El Castillo de Abanilla, también llamado Castillo de Santa Ana, se encuentra situado en la última estribación suroccidental de la sierra homónima, en un cabezo aislado de escasa altura enclavado en pleno casco urbano de la la población de Abanilla (Región de Murcia).
La parte
superior del cerro tiene una forma característica, en torno al cual
se fue formando la villa; su forma es alargada y estrecha, con unos
300 m de longitud en sentido este-oeste y 100 m de anchura en sentido
norte-sur. Esta elevación estratégica se yergue unos 50 metros
sobre buena parte del territorio circundante, que está formado por
la vega del río Chicamo, una auténtica rambla de carácter
torrencial que, seca durante la mayor parte del año, discurre con
sentido norte-sur 1,5 km. al oeste del pueblo.
La zona más
antigua de Abanilla se sitúa al norte y oeste de esta elevación,
mientras que la más moderna se sitúa al sur. El área más alta de
casas contiguas al lugar donde se elevó el castillo ofrece hoy
cierto interés por tratarse de viviendas rupestres (casas-cueva)
excavadas en la roca blanda del cerro.
El lugar que un
día ocupó la fortaleza se encuentra muy alterado por la
construcción, en el sector oriental, de un gran depósito de agua
que abastece a la población, así como el establecimiento de un
parque público en el sector occidental, que supuso la explanación
del espacio circundante, y cuyo elemento más singular es un
monumento de ciertas proporciones dedicado al Sagrado Corazón de
Jesús.
Al margen de otros testimonios arqueológicos más antiguos, las primeras referencias a la población de Abanilla en época islámica son algo escasas. Solamente el geógrafo musulmán al-Idrisi escribía en el siglo XII sobre las maravillas textiles que se fabricaban en esta localidad por aquel entonces. Los paños fabricados en la denominada al-Banyala eran objeto de exportaciones que se distribuían incluso en el Oriente islámico.
Al
parecer, según los historiadores, Abanilla era ya, a comienzos del
siglo XIII, una aldea dependiente de Orihuela, de cuyo distrito
territorial formaba parte. Su castillo debía de tener ya cierta
importancia, pues aparece mencionado en numerosas ocasiones en la
documentación cristiana emanada con inmediata posterioridad a la
Reconquista (mediados del siglo XIII). Los escribanos cristianos lo
denominaron en sus textos como castro de Hauaniella o castro de
Fabanella.
Es
precisamente esa época, durante la incorporación del lugar a la
Corona de Castilla, cuando comienzan a hacerse más precisas y
frecuentes las noticias referentes al lugar y su villa. Durante toda
la Baja Edad Media, el castillo se iba a convertir en el elemento más
característico de toda la zona e iba a marcar la seguridad y el
control sobre el territorio y sus habitantes hasta bien entrada la
Edad Moderna.
La
población y su castillo fueron concedidos por el rey Alfonso X al
noble aragonés don Guillén de Rocafull tras la sofocación de la
rebelión mudéjar del Reino de Murcia de 1264. En manos de esta
relevante familia quedó Abanilla de una forma u otra hasta que, en
1462 pasó bajo el control de la Orden de Calatrava, cuyo dominio
sobre el lugar se extendería de una forma continuada durante cuatro
siglos. Hacia estas fechas del siglo XV, el castillo se conservaba en
buen estado, y la pequeña población, formada por un centenar de
casas, estaba situada tras un recinto amurallado en la ladera
septentrional del cerro.
Sería
durante el siglo XVIII cuando, transcurrido un siglo de la expulsión
de los moriscos, la población abandonaría su vieja fisonomía
medieval. Rebasó entonces los límites de la cerca, modernizándose
con nuevas construcciones. La desaparición de la tutela de la orden
militar sobre la villa en el siglo XIX se tradujo también en el
abandono y desmantelamiento de la fortaleza, que se encontraba medio
destruida a mediados de aquella centuria.
Por
los escasos restos conservados y gracias a las últimas
investigaciones arqueológicas, el castillo de Abanilla parece haber
ocupado toda la parte alta del sector oriental del cerro donde se
hallan sus ruinas. Su planta se inscribió en un óvalo cuya longitud
máxima se situó en torno a los 100 metros en sentido este oeste y
una anchura de 75 metros en sentido norte-sur.
De la muralla
hoy subsisten los vestigios correspondientes a un lienzo que defendía
la fortaleza por el sureste. El muro, que toma dirección este-oeste,
tiene unos 25 metros de longitud, y posee una altura media que se
sitúa alrededor de los 6 metros. El lienzo, levantado sobre un
potente zócalo de mampostería, se construyó en un sólido tapial
de tierra encofrado que después se enlució con mortero, hoy
prácticamente desaparecido.
También se
conservan en la actualidad los restos de las estructuras
constructivas donde se hubo de situar la puerta principal de la
fortificación. En el extremo opuesto de donde se conservan los
muros, hacia el norte, se localizan los restos de otro lienzo que
toma dirección este-oeste, de aproximadamente un metro de anchura,
fabricado en tapial de argamasa.
La estructura
conserva una longitud de unos 17 metros y no sobrepasa nunca los dos
metros de altura, pero encaja bien, según los arqueólogos, con la
localización aquí de la principal puerta de entrada al recinto,
ubicada entonces hacia al final de la calle del Castillo, en la parte
vieja de la villa.
Fuentes: Wikipedia
Castillos de la Región de Murcia
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