El Castillo de la Atalaya, también denominado erróneamente Castillo de Villena, pues existe también el Castillo de Salvatierra en su término, se encuentra al este de la localidad de Villena, en la provincia de Alicante (Comunidad Valenciana).
Sobre
el cerro más cercano a la población de Villena, siempre dominado
por la cercana sierra de San Cristóbal, se levanta el Castillo de la
Atalaya de Villena, una fortificación que, por su monumentalidad y
estado de conservación es un símbolo de la rica y variada
castellología que atesora la provincia de Alicante. El aspecto
actual de la fortaleza es fruto de una serie de intervenciones
efectuadas a lo largo de la historia, en la que tienen mucho que ver
las restauraciones iniciadas el año 1.958 y que han ido
prolongándose de forma intermitente en los años 70, 80 y 90 del
pasado siglo XX y hasta la actualidad, con la última intervención
efectuada en el año 2.012.
Nos
encontramos ante un castillo con un doble recinto amurallado, con una
planta de cierta tendencia rectangular. El primer recinto, o
inferior, está formado por una barbacana, dotada de un antemural
construido en mampostería trabada con mortero de cal y defendido por
doce torreones en saliente de plantas circular y semicircular,
incluyendo las de una edificación en planta cuadrada que por su
posición -delante del acceso al recinto exterior -podría ser una
torre adelantada (Aznar Ruiz, 1995). A la liza se accede por una
puerta de ingreso directo situada en el frente norte con un arco de
medio punto en sillería y flanqueada por dos cubos macizos de planta
semicircular y dotados de una crestería almenada. La liza es muy
estrecha, alcanzando no más de un metro en algunos puntos de la
misma, ideal para compartimentar y retardar los ataques, y actúa de
pomerio comunicando todas las torres del antemural.
El
recinto superior es de mayor altura que la barbacana, lo que genera
un frente óptico defensivo mayor cuando se observa desde fuera,
ofreciendo una visión muy compacta y más sólida. Se accede por una
puerta de ingreso directo que se sitúa en el frente suroeste, al que
se llega recorriendo un buen tramo de la liza y que presenta un arco
de medio punto de ladrillo reforzado por una bóveda apuntada.
También cuenta con un adarve al que se accede por una escalera,
dotado de parapeto y crestería almenada defendida con cubos de
planta semicircular, excepto en el flanco suroeste donde se sitúa la
imponente torre del homenaje. El patio de armas ha sido excavado en
las últimas intervenciones arqueológicas, donde se han documentado
una sala de planta rectangular y contrafuertes de ladrillo que se
sitúa en el frente noroeste y que se podría identificar con un
posible cuerpo de guardia o un edificio de tipo militar. En el patio
también se localiza un aljibe, situado en el ángulo que forma la
torre del homenaje con la muralla sur. Además, en la década de los
70, durante las excavaciones realizadas por José María Soler, en el
ángulo sureste, se documentó la existencia de los restos de una
noria para la extracción de agua (Hernández Alcaraz, 2001).
Pero
sin duda alguna, la construcción más imponente del castillo y
definitoria de su configuración es la gran torre del homenaje, de
planta cuadrada, con un grosor de muros en la base de casi 4 metros y
con una altura de 27 metros, repartidos en cuatro plantas comunicadas
entre sí por una escalera perimetral. Las dos primeras plantas están
fabricadas con la técnica de tapial, mientras que las dos superiores
tienen muros de sillarejo y como cubiertas, una estructura plana,
reconstruida en época moderna, decorada con un artesonado de madera
y una cubierta de bóveda de cañón ligeramente apuntada, fabricada
en ladrillo, mostrando una plataforma exterior rematada por una
crestería dotada de 8 escaraguaitas y los restos de varias ménsulas
para el uso de manteletes, aunque son fruto de las reconstrucciones
historicistas de los años 70 del siglo XX y no se les puede dar
veracidad (Azuar Ruiz, 1995).
La
primera sala, que tiene unas dimensiones de 7 x 7 metros en planta y
una altura de 6,7 metros, presenta una bóveda de 8 arcos peraltados
de herradura de fábrica de ladrillo macizo a sardinel tomado con
mortero de cal y colocados perpendicularmente a las cimbras,
apreciándose distinto espesor en las juntas radiales de dichos
ladrillos debido a la diferencia de longitud entre el intradós y el
trasdós del arco. El aparejo de los nervios alterna las hiladas de
dos sogas con las de los tizones, dando una sección cuadrada de 0,25
metros de lado. La separación entre los nervios entre ejes es de 1,3
metros y aparecen dos pares dispuestos paralelos a los muros y los
otros dos pares formando 45 grados con los anteriores. El hecho
físico de entrecruzar los arcos obedece a la necesidad estructural
de evitar el pandeo ya que de esta manera los tramos libres son más
cortos y se reduce la esbeltez. En las esquinas aparecen trompas que
sirven para ochavar la planta y distribuir las nervaduras (Ferrer de
Merlo, 2000).
