miércoles, 8 de enero de 2020

Castillo de la Cueva del Rey Moro (Caravaca de la Cruz, Murcia)


El Castillo-Cueva del Rey Moro se encuentra situado en el término municipal de la ciudad de Caravaca de la Cruz, en el norte de la Región de Murcia. 

Este singular monumento se encuentra en uno de los lugares más bellos y arqueológicamente más ricos de la región: el llamado Estrecho de las Cuevas, un pequeño valle por donde discurren las aguas del río Quípar, situado en el lugar conocido como La Encarnación, en el término de Caravaca de la Cruz, de la que dista apenas 15 km. de ella.

El acceso se puede efectuar partiendo desde el núcleo urbano de Caravaca, por la carretera comarcal que une esta localidad con la de Lorca (C-3211). Allí, a unos diez kilómetros de la partida, se encuentran varias señalizaciones que nos llevarán a La Encarnación y al Estrecho de las Cuevas, al que se tiene que acceder a pie, caminando poco menos de un kilómetro. 

La llamada popularmente como Cueva del Rey Moro es una interesante fortificación que se construyó en fecha indeterminada que podría situarse en torno a los siglos XII o XIII, aprovechando una pequeña cueva o abrigo natural abierto en la cara oeste del cerro de Villaricos. El enclave no puede estar estratégicamente mejor situado, justo en el lugar donde se estrechaba el paraje por donde discurría el antiguo camino que unía Caravaca con Granada. La posesión de esta fortificación permitía el control del paso precisamente por esta vía. La construcción se compone, básicamente, de un muro levantado con un excelente tapial de argamasa que cierra la abertura de un abrigo natural situado en la pendiente rocosa formada por este estrecho valle formado por el río Quípar. 

Son prácticamente nulas las noticias históricas existentes sobre esta peculiar fortificación. Esto induce que el planteamiento de la datación precisa del monumento sea aventurar unas conclusiones que en el mejor de los casos tendrían el rango de meras hipótesis. No obstante, las estructuras conservadas son claramente medievales, quizá del siglo XII o del XIII, sin que se pueda apuntar, a falta de un análisis más exhaustivo, si son islámicas o cristianas, pues la construcción en tapial no fue una tipología ni mucho menos privativa de los musulmanes murcianos. 

En cambio, su función sí parece clara. La fortaleza ejerce un control inmediato sobre una importante vía de comunicación: el antiguo camino a Granada. Por su estratégica situación, el detentador del edificio podía controlar perfectamente el acceso, aunque la poca entidad de la construcción tampoco le permitiría resistir un sitio en regla. No obstante, una de las finalidades de los castillos es la de minimizar la cantidad de personal que allí sirviese: su construcción era, por lo general, tan costosa para sus promotores, que éstos hacían todo lo posible por economizar soldados y lo cierto es que, desde la Cueva del Rey Moro, cuatro o cinco soldados, bien armados, decididos y con voluntad, podrían causar problemas a la normal marcha de un ejército. 

A pesar de esta posibilidad, que no es excluyente de cualquier otra, es muy posible que la función cotidiana de la fortificación fuera la de la fiscalización de gentes y mercancías. Es decir, que es muy probable que estemos ante un portazgo. O lo que es lo mismo, el lugar donde se cobraban los impuestos o aranceles sobre diferentes mercancías al pasar de un lugar a otro. Por ello, sería conveniente relacionar este edificio con otros similares y con dicha función recaudatoria, que además estuvieron ligados a la Orden de Santiago, como el Puerto de la Losilla, controlado por los comendadores de Ricote y estudiado por el profesor Torres Fontes en 1982. 

Su nombre actual se lo debe, al parecer, a una antigua leyenda local, la cual cuenta que en esta fortificación, siempre rodeada de un idílico paraje, vivió un rey musulmán junto a su favorita para alejarse de la corte de Caravaca. 

La construcción de esta obra fortificada se adaptó perfectamente a las necesidades que presentaba la defensa y al lugar donde se levantó. A unos quince metros de altura sobre el río, y en uno de los estrechamientos que presenta el valle, se cerró con un muro una de las cuevas o abrigos formados naturalmente por la erosión del agua sobre la roca. 

Este muro, que no llegará a los diez metros de altura, se construyó con un excelente tapial de argamasa que ha permitido su relativa buena conservación en nuestros días. Son apreciables los mechinales que dejaron las maderas utilizadas durante su construcción, cuyo estudio podría revelar el origen de sus alarifes. 

Mientras, la parte superior fue coronada por almenas, cuya función era la de proteger a los defensores de las armas arrojadizas de los atacantes, a la vez que permitían a aquellos el lanzamiento de flechas u otros proyectiles a los enemigos. 

Los alzados presentan saeteras en su parte superior, lo que podría revelar que su interior fue rellenado con tierra hasta macizar, aproximadamente, el tercio inferior. Esto permitiría que el espacio interno se articulase con una habitación en la que se abrían las aspilleras y, quizá, la puerta. Ésta estaría cubierta con un techo quizás de madera, que permitiría la circulación superior, formando un breve paso de ronda junto a las almenas. 

Este tipo tan peculiar de fortificación tiene un parangón semejante en el famoso Castillo-Cueva de Garadén, existente en la localidad albeceteña de Alcalá del Júcar, donde los musulmanes aprovecharon una cueva existente en la Hoz del Júcar en las cercanías de esta población para construir una fortificación similar, aunque en este caso no se hizo necesario fortificar la entrada de la cueva por encontrarse a más de 50 metros de altura sobre el río, con un acceso totalmente imposible. 

Fuentes: Wikipedia
               regmurcia.com

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