Los escasos restos del Castillo de Rocafuerte, también llamado Castillo de Rocafort o Castillo de Sangüesa la Vieja, se hallan situados en las cercanías de la población de Sangüesa en la Comunidad Foral de Navarra.
De esta
villa procede un ara de época romana, a la vez votiva y funeraria.
En el solar del castillo se hallaron monedas ibéricas y romanas, así
como algunas cerámicas medievales. Dentro del término existía un
asentamiento de época romana en el lugar denominado Fuente Penosa.
Se
identifica con el núcleo denominado en la Edad Media “Sangüesa la
Vieja”, que ya en el siglo X desempeñó un papel importante en la
defensa de los accesos al reino pamplonés contra las incursiones
musulmanas. En la siguiente centuria fue sede de una de las
“tenencias” de la monarquía. Lugar de señorío realengo, debía
en 1280 una pecha anual de 230 sueldos; el rey Carlos II la cedió a
los propios vecinos por la suma de 460 libras de carlines prietos.
El Príncipe de Viana dio en el año 1454 a León de Garro las rentas de
sus heredades en el bailío de la villa, que formaba parte del valle
de Aibar. Carlos III había conferido a Santa María de Roncesvalles
el patronato de su iglesia, unida a la colegiata por bula del papa
Benedicto XIII. La iglesia parroquial está dedicada a Santa María,
advocación documentada ya en 1346.
En 1514
Fernando el Católico confirmó la gracia hecha por el rey Juan II,
su padre, del castillo, pueblo, pechas y jurisdicción de Rocafort a
León Garro, para él y para aquél a quien designase heredero, “y
que después siguiese de mayor en mayor”. Sin embargo, más tarde
pasó a ser villa de realengo, y en 1802 se gobernaba por un alcalde
que nombraba el virrey a propuesta de la villa.
En 1847
tenía Rocaforte escuela, dotada con sesenta robos de trigo. Aunque
hasta las reformas municipales de 1835-1845 Rocaforte fue villa
dentro del valle de Aibar y, posteriormente, ayuntamiento enteramente
separado, acabó siendo incorporada al de Sangüesa.
Dominando el
pueblo, en lo alto del cabezo, hubo en época medieval un castillo
que existía cuando menos desde el siglo XI. Hasta mediados del siglo
XV se llamó siempre Castillo de Sangüesa la Vieja.
En 1276
aparece como alcaide de la fortaleza el caballero Jimeno de Sotés,
con una retenencia de 8 libras y 40 cahíces anuales. Más tarde, en
torno al año 1300, ocupaba el puesto Martín Pérez de Irurozqui, y
de 1315 a 1330, Jaques de la Hala. Carlos II confió la guarda en
1351 a Martín Miguel de Olaz, escudero con 4 libras y 20 cahíces.
Con motivo de la guerra con Aragón, este alcaide tuvo que aumentar
la guarnición del castillo en 1364. Al año siguiente se reparaba la
fortaleza y el algibe. De nuevo se realizaban obras de importancia en
1379, pagadas con cargo a los fondos de la merindad.
Carlos III
el Noble nombró alcaide en 1387 a Sancho Urdincho. En 1411 mandó
hacer al carpintero Martín de Goñi las puertas del castillo y las
cubiertas de las necesarias; seguía trabajando en nuevas
reparaciones en 1414. Cuatro años después figura como alcaide
Bernart de Ezpeleta, y a partir de 1420, Johancoxe de Suescun, doncel
del rey. Estebenín le Riche, carpintero real, cobró más de 30
libras por otra serie de trabajos efectuados en 1430. Juan de Aragón
y la reina doña Blanca nombraron alcaide en 1432 al escudero Gil
Martínez de Urroz, sin que se hiciese inventario de entrega, por no
haber en el castillo artillería ni armaduras de ninguna clase.
En 1452 el
rey hizo donación del lugar y castillo de Sangüesa la Vieja,
“llamado Rocafort”, a mosén León de Garro, maestrehostal del
Príncipe de Viana. Al parecer este caballero abandonó la causa
beaumontesa para pasar al servicio de Juan II, que le confirmó el
señorío del castillo y pueblo en 1455. Seguía al servicio del rey
en 1461. Más tarde, en 1482, estaba a cargo del castillo su hijo
mosén Juan de Garro, que aparece todavía en papeles del año 1494.
Tras la
conquista de Navarra, Fernando el Católico confirmó en 1514 la
merced otorgada por su padre Juan II a mosén León de Garro,
incluyendo las pechas, hierbas, aguas, penas de homicidios y demás
rentas y provechos. En 1516 se mandó derribar enteramente el
castillo, al igual que otras torres y fortalezas del reino.
Pertenecía a la sazón a don Sebastián de Garro. Felipe II concedió
en 1561 a don Jerónimo de Garro 1.000 ducados, por el perjuicio que
él y su padre recibieron con la demolición del castillo. Todavía
se veían restos del mismo y parte de las murallas hacia 1800.
Fuente: castillos.net
Eduardo Argote (Fotos)
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