Las Murallas de Baeza son el conjunto de fortificaciones que rodean el casco antiguo de la ciudad homónima de la provincia de Jaén (Andalucía).
La
condición geoestratégica de la comarca de La Loma, en la dorsal
entre los ríos Guadalimar y Guadalquivir, dominando sus amplios
valles, es esencial para las ciudades que en ellas se asientan. La
elección del emplazamiento de la ciudad de Baeza refuerza su
posición estratégica primando su carácter defensivo. La visión de
la ciudad desde el valle y el camino de Jaén exhiben su condición
fortificada que domina el valle y que será determinante a lo largo
de toda su historia.
Al
interior del recinto amurallado, en su zona central, se articula el
conjunto monumental en torno al que se distribuye un caserío
homogéneo formado mayoritariamente por casas unifamiliares de dos
plantas y por algunos bloques de viviendas en su periferia, que no
suelen distorsionar su visualización y su fisonomía. Este conjunto
monumental responde a un proyecto renacentista que sustituyó a las
tramas medievales previas y que se extendió desde el siglo XVI al
resto de la ciudad.
Es
en el extremo suroeste de la ciudad, en el cerro del Alcázar, donde
los depósitos arqueológicos existentes ofrecen una secuencia
continuada y amplia el proceso histórico de la ciudad. En este
ámbito intramuros y en sus laderas se sucede el poblamiento desde
los tiempos prehistóricos de la etapa calcolítica, hace unos 5200
años, hasta la actualidad.
Con
el Imperio Romano, en el siglo I a.C., Vivatia adquiere el rango de
Municipio, formando parte del aparato administrativo y de la
organización territorial romana con pleno derecho. Desde mediados
del siglo II d.C. se constata la crisis del sistema municipal romano
y la concentración de la propiedad de la tierra, lo que derivó en
la potenciación de la vida rural a través de grandes explotaciones
agrarias organizadas desde las villas rurales que adquirieron un peso
económico mucho más relevante.
En
la etapa visigoda Biatia llegó a constituirse en sede episcopal como
evidencia la asistencia de su obispo Rogato al XI Concilio de Toledo
en el año 675. La acuñación de moneda hacia mediados del siglo VII
bajo los reinados de Tulga y Chindasvinto, refrendaría su jerarquía
como centro urbano.
Durante
la etapa musulmana Bayyasa continuó teniendo un papel relevante como
una de las ciudades más importantes de la Cora de Jaén, ostentando
la capitalidad de uno de los iqlin o distritos territoriales de la
Cora. A partir del reinado de Abderramán II el poder del emirato se
consolida, lo que conlleva un proceso general de urbanización de las
ciudades ligado al aumento de su población. El convulso periodo del
Emirato Omeya, estuvo marcado en su etapa final por la sublevación
muladí. Esta sublevación se produjo como respuesta al proceso de
control del estado en detrimento de los intereses y privilegios de
las grandes familias terratenientes árabes y muladíes.
Desde
finales del siglo XI tienen lugar las dominaciones almorávide y
almohade de la ciudad, con el intervalo de la conquista por Alfonso
VII, pasando a manos cristianas entre 1147 y 1157, volviendo después
a dominio almohade. No obstante, su posición estratégica entre la
meseta castellana y el valle del Guadalquivir, determinó frecuentes
razias cristianas en territorio musulmán. La batalla de las Navas de
Tolosa en 1212 se resuelve con la derrota del califa almohade
facilitando la conquista del territorio que de forma progresiva
pasará a manos cristianas. Tras esta batalla la población de Baeza
se trasladó a Úbeda, pero ambos núcleos fueron saqueados e
incendiados. Tras el asalto los cristianos se retiraron y las
ciudades volvieron a manos musulmanas.
La
ciudad islámica de Bayyasa contó con un recinto amurallado y con un
arrabal que se extendía hasta el cauce del arroyo de Val de la
Azacaya o del Matadero. No conocemos fuentes escritas que nos
informen directamente sobre las murallas durante el periodo islámico
y con los datos disponibles tampoco podemos determinar el trazado
completo del recinto amurallado.
Se
ha documentado un área de viviendas islámicas de la etapa de los
siglos XII-XIII adosadas a la muralla. Estas viviendas fueron
abandonadas y sobre ellas se construyó el antemural de la barbacana
existente entre la Puerta de Jaén y la Puerta del Barbudo. Estos
datos permiten establecer la edificación de la barbacana en este
sector en el siglo XIII, después de la conquista castellana de la
ciudad. Los documentos escritos conocidos que hacen
referencia a las fortificaciones de la ciudad medieval son fuentes
cristianas que datan del siglo XIV y hacen referencia a su reparación
y a varias puertas y torres de
su trazado.
Desde
el reinado de los Reyes Católicos hasta la segunda mitad del siglo
XVII, coincidiendo con la etapa renacentista, la ciudad experimenta
su máximo desarrollo económico y poblacional, adquiriendo también
una importante relevancia sociopolítica dentro del reino, en
relación con la presencia de una amplia población señorial. Esta
pujanza económica se asienta sobre una destacada producción agraria
y un incremento notable en su actividad manufacturera, especialmente
ligada a la artesanía de los paños y las pieles.
En
el siglo XVI, el desarrollo económico y el incremento poblacional,
que llego a alcanzar los 20.000 habitantes, se plasman en la
consolidación del área extramuros de la plaza del Mercado y su
entorno como el nuevo centro neurálgico de la ciudad, escenario
ciudadano para la celebración de fiestas y otros tipos de
acontecimientos públicos.
Fuente: Wikipedia
Galería:
No hay comentarios:
Publicar un comentario