martes, 28 de julio de 2020

Murallas de Santiago de Compostela (La Coruña)


Los restos de las Murallas de Santiago de Compostela fueron la fortificación de la ciudad del mismo nombre en la provincia de La Coruña (Galicia). 

La murallas desaparecieron en su mayor parte hacia finales del siglo XIX, aunque en la actualidad se conservan algunos restos, siendo el mayor el Arco de Mazarelos. Existen, asimismo, algunas partes ocultas por las casas actuales. El trazado de la muralla es claramente visible todavía sobre el plano de la ciudad antigua de Santiago, cuyo urbanismo vino determinado por la existencia de esta fortificación. 

En el año 968 Sisenando II amuralló la zona que ocupaba la iglesia anterior a la actual Catedral de Santiago y sus límites inmediatos, conformando el núcleo conocido como Locus Sancti Iacobi. Éste ocupaba tan sólo el espacio que hoy ocupan la catedral, la plaza de Quintana y el monasterio de San Pelayo de Antealtares, con unas pocas calles anejas. Esta muralla, que se complementaba con un segundo anillo formado por fosos y empalizadas, fue casi totalmente destruida por la expedición de Almanzor en el año 997. 

A mediados del siglo XI, dado el auge de la ciudad, que comenzaba a ser un floreciente lugar de peregrinación, unido al miedo a una incursión normanda o árabe, hizo que el obispo Cresconio construyera una nueva muralla mucho mayor sobre el anillo de foso y empalizadas. Esta nueva muralla, que tenía unos 2 km de contorno y cubría un espacio interior de 30 ha, es en esencia la que se mantendrá hasta el siglo XIX y protegía los nuevos arrabales que se iban formando alrededor del “locus”. 

De la primera muralla, que desapareció muy pronto bajo las nuevas edificaciones, apenas quedan unos pocos vestigios que se han hallado en la zona de la Azabachería. En 2009, durante las obras de remodelación del antiguo Banco de España para habilitar las nuevas dependencias del Museo de las Peregrinaciones, se encontró una sección en bastante buen estado de esta primera fortificación. 

Lo muros estaban construidos con cascotes irregulares de piedra, con una altura de unos 5 metros y un grosor de 2,5 metros. Estaban almenados, aunque no se conoce la forma exacta que tenían, y estaban reforzados a intervalos regulares por torres cuadrangulares, que según el plano del año 1595 eran de 48. Su forma de riñón disponía su eje más largo de norte a sur. La puertas estaban construidas con cantería más fina y argamasa, y al exterior estaba rodeada de un foso.

La muralla original tenía 7 puertas, a las que se fueron añadiendo otras con el paso de los siglos. El Códice Calixtino describe las primeras siete puertas de la siguiente manera: Las entradas y puertas de la ciudad son VII. La primera entrada se llama Puerta Francígena; la segunda, Puerta de la Peña; la tercera, Puerta de Sofrades; la cuarta, Puerta del Santo Peregrino; la quinta, Puerta Falguera, que conduce a Padrón; la sexta, Puerta de Susannis; y la séptima, Puerta de Mazarelos, por la que llega a la ciudad el precioso Baco. 

Tras la construcción de la muralla, el tejido urbano queda constreñido dentro del límite que ésta supone, lo cual marca el tamaño de los edificios e incluso su altura, ya que los de más de tres plantas se veían como una amenaza para el sistema defensivo. Además, las tres principales puertas marcan los ejes de comunicación de la ciudad, que se articulan de manera casi reticular, desde las entradas hasta la plaza de Cervantes o la del Obradoiro, a su vez interconectadas. 

A partir del siglo XV las murallas van perdiendo su utilidad al disminuir la amenaza de ataques, lo cual hace que vayan cayendo en un progresivo abandono. En 1596, temiendo un ataque por parte de los ingleses, Antonio Ozores hace este repaso del estado de las murallas: “...las nueve puertas precisan reparación, aunque se les an puesto puertas, hes como si nos las tuvieran por ser algunas tan cortas que no llegan a çerrar poco más de la mitad... y esto se bera en la puerta que cae a san francisco que muy olgadamente caben tres o cuatro ombres por lo que queda abierto, y en otras entran e salen por debaxo. Los muros estan muy flacos e es necesario hacer terraplenes e fortificarlos...". 

Desde la Edad Media y hasta el siglo XIX existió el contrato de foro, por el cual se cedía la posesión y uso del camino de ronda interior o de una de las partes de la muralla a un particular a cambio de una cuota fija. Con el paso del tiempo, la mayoría de los edificios cercanos a la muralla se extendieron hasta integrarla en su interior, e incluso se construyeron edificios en los espacios de ronda y sobre las mismas torres y murallas. Estos vestigios se conocen como muralla fosilizada y permiten conocer con mayor exactitud el trazado que tuvo ésta. 

Fuente: Wikipedia

Galería:


Plano de la ciudad de Santiago de año 1595


Puerta y Arco de Mazarelos





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