Las Murallas de Denia se encuentran situadas bordeando la alcazaba de la ciudad homónima en la provincia de Alicante (Comunidad Valenciana).
Junto
a la Alcazaba de Denia, la ciudad siempre contó con un recinto
defensivo que estaba delimitado por la presencia de un importante
saladar que la rodeaba – hoy invisible – y que en determinadas
épocas del año podía inundarse, llegando casi a aislar el enclave
urbano. La ciudad estaba delimitada por tres grandes espacios: La
Medina Islámica, el Arrabal del Fort y las Atarazanas.
La
Denia islámica es el resultado del empuje económico de su gran
puerto, uno de los principales amarraderos del Mediterráneo, que
alojó una población multiétnica y pluricultural formada por
marineros y comerciantes norteafricanos, francos, catalanes y
genoveses (Azuar Ruiz, 1998). Gracias a los trabajos del arqueólogo
Josep Antoni Gisbert desde el Museo Arqueológico Municipal de Denia
en estos últimos 35 años, se ha comenzado a conocer algunos de sus
elementos y confirmar su urbanismo. Por estos trabajos, sabemos que
las murallas se extendían al sur de la alcazaba, ocupando todo el
casco histórico hasta el mar, conservándose algunos restos en la
actual Ronda de les Muralles al norte de la ciudad, y por el sur,
cerca del mar, se halló en la Plaza de Jorge Juan un torreón
circular perteneciente al recinto murado. A la ciudad se accedía por
dos puertas: una, descubierta recientemente, situada al noroeste y
que podría corresponder a la Puerta de Oliva; y la otra, a poniente
en el antiguo camino de Ondara, en el eje del actual Carrer Cavallers
(Azuar Ruiz, 1998).
A
extramuros de la medina, se encontraba el Gran Arrabal del Mar o
“Fortí”, considerado como una gran extensión fortificada y
urbanizada de 13 hectáreas de superficie, con una planta a modo de
rectángulo frente al mar, separada por el conocido como “riatxol”,
canal de agua que conectaba el saladar interior con el mar y que
podía unir ambos espacios urbanos a través de un puente retráctil
levantado al final de la Calle del Temple. El arrabal estaba
totalmente fortificado, con largos lienzos de tapial, defendido por
cubos de planta semicircular en saliente y su interior está
perfectamente urbanizado con viales de 2,50 metros de ancho y unos
180 metros de longitud, mostrando un trazado urbano casi octogonal,
conformando una trama regular de viviendas las cuales no llegan a
adosarse a las murallas.
La
trascendencia histórica de la ciudad de Denia está vinculada a su
puerto comercial y militar, fundado por un “saqáliva” o esclavo
de origen europeo de la corte del Califa Almanzor, conocido con el
sobrenombre guerrero de “Muyahid” y que llegó a ser jefe de uno
de los ejércitos del Califato de Córdoba. Su esplendor y su
posición estratégica en el Mediterráneo le permitió albergar la
armada califal, formada según las fuentes por más de 125 naves y un
ejército de casi mil jinetes, aprovisionados de buenos caballos
mallorquines e ibicencos. Muchas de estas naves fueron fabricadas en
las Atarazanas, que la arqueología ha situado a continuación del
Arrabal del Fortí, dentro de un gran rectángulo amurallado de 12
hectáreas de superficie. En su interior, se realizarían la
reparación y construcción de estos bajeles árabes. Completaba este
gran complejo marítimo-comercial, una torre albarrana que penetraba
en el mar, a modo de malecón, y que se conservó hasta hace algunos
años, conocida como la Torre d´En Carros, y que tiene una
cronología de época cristiana.
Convertida
en refugio de los musulmanes huidos de la caída de la ciudad de
Valencia en ql año 1.238, Denia acaba rindiéndose a las tropas
aragonesas en 1.244, lo que provoca el éxodo de la población
musulmana hacia Murcia, dejando una Denia desestructurada en manos de
un reducido número de colonos cristianos que acaban por concentrarse
en las laderas del castillo, donde se dispone la Villa Vella, bajo
la protección de la gran alcazaba.
Durante la segunda mitad del
siglo XIV, las murallas disfrutarán de importantes obras de
refortificación, como la ocurrida en el siglo XV, donde se rehacen
las torres de época almohade, dotándolas de fuertes aparejos de
sillería alamborados de planta rectangular o cuadrangular, con
estancias internas con bóvedas de cañón y troneras y aspilleras
que preludian cambios en la artillería y en la propia concepción
del arte de la guerra.
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