viernes, 2 de octubre de 2020

Castillo de Santa Catalina (Jaén, Jaén)

 


El Castillo de Santa Catalina es una fortificación de origen árabe y emblema por excelencia de la ciudad de Jaén, capital provincial de la Comunidad de Andalucía.

El castillo se levanta sobre el perímetro romboide de un cerro de gran altura, al oeste de la ciudad de Jaén, y constituye uno de los emblemas más significativos de la ciudad tanto por su importancia en el nacimiento e historia de la ciudad, por la configuración de su urbanismo como por la regularidad, armonía y belleza de su tipología arquitectónica. Desde su privilegiado emplazamiento se pueden contemplar unas vistas únicas de gran parte de la provincia, de la ciudad de Jaén y, especialmente, de su catedral. 

Los primeros asentamientos bien documentados se remontan al mundo ibérico, en torno al siglo IV a.C., localizados en la ladera septentrional y corresponden a un oppidum hecho con muros ciclópeos. La ciudad de Jaén, a mediados del siglo IX, siendo emir de Córdoba, Abd al-Rahman II, se configuró como núcleo urbano y capital de la kura tomando el nombre de Yayyan, el de la provincia. Fue a partir de entonces cuando se fortificó y encastilló, se edificó la mezquita de la Magdalena y se configuró el urbanismo de ese primer barrio árabe. 

Las murallas que protegían, estructuraban y cerraban la ciudad de Jaén se trazaron en los siglos IX y X, en época emiral y califal, y se reforzaron, primero por los almorávides y después, por los almohades que, en la segunda mitad del siglo XII y primeras décadas del siglo XIII, dominaron Jaén en un momento en que se intensificaba el acoso de las huestes cristianas sobre el territorio del alto Guadalquivir y se abrían nuevas expectativas con la victoria cristiana en Las Navas de Tolosa, en 1212. 

En los años 1151 y 1152, Alfonso VII cercó Jaén, sin embargo no pudo rendir la ciudad, que no fue ganada hasta que Fernando III, que puso especial tenacidad en la conquista del alto Guadalquivir, después de tres cercos y asedios a la ciudad, en 1225, 1230 y 1246, consiguió que el rey Alhamar de Granada entregara la ciudad mediante pacto en el que se declaraba vasallo de Castilla. Ocupada la ciudad Fernando III dispuso reparar las fortificaciones y declaró a Jaén capital administrativa y religiosa del alto Guadalquivir. La ciudad se lo reconocería esculpiendo siglos más tarde su imagen en la fachada de la Catedral, entre los cuatro evangelistas. 

En la época de su entrega a Castilla, Jaén presentaba el aspecto de los grandes núcleos urbanos musulmanes, una extensa alcazaba, que ocupaba la cima alargada del cerro del castillo, descendía, por el sur, un cinturón de murallas que rodeaba la ciudad y volvía a unirse a la alcazaba por el noroeste. En el extremo sur de la vieja alcazaba, sobre los grandes sillares y los taludes escalonados del viejo castillo califal, los cristianos construyeron un airoso castillo de sillería, el llamada de Santa Catalina o Alcázar Nuevo. 

Pasaría medio siglo antes de que Jaén volviera a sufrir los avatares de un cerco, cuando el rey de Granada intentó tomarla en 1295 o en 1299 cuando Mohammad II de Granada causó estragos en los arrabales de Jaén. En 1368 los musulmanes consiguieron tomar la ciudad, pero el alcázar resistió. Finalmente, el último asedio musulmán ocurrió en 1407. A partir de entonces, Jaén sólo padeció los cercos y contiendas propios de las guerras civiles castellanas, en 1445 atacada por partidarios del príncipe don Enrique rebelados contra el rey, en 1463 y en 1465. 

Terminada la conquista de Granada y expulsados los musulmanes, la ciudad, a partir de los siglos XVI y XVII, inició un crecimiento que dio lugar, en unos casos, a la destrucción de las murallas, puertas y torres. En el primer cuarto del siglo XIX las tropas napoleónicas convierten el recinto fortificado en un gran acuartelamiento e instalaron alojamientos para la tropa regular, caballerizas, calabozos, oficinas, polvorines y, hasta incluso, un hospital con cincuenta camas. Tras la derrota en la batalla de Bailén, y antes de abandonar definitivamente la plaza, bombardearon  el  interior, lo que la hizo entrar en una fase de abandono y deterioro. El 31 de Junio de 1931 fue declarada Monumento Histórico Artístico. 

