El Castillo de Setefilla se alza sobre un risco bajo el que pasa la carretera que va a Puebla de los Infantes, en el término municipal de la localidad de Lora del Río en la provincia de Sevilla (Andalucía).
El
castillo es de origen árabe, si bien parece que está basado sobre
un antiguo castro romano que a su vez aprovechó un anterior recinto
ibero. Fue edificado entre los años 888-912 por los Banu Layt, la
tribu bereber que controlaba la comarca. Recibió el nombre de
Chadfilah o Chant-Fila.
En la primavera de 1247 fue
conquistado por el ejército de Fernando III, durante su avance hacia
Sevilla y entregado a los hospitalarios, pasando a formar parte de la
bailía que estableció dicha orden con sede en la cercana Lora del
Río. El topónimo de Setefilla proviene de la corrupción fonética
de Septe Fillas, en relación a las siete villas cercanas a Lora que
fueron incluidas en la bailía establecida por el Hospital en 1259.
Esta fortaleza controlaba el paso hacia la Sierra Norte de Sevilla
junto a las de Puebla de los Infantes, Peñaflor, Cazalla, Alanís y
Constantina.
Su
forma es poligonal, adaptándose a la superficie del cerro donde se
asienta, y su superficie es aproximadamente de unos 4.000 m2. La
entrada se encuentra al final de una rampa situada en el lado sur del
recinto, en un desdoblamiento de la muralla. El interior está
dividido en dos zonas claramente diferenciadas. Primero una amplia
plaza de armas de unos 3.000 m2, con restos de varias torres de
planta cuadrada.
Hacia la mitad del lienzo de 50 metros que
divide el recinto, se encuentra la Torre del Homenaje. En el extremo
sur de dicho lienzo hay una poterna en recodo que da paso al segundo
patio de armas, de unos 900 m2, donde se pueden ver los restos de un
aljibe prácticamente cegado, así como los de una torre situada en
el extremo norte, levantada sobre un promontorio del terreno.
La
Torre del Homenaje, de planta cuadrada y unos 9 metros de lado,
cuenta con dos plantas: una planta baja a la que se accede desde el
mismo patio, cerrada con una bóveda de cañón, y otra superior a la
que se accedía desde el adarve de la cortina que parte el recinto de
la fortaleza en dos. La azotea de la misma ya no existe.
En el
siglo XVIII parece que aún se conservaba en buenas condiciones, ya
que Thomas Andrés de Gússeme lo describía de la siguiente manera:
“Existe viva la
fortaleza con su torre de homenaje entera, y sin lesión; tiene un
recinto de muralla, con algunas otras torres, en que hay unas más
bien conservadas que las otras; a este recinto lo divide en dos
partes otra muralla, que encierra en sí la torre mayor, cisternas,
baños, y edificios subterráneos, todo en buen estado”.
Obviamente y por desgracia, esos baños y edificios subterráneos han
sido tapados por el tiempo. Quizá una limpieza del terreno dejase al
descubierto esas dependencias.
Las
murallas y torres están fabricadas con paramentos de mampuesto
rellenos de tierra mezclada con cantos y restos cerámicos. La torre
del homenaje está fabricada con mampuesto, conservando grandes zonas
de enlucido de mortero de cal y arena. En su parte inferior se
observan los mechinales del andamiaje elaborado para su construcción.
Las esquinas de la misma así como los vanos de las puertas son de
sillares bien labrados. La poterna de acceso al segundo patio también
está fabricada con sillares de piedra caliza. Las bóvedas de la
torre y la ya casi inexistente del aljibe eran de ladrillo. El acceso
es libre.
Fuentes: Wikipedia
castillos.net
J. Aranda (Fotos)
Galería:
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