El Castillo de Muñatones se encuentra situado en la población de Muskiz, en la provincia de Vizcaya (País Vasco).
Se
eleva dominando los prados y las marismas que, a su encuentro con el
mar, conforman el río Barbadún (o Mayor) y sus arroyos afluentes,
caso del río Cotorrio. La obra inicial de esta fortaleza se sitúa
entorno a 1339 y se debe al matrimonio de Juan López de Salazar e
Inés de Muñatones y para su ubicación eligieron un emplazamiento
estratégico, el solar de San Martín, situado entonces junto a un
puerto fluvial (desaparecido) y al trazado de la calzada costera que
llevaba de Portugalete a Castro Urdiales.
En
la segunda mitad del siglo XIV, Juan Sánchez remoza las murallas y
entre 1439 y 1446 su nieto Lope García de Salazar renueva todo el
conjunto. Finalmente en 1476 se iniciaron algunas obras menores que
se extenderían hasta fines del Siglo XV.
El
edificio es un complejo que conformó conjunto con otras
edificaciones complementarias: la desaparecida Ermita de San Martín
de Muñatones y un palacio renacentista, actualmente restaurado. El
castillo, como la mayoría de los castillos vascos medievales, nace
desde un núcleo central: una torre-fuerte cúbica almenada, muy
hermética, que se rodea de un recinto amurallado rectangular con un
cubo en cada lado y una torre cuadrada en dos de sus lados, a modo de
entrada. A través de este acceso nos introducimos en una segunda
línea de defensa, almenada, que da paso a la torre propiamente
dicha.
El
monumento actual, resulta de otras construcciones precedentes
realizadas a lo largo de más de un siglo. Fue Juan López de Salazar
quien, hacia 1339, comenzara la construcción de la primitiva
fortaleza de San Martín. Su torre era un edificio sólido y
hermético, de planta cuadrangular, con un ligero predominio de la
anchura sobre la profundidad. Hoy alcanza veinte metros de alzado,
que corresponden sólo a dos plantas y el arranque de una tercera,
con lo que el volumen resultante es bastante vertical. Sus muros
alcanzan un grosor considerable (1,10) y se aparejan en sillarejo
bien ordenado y sillería, que define las zonas nobles.
La
planta baja carece de acceso desde el exterior, siendo sus únicas
luces tres aspilleras muy largas y abocinadas, con dintel sobre
ménsulas y marcado derrame inferior, lo que indica que su finalidad
principal era la iluminación y no la defensa. Muñatones es la única
torre vizcaína que carece de acceso en la planta baja.
El
primer piso, el residencial, es desproporcionadamente alto y abraza
casi dos tercios del alzado total del edificio. En él se abría el
único ingreso de la torre, un estrecho arco apuntado con cañón
escarzano ligeramente lateralizado en la entonces cara principal (hoy
izquierda). Del resto del fenestraje original quedan varias saeteras
de características similares a las anteriores.
La
exagerada altura de esta planta crearía ciertos problemas de
iluminación, por lo que se hizo necesaria la apertura de luceros
anchos en la zona más alta del piso, cerca del suelo de la planta
superior. Encima de este piso residencial sólo habría una terraza
almenada. En 1439 Lope García de Salazar heredó la torre y comenzó
con las modificaciones, pero las obras se retrasarían hasta 1454.
Lope desmochó la torrecilla preexistente y la engrosó
considerablemente, elevándola hasta alcanzar las cuatro alturas y
rematándola con una terraza defendida por un pretil y dotada de dos
torrecillas en los ángulos. Además, levantó varios palacios
alrededor de la torre y todo el conjunto fue rodeado por dos
murallas, una de gran altura y otra más discreta.
El
nuevo Castillo de Muñatones presentaba notables diferencias con la
construcción primitiva. La torre «del homenaje» mantuvo su planta
rectangular, aunque al trasladarse la fachada principal a una de las
que, en origen, fueran laterales, el volumen resultante fue
ligeramente más profundo que ancho, hecho habitual en las torres
urbanas pero bastante insólito en las rurales. Su altura hoy ronda
los veinticinco metros, aunque fue aún más elevada; con todo, es la
más alta de las vizcaínas. Con estas obras, los muros, aparejados
en sillarejo calizo, obtuvieron un grosor de 2.80 metros.
Si
el bajo de la torre primitiva era hermético, aún quedó más ciego:
se tapiaron tres aspilleras existentes, abriendo en su lugar un único
hueco adintelado. También el piso residencial modificó su sistema
de luces. El acceso primitivo fue cegado y sustituido por otro en la
que hasta entonces había sido la cara derecha. El nuevo ingreso era
un amplio arco apuntado muy lateralizado que desapareció al
arruinarse el edificio, aunque se conservó su cañón escarzano.
Lope
añadió dos alturas. La primera de ellas, sobre el nivel de la
primitiva terraza, se ilumina mediante parejas geminadas de ventanas
apuntadas dotadas de asientos y aspilleras altas. La segunda, sería
un nuevo piso residencial, el segundo salón. El estrecho cuerpo de
la torre apenas reunía unas condiciones mínimas de habitabilidad,
por lo que el edificio se rodeó por cuatro aposentamientos –espacios
residenciales-. Estos palacios estaban apoyados en unos muretes de
mampostería y tenían tres niveles, los dos primeros de escaso
desarrollo –usos de servicio o dormitorios- y el tercero algo más
amplio –prolongación del sobrado de la casa-.
En
torno a la torre y los palacios se levantó una voluminosa cerca
aparejada en mampuesto irregular, de 7,5 metros en su estado actual
(10 m en origen). La cerca sólo cuenta con un vano, un acceso
apuntado con cañón escarzano muy lateralizado a la izquierda de la
fachada principal. Aún conserva los goznes y los orificios para la
doble tranca. También se levantó una segunda cerca que en principio
era una sencilla tapia y que más tarde fue utilizada como base para
construir una vistosa muralla provista de torres cilíndricas y
cubos. Se reforzó, además, por un foso.
Lope
recibió una «torrecilla» y la transformó en un complejo castillo.
La última intervención del castillo fue de menor entidad que las
anteriores. El heredero de Lope, Juan Salazar, reformó el tercer
piso residencial, sustituyó la terraza por un camarote de madera y
un tejado a cuatro aguas, construyó diversos edificios en el patio y
reforzó la muralla exterior, dotándola de cubos y torres circulares
y ampliando el foso.
Estas
obras trataron de dar a San Martín de Muñatones un aspecto de
espacio residencial, con instalaciones de almacenaje y artesanales.
Además trataron de incrementar la capacidad residencial del castillo
reformando la última planta del edificio, mejorando su
compartimentación interna y añadiendo elementos decorativos.
Lograron con éxito dotar a la casa de una imagen impactante.
Fuente: Castillos del Olvido
Galería:
No hay comentarios:
Publicar un comentario