El Castillo-Cueva del Rey Moro se encuentra situado en el término municipal de la ciudad de Caravaca de la Cruz, en el norte de la Región de Murcia.
Este singular monumento se encuentra en uno de los lugares más bellos y arqueológicamente más ricos de la región: el llamado Estrecho de las Cuevas, un pequeño valle por donde discurren las aguas del río Quípar, situado en el lugar conocido como La Encarnación, en el término de Caravaca de la Cruz, de la que dista apenas 15 km. de ella.
El acceso se
puede efectuar partiendo desde el núcleo urbano de Caravaca, por la
carretera comarcal que une esta localidad con la de Lorca (C-3211).
Allí, a unos diez kilómetros de la partida, se encuentran varias
señalizaciones que nos llevarán a La Encarnación y al Estrecho de
las Cuevas, al que se tiene que acceder a pie, caminando poco menos
de un kilómetro.
La llamada
popularmente como Cueva del Rey Moro es una interesante fortificación
que se construyó en fecha indeterminada que podría situarse en
torno a los siglos XII o XIII, aprovechando una pequeña cueva o
abrigo natural abierto en la cara oeste del cerro de Villaricos. El
enclave no puede estar estratégicamente mejor situado, justo en el
lugar donde se estrechaba el paraje por donde discurría el antiguo
camino que unía Caravaca con Granada. La posesión de esta
fortificación permitía el control del paso precisamente por esta
vía. La construcción se compone, básicamente, de un muro levantado
con un excelente tapial de argamasa que cierra la abertura de un
abrigo natural situado en la pendiente rocosa formada por este
estrecho valle formado por el río Quípar.
Son
prácticamente nulas las noticias históricas existentes sobre esta
peculiar fortificación. Esto induce que el planteamiento de la
datación precisa del monumento sea aventurar unas conclusiones que
en el mejor de los casos tendrían el rango de meras hipótesis. No
obstante, las estructuras conservadas son claramente medievales,
quizá del siglo XII o del XIII, sin que se pueda apuntar, a falta de
un análisis más exhaustivo, si son islámicas o cristianas, pues la
construcción en tapial no fue una tipología ni mucho menos
privativa de los musulmanes murcianos.
En cambio, su
función sí parece clara. La fortaleza ejerce un control inmediato
sobre una importante vía de comunicación: el antiguo camino a
Granada. Por su estratégica situación, el detentador del edificio
podía controlar perfectamente el acceso, aunque la poca entidad de
la construcción tampoco le permitiría resistir un sitio en regla.
No obstante, una de las finalidades de los castillos es la de
minimizar la cantidad de personal que allí sirviese: su construcción
era, por lo general, tan costosa para sus promotores, que éstos
hacían todo lo posible por economizar soldados y lo cierto es que,
desde la Cueva del Rey Moro, cuatro o cinco soldados, bien armados,
decididos y con voluntad, podrían causar problemas a la normal
marcha de un ejército.
A pesar de esta
posibilidad, que no es excluyente de cualquier otra, es muy posible
que la función cotidiana de la fortificación fuera la de la
fiscalización de gentes y mercancías. Es decir, que es muy probable
que estemos ante un portazgo. O lo que es lo mismo, el lugar donde se
cobraban los impuestos o aranceles sobre diferentes mercancías al
pasar de un lugar a otro. Por ello, sería conveniente relacionar
este edificio con otros similares y con dicha función recaudatoria,
que además estuvieron ligados a la Orden de Santiago, como el Puerto
de la Losilla, controlado por los comendadores de Ricote y estudiado
por el profesor Torres Fontes en 1982.
Su nombre actual
se lo debe, al parecer, a una antigua leyenda local, la cual cuenta
que en esta fortificación, siempre rodeada de un idílico paraje,
vivió un rey musulmán junto a su favorita para alejarse de la corte
de Caravaca.
La
construcción de esta obra fortificada se adaptó perfectamente a las
necesidades que presentaba la defensa y al lugar donde se levantó. A
unos quince metros de altura sobre el río, y en uno de los
estrechamientos que presenta el valle, se cerró con un muro una de
las cuevas o abrigos formados naturalmente por la erosión del agua
sobre la roca.
Este
muro, que no llegará a los diez metros de altura, se construyó con
un excelente tapial de argamasa que ha permitido su relativa buena
conservación en nuestros días. Son apreciables los mechinales que
dejaron las maderas utilizadas durante su construcción, cuyo estudio
podría revelar el origen de sus alarifes.
Mientras,
la parte superior fue coronada por almenas, cuya función era la de
proteger a los defensores de las armas arrojadizas de los atacantes,
a la vez que permitían a aquellos el lanzamiento de flechas u otros
proyectiles a los enemigos.
Los
alzados presentan saeteras en su parte superior, lo que podría
revelar que su interior fue rellenado con tierra hasta macizar,
aproximadamente, el tercio inferior. Esto permitiría que el espacio
interno se articulase con una habitación en la que se abrían las
aspilleras y, quizá, la puerta. Ésta estaría cubierta con un techo
quizás de madera, que permitiría la circulación superior, formando
un breve paso de ronda junto a las almenas.
Este
tipo tan peculiar de fortificación tiene un parangón semejante en
el famoso Castillo-Cueva de Garadén, existente en la localidad albeceteña de
Alcalá del Júcar, donde los musulmanes aprovecharon una cueva
existente en la Hoz del Júcar en las cercanías de esta población
para construir una fortificación similar, aunque en este caso no se
hizo necesario fortificar la entrada de la cueva por encontrarse a
más de 50 metros de altura sobre el río, con un acceso totalmente
imposible.
Fuentes: Wikipedia
regmurcia.com
Galería:
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