domingo, 21 de junio de 2020

Torre de Terreros (La Herrera, Vizcaya)


La Torre de Terreros se encuentra situada en la localidad de La Herrera en la provincia de Vizcaya (País Vasco). 

La Herrera se situa en un meandro del río Cadagua que serpentea por un paso muy angosto, donde la vega es apenas más ancha que el propio río. Por allí discurría también, en un pequeño desmonte en la margen izquierda del cauce, el camino real Balmaseda-Bilbao, y al otro lado, “allende el vado”, en palabras del cronista medieval Lope García de Salazar, está la Torre de Terreros. 

La primera noticia sobre el linaje de Terreros se remonta al año 1385, cuando uno de sus miembros participó de forma activa en la guerra entre los bandos -facciones nobiliarias- oñacino y gamboíno, que durante los siglos XIV y XV asoló el País Vasco. Los Terreros militaron siempre en el bando oñacino. 

Aunque la torre ya existiría posiblemente en el siglo XIV, lo que hoy podemos contemplar fue construido a fines del siglo XV por Juan Galíndez de Terreros. Con posterioridad la fortaleza no parece haber conocido grandes cambios, salvo el adosamiento de un caserío. Pero, tras ser abandonada por sus ocupantes, durante las dos últimas décadas ha sufrido un importante deterioro. La falta de mantenimiento culminó con la caída de la cubierta, y con ella la de toda la estructura interna del edificio. 

A pesar de ello, Terreros aún mantiene una silueta imponente y suficientes elementos de interés como para hacer de ella una de las torres más características de Bizkaia. La torre de Terreros es un llamativo volumen vertical, con una planta cuadrada de cerca de 10 metros de lado y unos 15 metros de altura. 

Sus gruesos muros (1.20) se aparejan en el habitual mampuesto recuadrado, reforzado con sillares muy grandes en las esquinas y más reducidos en el recerco de los huecos. El piso bajo servía de cuadra y almacén -y ocasionalmente de cárcel-. Tenía un único acceso, un arco apuntado alto y estrecho abierto en la que hoy aparece como fachada principal. A su lado, un poco más alta, una aspillera de grandes dimensiones servía para iluminar la planta, al igual que otra muy similar en la fachada izquierda. 

El piso residencial era el primero. Su acceso está tapiado al exterior (oculto bajo la casa adosada), pero desde el interior se aprecia su silueta. Sería, como es usual en estas construcciones, un arco apuntado al que se llegaba a través de un patín -escalera exterior de piedra-, que fue desmontado con motivo de la construcción del caserío anexo. 

Ya en el interior, en este nivel se hallaban el hogar, los camastros en los que dormían los servidores y la alcoba o cámara del pariente mayor. Sólo esta última estaría individualizada del resto del espacio mediante unos tabiquillos de verganazo -varas de avellano entrelazadas y forradas con yeso o arcilla-. Se iluminaba esta altura mediante algunas ventanas y luceros, aunque en la actualidad todos estos huecos han sido alterados en Terreros. 

Esta planta es, como corresponde a una verdadera torre, desproporcionadamente alta (cerca de la mitad del total del edificio). Esto planteaba problemas de iluminación y ventilación, por lo que fue necesario abrir en la parte más alta del piso unos grandes luceros -el de la cara principal puede verse en el centro de la fachada-. 

La segunda planta la ocupaba una sala, un amplio espacio sin divisiones interiores abierto al exterior a través de tres ventanas ligeramente apuntadas situadas en las tres caras que eran visibles desde el camino, mientras que la actual fachada principal, pese a estar orientada al sur, carece de vano. Además hay varias aspilleras que posiblemente compartían las funciones militares -bocas de tiro- con las de lucero. 

Por encima de la sala existía un camarote, lo que resulta poco habitual en las torres. Y es este espacio el que presenta los elementos más singulares de Terreros: además de algunas aspilleras, cada fachada cuenta con una ladronera, un cuerpo volado que permitía a los defensores de la fortaleza arrojar objetos sobre cualquier atacante que lograra acercarse hasta los muros de la torre. Son éstas las únicas ladroneras conservadas en las torres vizcaínas, lo que hace de Terreros un caso muy especial. 

Es posible que por encima de este camarote con ladroneras discurriera un remate almenado, pero si así fue, nada ha quedado de él. Como se ha indicado, la estructura interior y la cubierta se han perdido. Aquella era a base de pisos de madera sustentados en un pie derecho central y los escalones que presentan los muros en cada piso. El tejado era piramidal, a cuatro vertientes. 

Fuente: Castillos del Olvido

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