jueves, 7 de mayo de 2020

Castillo de Rocafuerte (Sangüesa, Navarra)


Los escasos restos del Castillo de Rocafuerte, también llamado Castillo de Rocafort o Castillo de Sangüesa la Vieja, se hallan situados en las cercanías de la población de Sangüesa en la Comunidad Foral de Navarra. 

De esta villa procede un ara de época romana, a la vez votiva y funeraria. En el solar del castillo se hallaron monedas ibéricas y romanas, así como algunas cerámicas medievales. Dentro del término existía un asentamiento de época romana en el lugar denominado Fuente Penosa. 

Se identifica con el núcleo denominado en la Edad Media “Sangüesa la Vieja”, que ya en el siglo X desempeñó un papel importante en la defensa de los accesos al reino pamplonés contra las incursiones musulmanas. En la siguiente centuria fue sede de una de las “tenencias” de la monarquía. Lugar de señorío realengo, debía en 1280 una pecha anual de 230 sueldos; el rey Carlos II la cedió a los propios vecinos por la suma de 460 libras de carlines prietos. 

El Príncipe de Viana dio en el año 1454 a León de Garro las rentas de sus heredades en el bailío de la villa, que formaba parte del valle de Aibar. Carlos III había conferido a Santa María de Roncesvalles el patronato de su iglesia, unida a la colegiata por bula del papa Benedicto XIII. La iglesia parroquial está dedicada a Santa María, advocación documentada ya en 1346. 

En 1514 Fernando el Católico confirmó la gracia hecha por el rey Juan II, su padre, del castillo, pueblo, pechas y jurisdicción de Rocafort a León Garro, para él y para aquél a quien designase heredero, “y que después siguiese de mayor en mayor”. Sin embargo, más tarde pasó a ser villa de realengo, y en 1802 se gobernaba por un alcalde que nombraba el virrey a propuesta de la villa. 

En 1847 tenía Rocaforte escuela, dotada con sesenta robos de trigo. Aunque hasta las reformas municipales de 1835-1845 Rocaforte fue villa dentro del valle de Aibar y, posteriormente, ayuntamiento enteramente separado, acabó siendo incorporada al de Sangüesa. 

Dominando el pueblo, en lo alto del cabezo, hubo en época medieval un castillo que existía cuando menos desde el siglo XI. Hasta mediados del siglo XV se llamó siempre Castillo de Sangüesa la Vieja. 

En 1276 aparece como alcaide de la fortaleza el caballero Jimeno de Sotés, con una retenencia de 8 libras y 40 cahíces anuales. Más tarde, en torno al año 1300, ocupaba el puesto Martín Pérez de Irurozqui, y de 1315 a 1330, Jaques de la Hala. Carlos II confió la guarda en 1351 a Martín Miguel de Olaz, escudero con 4 libras y 20 cahíces. Con motivo de la guerra con Aragón, este alcaide tuvo que aumentar la guarnición del castillo en 1364. Al año siguiente se reparaba la fortaleza y el algibe. De nuevo se realizaban obras de importancia en 1379, pagadas con cargo a los fondos de la merindad. 

Carlos III el Noble nombró alcaide en 1387 a Sancho Urdincho. En 1411 mandó hacer al carpintero Martín de Goñi las puertas del castillo y las cubiertas de las necesarias; seguía trabajando en nuevas reparaciones en 1414. Cuatro años después figura como alcaide Bernart de Ezpeleta, y a partir de 1420, Johancoxe de Suescun, doncel del rey. Estebenín le Riche, carpintero real, cobró más de 30 libras por otra serie de trabajos efectuados en 1430. Juan de Aragón y la reina doña Blanca nombraron alcaide en 1432 al escudero Gil Martínez de Urroz, sin que se hiciese inventario de entrega, por no haber en el castillo artillería ni armaduras de ninguna clase. 

En 1452 el rey hizo donación del lugar y castillo de Sangüesa la Vieja, “llamado Rocafort”, a mosén León de Garro, maestrehostal del Príncipe de Viana. Al parecer este caballero abandonó la causa beaumontesa para pasar al servicio de Juan II, que le confirmó el señorío del castillo y pueblo en 1455. Seguía al servicio del rey en 1461. Más tarde, en 1482, estaba a cargo del castillo su hijo mosén Juan de Garro, que aparece todavía en papeles del año 1494. 

Tras la conquista de Navarra, Fernando el Católico confirmó en 1514 la merced otorgada por su padre Juan II a mosén León de Garro, incluyendo las pechas, hierbas, aguas, penas de homicidios y demás rentas y provechos. En 1516 se mandó derribar enteramente el castillo, al igual que otras torres y fortalezas del reino. Pertenecía a la sazón a don Sebastián de Garro. Felipe II concedió en 1561 a don Jerónimo de Garro 1.000 ducados, por el perjuicio que él y su padre recibieron con la demolición del castillo. Todavía se veían restos del mismo y parte de las murallas hacia 1800. 

Fuente: castillos.net
              Eduardo Argote (Fotos)

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