La
segunda sala, con unas dimensiones de 6 x 7,5 metros en planta y una
altura de 5,5 metros, está cubierta con una bóveda de 11 arcos
rebajados con curvatura contínua de las mismas características que
en la primera planta. La disposición de los nervios se realiza
paralelamente a los lados del recinto de manera que aparecen tres
nervios longitudinalmente y cuatro intersecados por dos pares más
paralelos a las diagonales de la sala. La luz máxima de los arcos se
produce en los diagonales alcanzando éstos 8,5 metros. En las dos
plantas podemos encontrar en las paredes diferentes grafitti con
motivos de simbología islámica, como la famosa Mano de Fátima,
realizada seguramente por los alarifes mudéjares en las reformas
efectuadas en el castillo Hernández Alcaraz, 2010).
Ambas
bóvedas están consideradas entre los mejores ejemplos de la
arquitectura almohade peninsular que conservamos en la provincia de
Alicante. La presencia de las bóvedas, la fábrica de tapial de la
torre y la presencia en el frente noroeste exterior de restos de un
falso despiece en sillería, otorgan a esta construcción una
cronología en época almohade, y más concretamente al último
tercio del siglo XII, durante el gobierno del tercer califa almohade
Abu Ya´qub Yusuf al-Mansur quien, después de la fracasada campaña
en Cuenca y Huete del 1.172, genera una gran eclosión edificadora,
de amplia dispersión por todo al-Andalus y Norte de África, con el
objetivo claro de defender los territorios islámicos frente a la
constante presión expansiva feudal, reforzando las vias de
comunicación (Azuar Ruiz et alii, 1996).
El
origen almohade de la fortaleza, por tanto, queda completamente
confirmado. La torre es el elemento principal a la que acompaña el
recinto superior, lo que permite plantear la existencia de un cortijo
donde la torre defendía el flanco suroeste. Sin embargo, las obras
que hoy apreciamos del castillo, corresponde a fases constructivas
posteriores a la conquista realizada inicialmente por la Corona de
Aragón en el año 1.240, después de varias cabalgadas infructuosas
como la dirigida por Ramón Folch, Vizconde de Cardona y varios de
sus parientes hasta un número cercano a los cincuenta caballeros
donde asedian Villena y Sax, muriendo en ésta última plaza el
caballero Artal de Alagó (Menéndez Fueyo, 2011). A partir de la
firma del Tratado de Almizra en 1.244 y tras un breve periodo de
permanencia de la Orden de Calatrava, el castillo de Villena engrosó
los territorios de la Corona de Castilla bajo el protectorado del
infante don Manuel (Alcaráz, 2001).
A
partir del año 1.308, bajo el dominio de don Juan Manuel, segundo
señor de Villena, se inician las principales reformas. En el año
1.366, se crea el Marquesado de Villena y a partir del siglo XV, el
castillo acaba en manos de Juan Fernández Pacheco y Téllez Girón,
primer marqués de Villena (1445-1467), quien inicia una agresiva
política de reformas orientadas a dotar de habitabilidad y
monumentalidad su residencia en el Marquesado. Las excavaciones
arquelógicas han demostrado que la barbacana con el ingreso
reforzado por sos cubos circulares y troneras en las alturas, así
como los dos cuerpos superiores de la torre, son obras realizadas en
este momento, como lo prueban los blasones heráldicos con el escudo
de la familia Pacheco existentes en la parte superior de la torre y
en el amurallamiento (Azuar Ruiz, 1995; Hernández Alcaráz, 2001).
El dominio de los Pacheco finaliza en el año 1.480, cuando los
villenenses, en apoyo de los Reyes Católicos, se sublevaron contra
el dominio de Diego López Pacheco y Portocarrero, Segundo Marqués
de Villena (1468-1480), quedando el castillo incorporado a la Corona
de Castilla.
Durante
el siglo XVI, el castillo tuvo un importante papel en la Guerra de
las Germanías (1520-1522), momento en que el emperador Carlos I
efectuó reparaciones en el castillo; y en el siglo XVIII, durante la
Guerra de Sucesión (1701-1713), fue usado como prisión para los
austracistas, que dejaron muchos graffiti en las paredes de la torre.
En el siglo XIX, se perdieron parcialmente las bóvedas almohades en
la torre como consecuencia de la voladura que el mariscal Suchet
realizó en la Guerra de la Independencia, rompiendo la parte central
y desapareciendo una tercera parte aproximadamente de su superficie,
quedando el arranque de los nervios intactos, lo que favoreció su
reconstrucción durante las intervenciones del año 1.958 (Ferrer de
Merlo, 2000).
Las fases de restauración se han sucedido de forma
intermitente pero contínua desde los años 70 del pasado siglo XX,
afectando al amurallamiento, la escalera y la terraza superior de la
torre del homenaje. En el año 1.996, se instaló una rampa de madera
que mejoró el acceso del tramo de la liza que conduce al recinto
interior y se colocó una nueva puerta en el acceso al patio de
armas. Recientemente la fortaleza ha sido objeto de una nueva
restauración centrada en el patio de armas y en la torre del
homenaje, y la construcción fuera del recinto, pero cerca del
castillo del Centro de Interpretación de Visitantes.
Fuentes: Wikipedia
Castillos de Alicante
Guardianes de piedra
Ximo G. Rico (Fotos)
Galería:
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