El castillo abarca tres estructuras diferenciadas: el castillo Nuevo o castillo de Santa Catalina, el castillo Viejo y el castillo-palacio de Abrehuí, los dos últimos desaparecido casi en su totalidad. Corresponden a tres periodos de fortificación, con funciones específicas aunque complementarias y con distinta suerte en cuanto a su conservación y pervivencia tanto en la Edad Moderna como en la Contemporánea. 

El actual castillo de Santa Catalina, fue levantado en el extremo este del cerro, durante el reinado de Fernando III, su conquistador, y el de su hijo y sucesor, Alfonso X el Sabio, con la misión de controlar la ciudad y los caminos de acceso a ella. 

Su forma es la de un triángulo alargado y está construido con mampostería menuda, sillarejo en los ángulos y ladrillo en las dovelas de los arcos. En torno al patio de armas, se disponen cinco torres unidas por barbacanas almenadas que defienden el flanco norte, de más fácil acceso, mientras que en el flanco sur, más escarpado, sólo dispone de muralla con almenas y saeteras uniendo las dos torres extremas, en la que sólo hay un breve saledizo, la llamada torre de las Troneras, que alberga una letrina y una poterna en un quiebro del muro. 

Su elemento más significativo es la impresionante Torre del Homenaje, levantada en el siglo XIII en lo más alto de la alcazaba. De planta cuadrada y con una altura superior a treinta metros, consta de dos plantas iluminadas por pequeñas troneras y cubiertas por bóvedas de aristas cruzadas con arcos muy apuntados ojivales, está dotada de recios muros, coronada por almenas y rematadas por matacanes protectores. La entrada de la torre está en el centro del lienzo que da al patio de armas, a unos tres metros, mientras que la culmina una terraza a la que se asciende por una estrecha escalera empotrada. 

Junto a la Torre del Homenaje y unida a ella por una barbacana almenada hay otra torre de estructura rectangular en cuyo interior encontramos un salón cubierto por bóveda de cañón, iluminado por ventanas ojivales con ajimez, la llamada torre de las Damas, que domina la entrada al castillo. 

Existen dos torre albarranas, de planta cuadrada y cubiertas con bóveda apuntada, una de ellas acoge la capilla de Santa Catalina y finalmente la torre de la Vela en el extremo este, de planta pentagonal que alberga una gran sala y desde cuya azotea se emitían señales luminosas a otros puestos defensivos del entorno. El castillo dispone de un amplio patio de armas, ubicado en el centro de la meseta del cerro y dotado con dos aljibes. 

El Castillo Viejo, ubicado en época califal en la cresta rocosa y construido con tapial y mampostería irregular, fue reforzado por almorávides y almohades con murallas y torres cuadradas, construidas con muros de calicanto cubiertos por piedra y, más tarde, en época de dominación de Ibn al-Ahmar, fue embellecido y sus defensas reforzadas. Posteriormente fue reformado en el periodo de la invasión francesa en el siglo XIX. 

Sus torres han desaparecido aunque se conserva, muy restaurada en época cristiana, la puerta que da acceso al recinto de la alcazaba, flanqueada por dos torreones con adarve. Las tropas napoleónicas repararon este castillo para su utilización cuartelaria y militar pero lo incendiaron en el momento de su huida, Cumplió también funciones de penal y de cementerio y fue asolado, entre 1965 y 1979, para su sustitución por un parador de turismo. 

El castillo-palacio de Abrehuí, del que sólo se conservan algunos bastiones de mampostería, se situaba en la parte llana y norte del cerro, cercano al castillo Viejo con el que compartía el mismo patio de armas y separado de aquel por murallas. Su planta era rectangular, estaba protegido militarmente por un antemuro, gruesos muros y torreones, y en su interior. Posiblemente fuera construido en época cristiana. El Condestable Iranzo se refugió allí cuando tuvo que hacer frente a la nobleza sublevada a favor de Pedro I contra su hermanastro Enrique IV, lo que supuso el inicio de la ruina de este castillo. 

La alcazaba ha generado leyendas como la de la cámara de las estatuas, que Borges recoge en su Historia universal de la infamia. En el Castillo Viejo había un recinto secreto con puerta y fuerte cerrojo al que cada uno de los sucesivos reyes fue añadiendo uno más hasta llegar a los veinticuatro. Por fin, un hombre malvado que se apoderó del trono, se negó a colocar una nueva cerradura, rompiendo así con la tradición y, por si fuera poco, ordenó abrir las anteriores. Cuál debió ser su sorpresa cuando encontró en su interior un altorrelieve, en metal y madera, con temibles guerreros árabes sobre camellos y una inscripción que profetizaba lo que enseguida sucedió: otro rey, Tarik, tomó la fortaleza, derrotó y mató a este rey y vendió como esclavos a sus mujeres y sus hijos.

Fuente: Wikipedia

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