La Torre de Terreros se encuentra situada en la localidad de La Herrera en la provincia de Vizcaya (País Vasco).
La
Herrera se situa en un meandro del río Cadagua que serpentea por un
paso muy angosto, donde la vega es apenas más ancha que el propio
río. Por allí discurría también, en un pequeño desmonte en
la margen izquierda del cauce, el camino real Balmaseda-Bilbao, y al
otro lado, “allende el vado”, en palabras del cronista medieval
Lope García de Salazar, está la Torre de Terreros.
La
primera noticia sobre el linaje de Terreros se remonta al año 1385,
cuando uno de sus miembros participó de forma activa en la guerra
entre los bandos -facciones nobiliarias- oñacino y gamboíno, que
durante los siglos XIV y XV asoló el País Vasco. Los Terreros
militaron siempre en el bando oñacino.
Aunque
la torre ya existiría posiblemente en el siglo XIV, lo que hoy podemos
contemplar fue construido a fines del siglo XV por Juan Galíndez de
Terreros. Con posterioridad la fortaleza no parece haber conocido
grandes cambios, salvo el adosamiento de un caserío. Pero, tras ser
abandonada por sus ocupantes, durante las dos últimas décadas ha
sufrido un importante deterioro. La falta de mantenimiento culminó
con la caída de la cubierta, y con ella la de toda la estructura
interna del edificio.
A
pesar de ello, Terreros aún mantiene una silueta imponente y
suficientes elementos de interés como para hacer de ella una de las
torres más características de Bizkaia. La torre de Terreros es un
llamativo volumen vertical, con una planta cuadrada de cerca de 10
metros de lado y unos 15 metros de altura.
Sus
gruesos muros (1.20) se aparejan en el habitual mampuesto recuadrado,
reforzado con sillares muy grandes en las esquinas y más reducidos
en el recerco de los huecos. El piso bajo servía de cuadra y
almacén -y ocasionalmente de cárcel-. Tenía un único acceso,
un arco apuntado alto y estrecho abierto en la que hoy aparece como
fachada principal. A su lado, un poco más alta, una aspillera de
grandes dimensiones servía para iluminar la planta, al igual que
otra muy similar en la fachada izquierda.
El
piso residencial era el primero. Su acceso está tapiado al exterior
(oculto bajo la casa adosada), pero desde el interior se aprecia su
silueta. Sería, como es usual en estas construcciones, un arco
apuntado al que se llegaba a través de un patín -escalera
exterior de piedra-, que fue desmontado con motivo de la
construcción del caserío anexo.
Ya
en el interior, en este nivel se hallaban el hogar, los camastros en
los que dormían los servidores y la alcoba o cámara del pariente
mayor. Sólo esta última estaría individualizada del resto del
espacio mediante unos tabiquillos de verganazo -varas de avellano
entrelazadas y forradas con yeso o arcilla-. Se iluminaba esta altura
mediante algunas ventanas y luceros, aunque en la actualidad todos
estos huecos han sido alterados en Terreros.
Esta
planta es, como corresponde a una verdadera torre,
desproporcionadamente alta (cerca de la mitad del total del
edificio). Esto planteaba problemas de iluminación y ventilación,
por lo que fue necesario abrir en la parte más alta del piso unos
grandes luceros -el de la cara principal puede verse en el centro de
la fachada-.
La
segunda planta la ocupaba una sala, un amplio espacio sin divisiones
interiores abierto al exterior a través de tres ventanas
ligeramente apuntadas situadas en las tres caras que eran visibles
desde el camino, mientras que la actual fachada principal, pese a
estar orientada al sur, carece de vano. Además hay varias
aspilleras que posiblemente compartían las funciones militares
-bocas de tiro- con las de lucero.
Por
encima de la sala existía un camarote, lo que resulta poco habitual
en las torres. Y es este espacio el que presenta los elementos más
singulares de Terreros: además de algunas aspilleras, cada fachada
cuenta con una ladronera, un cuerpo volado que permitía a los
defensores de la fortaleza arrojar objetos sobre cualquier atacante
que lograra acercarse hasta los muros de la torre. Son éstas las
únicas ladroneras conservadas en las torres vizcaínas, lo que
hace de Terreros un caso muy especial.
Es
posible que por encima de este camarote con ladroneras discurriera un
remate almenado, pero si así fue, nada ha quedado de él. Como se
ha indicado, la estructura interior y la cubierta se han perdido.
Aquella era a base de pisos de madera sustentados en un pie derecho
central y los escalones que presentan los muros en cada piso. El
tejado era piramidal, a cuatro vertientes.
Fuente: Castillos del Olvido
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