El Castillo de Alcaine se encuentra situado en la población de este mismo nombre de la provincia de Teruel (Aragón).
Se
sitúa en el extremo norte del conjunto defensivo, en un peñasco
cortado a pico por los ríos Radón y Martín que unen sus aguas a
sus pies. Para llegar hasta él hay que partir del pueblo por senda
señalizada, continuando por la cresta del monte. A pesar de su
diminuto tamaño en algunos lugares se le denomina alcázar.
El
tapial parece indicarnos un origen árabe y seguramente sea así,
pero no hay confirmación histórica que pudiera certificar ni
siquiera un siglo concreto. En 1280 y 1283 aparece Alcaine en poder
de los cristianos, pero en 1292 es tomado por los moros. Al año
siguiente pertenecía a Artal de Alagón, rebelado contra Jaime II.
Después de atacar varios lugares, Artal se refugió en Alcaine para
defenderse de las tropas reales. Que Artal de Alagón escogiera
Alcaine, entre las numerosas fortalezas de que disponía, para
resistir el cerco de Jaime II, nos señala la importancia de este
pueblo.
A
mediados de junio de 1293, Artal se rindió. Por intercesión de
numerosos nobles y hasta del rey Sancho IV de Castilla, Jaime II
otorgó a su arisco cuñado rebelde el más magnánimo de los
perdones, firmándose un acuerdo en Alcaine mismo. El documento,
entre otras cláusulas, establecía que las fortalezas de Alcaine,
Oliete y Arcos, pasaban al rey, y éste le compensaba con Pina y
Alcubierre. Comenzó a continuación una época de alcaides regios:
Bernardus de Marzen (1294), Tristano de Turricella (1296), Jayme
Gascón (1296) y R.de Bolas (1315). Sus rentas costearon parcialmente
la construcción del palacio real de Ejea. A comienzos del siglo XV
estaba bajo el señorío de Antón de Luna, no sin luchar con sus
vecinos, y después de su exoneración en 1413, Alcaine fue uno de
los lugares entregados al compromisario Berenguer de Bardají. Y en
poder de los Bardají permanece hasta el siglo XVIII.
Alcaine
presenta un conjunto defensivo único en España sumamente
espectacular. Dada la inaccesibilidad del lugar, sus defensas se
confiaron a una serie de torres independientes sin cerca que las
uniera y a un pequeño castillo o alcazarejo. Sobre el número de
torres hay confusión entre los diferentes autores y estudiosos del
tema. Se ha hablado de once torres, y de siete. Lo cierto es que se
han contado ocho, de las cuales tres están completamente
desaparecidas.
Quedan
restos de otras, pero son las pertenecientes al pequeño recinto del
alcazarejo. Durante nuestra visita pudimos comprobar que el pueblo se
emplaza en un escalón en la roca rodeado por dos crestones rocosos
al norte y al oeste, mientras que al este aparece la hoz del río
Martín. Las defensas se agrupan en dos sectores. Uno, la cresta
rocosa norte, con el alcázar, dos torres y la Cueva de los
Esquiladores que también formaba parte del sistema defensivo. Y
otro, en la larga y afilada cresta rocosa oeste donde se sitúan
cuatro torres.
Hay
que añadir la existencia de otras dos torres en la ladera frente al
río para cubrir puntos débiles en esa zona. Además, se cree que
tuvo que haber otra, con foso y puente levadizo, en los terrenos que
cubrió el final de la carretera construida en 1938. El año de
construcción de la carretera muestra claramente el aislamiento en
que se encontraba esta población, solitaria, en las fractuosidades
de la sierra.
Es
un pequeño castillo o alcazarejo con planta triangular irregular y
una torre en cada uno de sus vértices. Hay algunos autores que le
achacan planta rectangular equivocadamente. Ocupa una superficie de
120 m2. Es decir, todo el espacio disponible entre los cortados
calcáreos. Los escasos restos son de mampuestos y tapial. Lo mejor
conservado es la torre oeste.
Fuentes: Wikipedia
castillosdearagon.com
castillosricsol.org
Galería:
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