El Castillo del Río, también llamado Castillo de Aspe el Viejo, se encuentra situado a unos 5 km. de la ciudad de Aspe, en la provincia de Alicante (Comunidad Valenciana), en un meandro del río Vinalopó que se encuentra cerca de la carretera que desde Aspe lleva al cruce con la Autovía A-31 hacia Alicante capital.
Sobre
la orilla izquierda del río Vinalopó en la confluencia de las
estribaciones de la sierra de las Esprillas y del Tabayá, se alzan
los restos de este poblado fortificado de época almohade (finales
del siglo XII- primera mitad del siglo XIII) que ocupa una superficie
de unos 7.000 metros cuadrados. Su planta es alargada, con un recinto
compuesto de largas cortinas engarzadas por media docena de torres
cuadradas en saliente, concentradas fundamentalmente en la ladera
meridional. La fortificación está levantada con muros de fábrica
de tapial de 0,90 x 0,90 metros apoyados sobre un basamento de
mampostería dispuesta en hiladas separadas por pequeñas piedras
planas.
A
este gran recinto se accedía por dos ingresos en rampa, ambos
dispuestos en codo y defendidos por sendos cubos en saliente. La
primera puerta está situada en el frente este con un corredor de 135
metros de longitud y 3,5 metros de anchura, acabando en un vano de
ingreso recto. La segunda puerta se ubicaría al sur comunicando el
poblado con el río Vinalopó, al que se accede por una rampa doble
de 10 metros de longitud y 4 metros de anchura, dispuesta en zig-zag.
Cuando accedemos por cualquiera de las puertas, el castillo muestra
un muro de mampostería que genera dos espacios en el interior de la
fortificación. Por un lado, tenemos un recinto superior, con una
planta trapezoidal con unos 800 metros cuadrados de superficie
delimitada por tres cubos en saliente dispuestos en la ladera este y
uno más colocado en el frente norte. El resto de la fortificación
lo ocupa el recinto inferior, con una extensión aproximada de 6.000
metros cuadrados, caracterizado por mostrar una muralla de unos 315
metros, reforzada por siete cubos en saliente ( Azuar Ruiz, 2001).
Los
trabajos desarrollados en el Castillo del Río por Rafael Azuar Ruiz
y su equipo desde el MARQ entre 1.979 a 1.987 sentaron las bases del
estudio de esta singular fortificación y abrieron la lata de la
investigación sobre estos recintos construidos “ex novo”
-castillos que no constituyen ni una reocupación ni una continuidad
de antiguos asentamientos , sino que son nuevas instalaciones en
lugares deshabitados desde la antigüedad- fundamentalmente bajo
dominio almorávide y almohade, que albergaban en su interior
auténticos poblados de carácter permanente a los que la
investigación ha venido a denominar poblados fortificados (Azuar
Ruiz,1994).
En
las excavaciones se ha detectado una trama urbana casi ortogonal
caracterizada por un caserío con viviendas de unos 40 metros
cuadrados, de planta bicelular y una sola altura, vertebrado por
viales paralelos y perpendiculares a la muralla. Esta organización,
sin embargo, es ordenada pero insuficiente, mostrando una llamativa
falta de infraestructuras sanitarias, ya sea para la evacuación de
aguas negras, como para la conducción de agua potable, la cual
parece que debía acarrearse en contenedores desde el cauce del río.
El carácter doméstico de los ajuares cerámicos encontrados y la
escasez de elementos defensivos, refuerza la idea de hallarnos ante
un poblado que alberga viviendas de uso familiar, cuyos habitantes
criaban ganado ovicaprino para la obtención de carne y leche, aunque
su principal actividad era la agricultura (Azuar Ruiz, 2001).
Las
investigaciones en el Castillo del Río han servido par poner en
discusión la existencia de poblados estables de campesinos
fortificados que generan una densa geografía castral, de casi un
medio centenar de asentamientos fortificados entre el siglo XII y la
primer mitad del siglo XIII (Azuar Ruiz, 2010). Gracias a los
trabajos realizados en el castillo, hoy podemos confirmar la
existencia de este tipo de poblados, hasta hace poco considerados
meros castillos de ocupación temporal y que responden a nuevos
modelos caracterizados por la concentración permanente de población
en el interior, como también ocurre en el castillo de Planes
(Menéndez Fueyo, 1993); el castillo de Polop (Menéndez Fueyo,
1993); el castillo de Xixona (Azuar Ruiz, 1985); el castillo de Ambra
en Pego (Azuar Ruiz, 1999); el despoblado de Serrella (Azuar Ruiz,
2004) o la fase almohade del castillo de Elda (Azuar Ruiz, 2008).
Con
la conquista cristiana , el poblado sigue manteniendo su ocupación
durante un breve tiempo, apreciándose una importante modificación
de la trama urbana, con un nuevo modelo basado en la concepción
nuclear de las viviendas en cuyo interior sólo se dormiría,
utilizándose los espacios abiertos para realizar las actividades
domésticas como espacios plurifuncionales donde se encontrarían los
establos, hogares o almacenes. Sin embargo, en el registro no
apreciamos un cambio significativo en el tipo de habitantes, por lo
que suponemos que en un al- Andalus en pleno contexto de retirada,
los pobladores musulmanes resistieron la llegada de los cristianos,
hasta que, en la década de los setenta del siglo XIII, se observa un
progresivo abandono del asentamiento, coincidiendo con la muerte del
último señor Zayd abu Zayd (Azuar Ruis, 1994), que supone el fin
del conflicto mudéjar en territorio aragonés y el inicio del
proceso de señorialización emprendido por la Corona a finales del
siglo XIII (Guinot Rodríguez, 1993). La población acaba fundando el
enclave conocido como Aspe el Nuevo, debido a la construcción de la
acequia del Fauquí (Azuar Ruiz, 1990), ampliada posteriormente con
las acequias de Aljau y el azud de Rafica (Navarro Martínez, 2006)
en una zona de llano, sin protección defensiva alguna.
Fuentes: Wikipedia
Castillos de Alicante
Guardianes de piedra
Ximo G. Rico (Fotos)
Galería:
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