Las Murallas de Cantavieja se encuentran situadas en la localidad del mismo nombre en la provincia de Teruel (Aragón).
Rodeaban
el casco urbano partiendo desde el castillo. Prácticamente el muro
se limita a su flanco meridional, pues tanto al Este como al Oeste,
los profundos cortados rocosos hacían innecesarias las defensas.
Toda
la villa es una fortaleza por su extraordinaria posición, sobre un
espolón que termina en punta, flanqueado por dos profundos
barrancos. Su planta se asemeja a un triángulo isósceles muy
alargado, y en su punta se acomodó el castillo para residencia de
los comendadores, separado por un muro. Apenas quedan tramos de
cortinas y torres aprovechados como parte de las viviendas. Pues tuvo
torreones en la muralla exterior y en el muro que separaba el
castillo de la ciudad. En origen contó con tan solo una puerta
(Puerta de
Mirambel)
en el flanco Este, protegida por fuerte torreón, pero con el paso de
los siglos se abrieron dos más (Puerta
de San Miguel,
al Sur y Puerta de
la Cañada,
al Oeste).
El
Castillo de Cantavieja fue conquistado por Alfonso II en 1169. No hay
información de Cantavieja con anterioridad a esa fecha. En 1197
pertenecía a la Orden del Temple, siendo su comendador Miguel de
Luna. Pedro II confirmó dicha posesión en 1212. El maestre Folch de
Montpesant otorgó carta-puebla en 1225 y esta es la fecha que se da
como fundación de la villa de Cantavieja. En 1247, Jaime I acordó
con los templarios la delimitación del territorio de Cantavieja
debido a las rivalidades entre sus vecinos y los de Morella y Olocau.
Suprimidos
los templarios, el rey Jaime II se apoderó de sus bienes, pero
Cantavieja opuso resistencia. Sufrió su primer asedio por el
ejército real dirigido por Berenguer de Tobía en 1308. Contaba con
80 defensores al mando de su comendador Ramón de Galliner, mientras
que los sitiadores eran 250 (tercios de Morella y tropas de Alcañiz,
Rubielos y Mosqueruela). El 12 de agosto, finalmente, tras
discusiones internas, Cantavieja se rindió. Desde 1317 fue donado a
la Orden de San Juan pero no se tomó posesión hasta 1347, siendo
totalmente esquilmado durante esos años por el rey, administradores
y el pueblo. Se quemó en el siglo XVII. Con los años fue cabeza de
una importante bailía que comprendía Mirambel, La Iglesuela,
Villarluengo, La Cañada, La Cuba y Tronchón. Y duró siglos, pues
todavía había comendador en 1784.
En
1836, Cabrera lo convirtió en uno de los baluartes del carlismo,
llegando a instalar hasta una maestranza de artillería. Con la
existencia de la artillería moderna, los carlistas convirtieron el
castillo arruinado en un fuerte achaparrado, pues una simple batería,
desde el Sur, podía acribillar ciudad y castillo. Se abrieron
numerosas aspilleras en las murallas medievales. Para evitar el
ataque desde el Sur, junto a la ermita de San Blas (a 600 m), se
levantó un baluarte rodeado por un foso. Y otro algo menor al Oeste
de éste, en las Horcas.
Entre
ambos fuertes y entre ellos y la villa se establecieron tantas
defensas con una disposición tan imperfecta que se entorpecían unas
a otras. Había un torreón aspillerado, trincheras, muros, fosos y
caponeras. En noviembre, los generales isabelinos San Miguel y
Nogueras atacaron Cantavieja con fuerzas mucho más numerosas que las
carlistas, y la plaza, increíblemente, se abandonó sin lucha. No
obstante, el 25 de abril de año siguiente, conjurados los vecinos de
Cantavieja abrieron un boquete en la muralla para que entraran,
navaja en mano, treinta mozos de Mosqueruela al mando de Juan Vicente
Edo, sorprendiendo a la guarnición liberal y conquistando la plaza.
La plaza estaba extraordinariamente provista de munición, víveres y
artillería, con lo que los carlistas consiguieron un gran botín.
En
mayo de 1840 ante las noticias de la llegada de un gran ejército
isabelino, Cabrera ordenó incendiar la villa y volar el polvorín y
el castillo, que quedó arrasado casi por completo. La operación se
repitió en 1873 cuando el carlista Marco de Bello la ocupó y,
además de restaurar dicha maestranza y arsenal, se fundó una
academia militar. Reconstruyó las murallas de nuevo y otra vez se
levantaron parapetos, trincheras, torreones, otra vez se artilló la
fortaleza y se abrieron aspilleras de nuevo. Pero en julio de 1875
fue objeto de un fuerte bombardeo. A pesar de que fue con cañones
de bajo calibre, las miles de granadas que lanzaron destrozaron las
fortificaciones. Finalmente, después de un fuerte asalto
valerosamente rechazado al arma blanca, los carlistas, agotados y sin
municiones, capitularon ante Martínez Campos.
Fuentes: Wikipedia
castillos.net
castillosricsol.org
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