martes, 6 de octubre de 2020

Castillo de Giribaile (Vilches, Jaén)

 


El Castillo de Giribaile, también denominado Castillo de Girabaile, se encuentra situado a las afueras de la localidad de Vilches, en la comarca del Condado de Jaén, en la provincia de Jaén (Andalucía). 

Giribaile, lugar nombrado en algunas fuentes como Giri o Jiri, se localiza en el término municipal de Vilches, más concretamente en la confluencia de los ríos Guadalimar y Guadalén, sobre una meseta de 500 metros de altitud. El castillo, edificado en el extremo oriental del cerro del mismo nombre, controlaba visualmente los extrarradios de Cástulo (15 km al suroeste), la vía Heráclea y una amplia zona estratégica, minera y agrícola. En sus 16 hectáreas de extensión existen restos de lo que pudo haber sido una poderosa ciudad ibérica fortificada, un oppidum. 

Del Castillo de Giribaile se conservan dos torres de planta cuadrada, con carácter defensivo, y un aljibe. En la Edad del Bronce hubo en un poblado atraído por la riqueza de los materiales. La extracción y comercialización de metales, propia de su economía, encontró en esta localización el sistema de defensa natural necesaria para estos asentamientos. La zona quedaba inmersa en la órbita de la cultura material del Argar. 

A inicios del siglo IV a.C. se funda el oppidum de Giribaile, que llegó a alcanzar unas 15 has. de meseta fortificada, configurándose como una de las grandes ciudades del Alto Guadalquivir. Estuvo adscrito a Oretania y protegía la comunicación entre su capital, Cástulo, y el Levante. 

La ocupación de Giribaile continuó tras la conquista romana hasta finales del siglo II o inicios del I a.C., momento en el que se documenta una destrucción violenta. Según relata Plutarco en Vidas paralelas, Sertorio, el militar romano que estaba al mando de la guarnición del cónsul Tito Denio, exterminó a la población ibera de Giribaile y destruyó sus defensas en una acción de castigo. Tras la destrucción se produce un abandono de la meseta y una disgregación de población que empieza a establecerse en el valle. 

En la alta Edad Media, los visigodos mantuvieron una población importante aunque dispersa en núcleos rurales basados en una economía agraria y ganadera, así, de esta época datan los eremitorios cristianos de las Cuevas del Giribaile. A partir de la invasión musulmana, en el siglo VIII, los árabes levantaron una fortaleza en Giribaile, en la parte norte del cerro un castillo, aprovechando elementos defensivos conservados del oppidum ibérico, del que todavía se pueden observar la planta irregular, algunas torres, el aljibe y lienzos del recinto murado. 

A partir de la segunda mitad del siglo XII, y para prevenir avances de tropas cristianas sobre al-Andalus, los almohades reforzaron y crearon nuevas estructuras utilizando tapial de argamasa. A pesar de las medidas tomadas, la derrota de los musulmanes en Las Navas de Tolosa, en 1212, hizo que Giribaile fuera conquistado por Fernando III, en 1227, en el que Acet-Aben Mohammed entregó el castillo en señal de vasallaje. Los cristianos siguieron utilizando la fortaleza revistiendo las murallas árabes. 

La fortaleza fue entregada a la ciudad de Baeza por Alfonso X en 1274, aunque su custodia debió de quedar por el rey, que la encomendó a los calatravos. En el reinado de Sancho IV El Bravo, en el año 1292, le fue entregado al Juez de Baeza, don Gil Bayle de Cabrera o Gil Baylo de Cabrera, del que recibió su nombre moderno. Cuentan que don Gil grabó en la puerta del castillo la leyenda: De río a río todo es mío. Esta es la tierra de Gil de Bayle, que no morirá de sed, ni de hambre ni de frío”. En el siglo XVII el castillo pertenecía a la casa de Biedma de las antiguas de Baeza. Fue declarado Bien de Interés Cultural en 1985. 

El castillo, alzado en el extremo norte de una amplia meseta, dominaba desde su estratégica posición buena parte de la comarca minera circundante, así como los caminos y pasos naturales por los que obligatoriamente discurrían el transporte y el comercio. Además, desde este asentamiento se podía ejercer un perfecto control sobre las vegas cultivables de los cercanos ríos. 

Todo el cerro sobre el que se asienta el castillo presenta abundantes vestigios arqueológicos: restos de muros, piedras sueltas, hornos de minería y abundante cerámica ibérica, romana y medieval en superficie. En el castillo se puede distinguir una etapa prebereber correspondiente a la fortificación en piedra: arco de la escarpa, cerramiento sur y zócalo de la torre del oeste; y otra etapa almohade, que comprende el remodelado del cerramiento sur con las dos grandes torres y el espacio intermedio, además de un gran aljibe de tapial de calicanto, de planta rectangular y con tres metros y medio de altura, cubierto con bóveda de medio cañón. El castillo pudo tener hasta siete torres. 

Los restos del castillo más importantes están en su extremo sur, donde la ausencia de defensas naturales exigió mayores obras. En esta zona abunda la obra de mampuesto, de sillarejo y de tapial de calicanto. La torre central constituye un hermoso ejemplar de fortificación en tapial. Tendría tres plantas, correspondientes a los tres estrechamientos sucesivos que presenta el grosor del muro por su parte interna. En el zócalo corrido resultante de estos estrechamientos descansaban las vigas de madera que sostenían las entreplantas. 

Los datos históricos y la magnitud de esta torre, bastante más holgada que las almorávides, parecen sugerir una obra del periodo almohade. El oppidum se puede dividir artificialmente en dos plataformas, la norte en la que se asienta la fortaleza y la principal donde se encuentran algunas catas del poblado ibero. 

La fortificación ibera contó con una muralla del tipo barrera con talud y bastiones, levantada a una altura considerable para ser visualizada desde lejos, y provista de puertas de acceso diferenciadas. Sus viviendas de piedra y planta cuadrangular, estaban divididas por una calle principal y contaban con una distribución urbana de espacios públicos. Fuera del espacio del oppidum situaban necrópolis que normalmente ocupaban la falda de los poblados o cuevas, también utilizadas como santuarios. 

Fuente: Wikipedia

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