El Castillo de León, también llamado Torres de León en la documentación medieval, es la antigua ciudadela de la ciudad de León, capital provincial de la Comunidad de Castilla-León.
Con
sus muros de siete metros, torres de veinte y dos patios de armas, el
Castillo de León forma parte del lienzo septentrional de la vieja
muralla romana, incorporando dos cubos contiguos a la vieja puerta
decumana, a la cual se adosó en la Edad Media una tercera torre de
gran alzada, hoy medio derruida, la llamada Torre del Conde, que
fuera sede del encargado de la defensa de la ciudad), rodeando todo
el conjunto con un muro que definió un recinto de forma ovoidal, con
un patio a cada lado de la vieja muralla.
En el recinto se encontraba en tiempos la cisterna en la que desembocaba la traída de aguas que abastecía la ciudad, lo que la convertía en el lugar más indicado para ubicar la ciudadela. Desde el principio del siglo X está documentada la denominación de Puerta del Conde, lo que indica que esta función militar ya existía, y en los comienzos del siglo XI figura como residencia del célebre conde Munio Fernández y su esposa Doña Elvira.
Fue
restaurado como palacio por Berenguela de Castilla, esposa
de Alfonso IX de León y madre de Fernando III de
Castilla. Restaurado en época de los Reyes Católicos y
de Felipe II, fue abandonado en época borbónica, al eliminarse
los tenientes de castillo, cuyas funciones pasaron a ser desempeñadas
por los Intendentes.
En 1800 comenzaron
los proyectos para rehabilitarlo y convertirlo en cárcel, función
que ya había desempeñado con regularidad, por lo menos desde el
siglo X: Ordoño II de León encerró allí a los condes
castellanos tras la derrota de Valdejunquera (920),
y Ramiro II hizo lo propio con su hermano y
predecesor Alfonso IV de León (931) y el conde Fernán
González (entre 943 y 945). También
se encarceló allí a Pedro de Franqueza, conde de
Villalonga –uno de los funcionarios más corruptos de la época
de Felipe III–, y tras sus fríos muros murió en 1664 Rodrigo
de Silva Mendoza y Sarmiento, duque consorte de Híjar, que
conspiró para derrocar a Felipe IV y convertirse en Rey
de Aragón.
Interrumpida
la vida pública con la invasión francesa, no fue
hasta 1862 que se habilitó finalmente como cárcel de
partido. Se construyó un cuerpo cuadrado de tres plantas, rematado
con un reloj, que acogía las dependencias administrativas y el
acceso al recinto carcelario. Empleado para presos políticos durante
la Guerra Civil, fue abandonado en 1960. Las obras de
rehabilitación para convertirlo en sede del Archivo Histórico
Provincial comenzaron en 1979 y quedaron concluidas en
1982.
Fuente: Castillos del Olvido
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