. El año 1184, Alfonso VIII, se apoderó de Alarcón y, según cuenta el Arzobispo don Rodrigo Jiménez de Rada, lo dotó de muchas aldeas y erigió fortalezas para que los árabes encontrasen la muerte en esta ruta. Aún no haciendo don Rodrigo referencia expresa al castillo de El Cañavate, con toda probabilidad el castillo fue una de las fortalezas erigidas o reconstruidas. 

El año 1305 don Juan Manuel tomó posesión de Alarcón y sus aldeas, estableciendo su residencia en el castillo de Garcimuñoz y pasando muchísimas jornadas en el castillo de El Cañavate, controlando la Ceca que aquí tenía instalada y practicando el deporte de la caza del que era muy entendido y buen aficionado. El primer documento que hace referencia expresa al castillo de El Cañavate tiene fecha de 5 de Enero de 1430 y se trata de un requerimiento que García Rodríguez de Alcañavate, teniente del castillo de Alcañavate, hace a su Alcaide, Lope de Alarcón, doncel del Rey en Alarcón, para que dispusiese se hiciese obra en dicho castillo por estar muy arruinado. 

No hay constancia de si fueron o no atendidas las reiteradas peticiones que el teniente del castillo, García Rodríguez de Alcañavate hizo a Lope de Alarcón, pero es posible que se hiciesen las reparaciones solicitadas porque, en otro documento fechado en Madrigal el 19 de Mayo de 1439, Juan II de Castilla manda a Lope de Alarcón que entregue los castillos de Alarcón y de Alcañavate a su primo el rey de Navarra, resistiéndose por dos veces Lope de Alarcón, apoyado por el concejo de la villa, a cumplir tales órdenes. 

A la muerte de Enrique IV (1474), se desató una guerra dinástica entre los partidarios de los Reyes católicos, Isabel y Fernando y don Diego López Pacheco, Marqués de Villena, defensor de los derechos de Juana la Beltraneja que se había atrincherado en los castillos de Alarcón, El Cañavate, Garcimuñoz y Belmonte. Vencidos los partidarios de del marqués de Villena en 1480, los Reyes Católicos castigaron muy severamente la altivez de Marqués ordenando desmochar y derruir las torres y almenas del castillo de El Cañavate, sirviendo parte de sus piedras para construir parte de la ermita que conocemos, monumento de siglo XVI. 

Unas legendarias y desoladas ruinas delinean el camino que sube a la ermita. Un paredón con su ojo siempre vigilante y unos apenas emergentes restos de murallas, temerosas de decir su edad y de contar intrigantes y lejanas historias, coronan el cerro en el que creció un castillo. Castillo que deliberadamente empequeñeció su nombre llamándose Castillejo porque a sus espaldas quiso crecer una gran ermita con un gran nombre: Trascastillo. 

El acceso al castillo y al poblado íbero denominado Istonium, discurría por un lugar distinto al actual camino de la ermita. Si se tiene curiosidad y se observa detenidamente la falda sur del cerro, descubrimos con suma facilidad, a mitad de ladera, una visible roza transversal que se iniciaba en las proximidades de la llamada fuente del Derramaor y llega hasta la pequeña cornisa de piedra situada casi encima de la abandonada cantera inmediata al pueblo. En determinadas piedras de la ladera y sobre todo en el portillo practicado en la cornisa pueden identificarse con toda claridad las hendiduras que en su día dejaron las ruedas de los carros que accedían al primitivo poblado y al posterior castillo. 

Actualmente, lo único que queda es un paño de muro con una ventana, hecho de mampostería.

Fuente: Castillos del Olvido

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