El Castillo de San Juan, o bien llamado Castillo de Calasparra, se encuentra situado en las cercanías de esta población homónima de la Región de Murcia.
La
fortificación se halla situada sobre una altura rocosa, en las
estribaciones de la Serreta de San José, en cuyas faldas se sitúa
el actual casco urbano de Calasparra. Desde la cima del monte se
domina perfectamente toda la fértil vega circundante, regada por
relevantes cauces hídricos como son los ríos Segura, Quípar, Argos
y Alhárabe.
El
acceso a los restos del castillo es sencillo, pues se efectúa a pie
desde el propio centro de la población, a través de un camino
dotado de escaleras que ha sido acondicionado y ajardinado en algunos
tramos durante los últimos años.
El
devenir histórico del castillo, que en la actualidad se encuentra en
fase de rehabilitación, está íntimamente ligado a la Orden de San
Juan de Jerusalén, pues fue el símbolo más evidente del poder de
esta orden militar sobre tierras y gentes, controlando importantes
ejes viarios y cauces fluviales, así como unas muy productivas
explotaciones agrícolas. Un poder que ligó a la villa con los
monjes durante seis siglos.
Según
Alonso Navarro, la primera fortificación sobre el cerro se podría
datar en torno al siglo XII, aunque las remodelaciones sobre el
castillo hubieron de ser numerosas y considerables, en especial tras
la conquista castellana del reino de Murcia. Su progresivo abandono,
que comenzaría hacia el siglo XVII, ha llevado progresivamente al
monumento a un punto de preocupante degradación, por lo que en
nuestros días se están llevando a cabo diferentes intervenciones
(algunas de ellas de gran envergadura) destinadas a la rehabilitación
y recuperación de la fortaleza como testimonio monumental del
patrimonio histórico de la Región de Murcia.
Si
bien, al parecer, los orígenes de la fortificación de Calasparra se
han de remontar al siglo XII, las fuentes históricas comienzan a
ofrecer datos sobre el castillo a finales del siglo siguiente. Tras
la incorporación del reino de Murcia a la corona de Castilla, y en
el transcurso de un tormentoso final político del siglo XIII, Sancho
IV, hijo de Alfonso X el Sabio, realizó la donación de Calasparra,
junto a Archena y todos sus campos circundantes, a la Orden Militar
de San Juan de Jerusalén, llamada a lo largo de la historia del
Hospital, de Rodas y de Malta. Surgió así una encomienda con
grandes recursos agrícolas (y por ende, económicos) gracias a la
fértil vega que la conforma.
Algunos
historiadores han relacionado esta concesión con la intención del
monarca de no engrosar, aún más, los dominios de la Orden de
Santiago en el Reino de Murcia, e introducir un punto que
distorsionara la homogeneidad de los extensos territorios
santiaguistas. Fuera como fuese, el carácter colonizador y guerrero
de las órdenes militares contribuyó a afianzar y consolidar, en
mayor o menor medida, el poder de Castilla frente a la Granada nazarí
y a los territorios de la corona de Aragón, más aún cuando los
cercanos campos de Jumilla quedaron anexionados a la gobernación de
Orihuela hasta mediados del siglo XIV.
La
fortaleza de Calasparra se convirtió en el símbolo más
significativo del poder de la Orden Militar sobre estos territorios,
y el comendador de la localidad, uno de los personajes relevantes del
Reino de Murcia. Sin embargo, el castillo fue perdiendo importancia a
lo largo del siglo XVI, hasta que durante el siglo siguiente las
guarniciones y la administración dependiente de los hospitalarios
fueron trasladándose al interior de la villa (a edificios como el de
la Encomienda), por lo que los muros de la fortaleza fueron
arruinándose.
Al
parecer, el conjunto fortificado de Calasparra quedó planteado en
varios recintos que, aprovechando los desniveles y escalonándose por
el cerro, distribuía la defensa del castillo y la población
amurallada. En la actualidad se observa un recinto superior que
corona el monte, y que alberga una gran torre del homenaje que
caracteriza al resto de la construcción, dominando toda el área
circundante; un torreón o macho que, según Alonso Navarro, hubo de
alzarse hasta los 12 metros.
Algo
más bajo aparece otro recinto murado perfectamente visible desde la
población; en su interior se conservan dos aljibes construidos con
tapial de argamasa adosados al cortado de la roca para aprovechar el
agua de escorrentía producida por la lluvia.
El
acceso principal a la fortaleza hubo de situarse, según el
historiador antes mencionado, hacia el norte del cerco, donde aún es
posible observar los arranques de las torres que flanquearon la
puerta. Lo más seguro es que existiese un recinto inferior y, por
tanto, de mayor extensión, que hoy día esté absorbido por la
población.
La
construcción se realizó mediante tapiales, utilizando argamasa
(cal, arena y agua) y piedras de mediano tamaño. Resultó así un
hormigonado de factura algo gruesa, lo que ha contribuido enormemente
a su grave deterioro. Por el contrario, en los lugares donde la
piedra fue de menor tamaño, el muro ha resistido mejor el paso del
tiempo.
Fuentes: Wikipedia
regmurcia.com
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